Francisco pone “a los pies de la Virgen de la Caridad la vida, los sueños, las esperanzas y dolores del pueblo de Cuba” El Papa denuncia la existencia de "la esclavitud" de las mujeres, que "no tienen las mismas oportunidades hoy"

Dignidad de la mujer
Dignidad de la mujer

El Papa también denuncia la existencia hoy de “los nuevos esclavos, los que está en la periferia”

"Dirijo al pueblo etíope mi más cordial y afectuoso saludo, especialmente a todos los que sufren a causa del conflicto actual y de la grave situación humanitaria ocasionada por él"

"La igualdad en Cristo supera la diferencia social entre los dos sexos"

"Los creyentes nunca deberían dar espacio a lo que separa o discrimina"

"En la Natividad de la Virgen María, pidamos a nuestra Madre que nos ayude a redescubrir la belleza de ser hijos de Dios y nos ayude a vivir como hermanos

“No olviden preguntar la fecha de su bautismo, recordarla y festejarla”

El Papa Francisco, recorriendo la carta vehemente y decisiva de Pablo a los Gálatas, centra su catequesis en la expresión “hijos de Dios” por el bautismo y, por lo tanto, hermanos. “Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer”, afirmaciones paulinas que tienen “valore revolucionario”. Porque “la igualdad en Cristo supera la diferencia social entre los dos sexos”. Desde ahí denuncia la existencia de los “esclavos de hoy”, que “no tienen acceso a la comida, a la educación o al trabajo”. O “a esclavitud” de las mujeres, que “no tienen las mismas oportunidades hoy”.

En su saludo en español, el Papa recuerda la celebración de la Virgen de la Caridad del Cobre y pone a sus pies “la vida, los sueños, las esperanzas y dolