León XIV pide un alto el fuego permanente y el acceso seguro de la ayuda humanitaria Rotundo llamamiento del Papa para que termine "el terror, la destrucción y la muerte" en Tierra Santa

A la hora de los saludos a los peregrinos en las distintas lenguas en las que se proclama el evangelio y se resume la catequesis papal, León XIV reiteró con contundencia "un fuerte llamamiento, ya sea a las partes implicadas ya a la comunidad internacional, para que se termine el conflicto en que tanto terror, destrucción y muerte ha causado" en Tierra Santa
"Saber que, incluso en la hora más oscura, se puede seguir siendo libre para amar hasta el final". Ese ha sido el mensaje que esa mañana, en la audiencia general, celebrada todavía en el Aula Pablo VI, ha ofrecido el papa León XIV al glosar la detención de Jesús en el huerto de los Olivos
"En la vida no es necesario tenerlo todo bajo control. Basta con elegir cada día amar con libertad. Esta es la verdadera esperanza: saber que, incluso en la oscuridad de la prueba, el amor de Dios nos sostiene"
"En la vida no es necesario tenerlo todo bajo control. Basta con elegir cada día amar con libertad. Esta es la verdadera esperanza: saber que, incluso en la oscuridad de la prueba, el amor de Dios nos sostiene"
"Saber que, incluso en la hora más oscura, se puede seguir siendo libre para amar hasta el final". Ese ha sido el mensaje que esa mañana, en la audiencia general, celebrada en el Aula Pablo VI, ha ofrecido el papa León XIV al glosar el pasaje de la detención de Jesús en el huerto de los Olivos.
"En plena noche, cuando todo parece derrumbarse, Jesús muestra que la esperanza cristiana no es evasión, sino decisión", incidió el papa Prevost, remarcando que "su corazón sabe bien que perder la vida por amor no es un fracaso, sino que posee una misteriosa fecundidad"
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En todo caso, reconoció el Papa que "también Jesús se siente turbado ante un camino que parece conducir solo a la muerte y al fin". "Pero –añadió– está igualmente convencido de que solo una vida perdida por amor, al final, se reencuentra. En esto consiste la verdadera esperanza: no en tratar de evitar el dolor, sino en creer que, incluso en el corazón de los sufrimientos más injustos, se esconde la semilla de una nueva vida".
"¿Y nosotros?", se preguntó León XIV. "Cuántas veces defendemos nuestra vida, nuestros proyectos, nuestras seguridades, sin darnos cuenta de que, al hacerlo, nos quedamos solos. La lógica del Evangelio es diferente: solo lo que se da florece, solo el amor que se vuelve gratuito puede devolver la confianza incluso allí donde todo parece perdido", remarcó.

"Queridos hermanos y hermanas, aprendamos también nosotros a entregarnos a la buena voluntad del Padre, dejando que nuestra vida sea una respuesta al bien recibido. En la vida no es necesario tenerlo todo bajo control. Basta con elegir cada día amar con libertad. Esta es la verdadera esperanza: saber que, incluso en la oscuridad de la prueba, el amor de Dios nos sostiene y hace madurar en nosotros el fruto de la vida eterna", concluyó el Papa.
Fin al "terror, destrucción y muerte en Tierra Santa"
A la hora de los saludos a los peregrinos en las distintas lenguas en las que se proclama el evangelio y se resume la catequesis papal, León XIV reiteró con contundencia "un fuerte llamamiento, ya sea a las partes implicadas ya a la comunidad internacional, para que se termine el conflicto en que tanto terror, destrucción y muerte ha causado" en Tierra Santa.
"Suplico que se libere a todos los rehenes y se alcance un alto el fuego permanente que facilite el ingreso seguro de las ayudas minoritarias y que se respete el derecho humanitario", continuó el Papa, quien, además, mostró su adhesión "a la declaración conjunta" de los patriarcas de Jerusalén que, en la víspera, "han pedido poner fin a esta espiral de violencia, y de dar prioridad al bien común de las personas". Todos esos mensajes de León XIV fueron rubricados con sonoros aplausos por parte de los fieles que abarrotaban el Aula Pablo VI.

Texto de la Audiencia General
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy nos detenemos en una escena que marca el inicio de la pasión de Jesús: el momento de su detención en el huerto de los Olivos. El evangelista Juan, con su habitual profundidad, no nos presenta a un Jesús asustado, que huye o se esconde. Al contrario, nos muestra a un hombre libre, que se adelanta y toma la palabra, afrontando con valentía la hora en la que puede manifestarse la luz del amor más grande.
«Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: “¿A quién buscan?”» (Jn 18,4). Jesús lo sabe. Sin embargo, decide no retroceder. Se entrega. No por debilidad, sino por amor. Un amor tan pleno, tan maduro, que no teme el rechazo. Jesús no es capturado: se deja capturar. No es víctima de un arresto, sino autor de un don. En este gesto se encarna una esperanza de salvación para nuestra humanidad: saber que, incluso en la hora más oscura, se puede seguir siendo libre para amar hasta el final.

Cuando Jesús responde «Soy yo», los soldados caen al suelo. Se trata de un pasaje misterioso, ya que esta expresión, en la revelación bíblica, evoca el nombre mismo de Dios: «Yo soy». Jesús revela que la presencia de Dios se manifiesta precisamente allí donde la humanidad experimenta la injusticia, el miedo y la soledad. Precisamente allí, la luz verdadera está dispuesta a brillar sin temor a ser abrumada por el avance de las tinieblas.
En plena noche, cuando todo parece derrumbarse, Jesús muestra que la esperanza cristiana no es evasión, sino decisión. Esta actitud es fruto de una profunda oración en la que no se pide a Dios que nos libre del sufrimiento, sino que nos dé la fuerza para perseverar en el amor, conscientes de que la vida ofrecida libremente por amor nadie nos la puede quitar.
«Si me buscan a mí, dejen que estos se vayan» (Jn 18,8). En el momento de su detención, Jesús no se preocupa por salvarse a sí mismo: solo desea que sus amigos puedan irse libres. Esto demuestra que su sacrificio es un verdadero acto de amor. Jesús se deja capturar y encarcelar por los guardias solo para poder dejar en libertad a sus discípulos.

Jesús vivió cada día de su vida como preparación para este momento dramático y sublime. Por eso, cuando llega, tiene la fuerza de no buscar una vía de escape. Su corazón sabe bien que perder la vida por amor no es un fracaso, sino que posee una misteriosa fecundidad. Como el grano de trigo que, al caer en tierra, no permanece solo, sino que muere y da fruto.
También Jesús se siente turbado ante un camino que parece conducir solo a la muerte y al fin. Pero está igualmente convencido de que solo una vida perdida por amor, al final, se reencuentra. En esto consiste la verdadera esperanza: no en tratar de evitar el dolor, sino en creer que, incluso en el corazón de los sufrimientos más injustos, se esconde la semilla de una nueva vida.
¿Y nosotros? Cuántas veces defendemos nuestra vida, nuestros proyectos, nuestras seguridades, sin darnos cuenta de que, al hacerlo, nos quedamos solos. La lógica del Evangelio es diferente: solo lo que se da florece, solo el amor que se vuelve gratuito puede devolver la confianza incluso allí donde todo parece perdido.
El Evangelio de Marcos también nos habla de un joven que, cuando Jesús es arrestado, huye desnudo (Mc 14,51). Es una imagen enigmática, pero profundamente evocadora. También nosotros, en nuestro intento de seguir a Jesús, vivimos momentos en los que nos vemos sorprendidos y quedamos despojados de nuestras certezas. Son los momentos más difíciles, en los que nos sentimos tentados de abandonar el camino del Evangelio porque el amor nos parece un viaje imposible. Sin embargo, será precisamente un joven, al final del Evangelio, quien anunciará la resurrección a las mujeres, ya no desnudo, sino vestido con una túnica blanca.
Esta es la esperanza de nuestra fe: nuestros pecados y nuestras vacilaciones no impiden que Dios nos perdone y nos devuelva el deseo de retomar nuestro seguimiento, para hacernos capaces de dar la vida por los demás.
Queridos hermanos y hermanas, aprendamos también nosotros a entregarnos a la buena voluntad del Padre, dejando que nuestra vida sea una respuesta al bien recibido. En la vida no es necesario tenerlo todo bajo control. Basta con elegir cada día amar con libertad. Esta es la verdadera esperanza: saber que, incluso en la oscuridad de la prueba, el amor de Dios nos sostiene y hace madurar en nosotros el fruto de la vida eterna.
Traducción no oficial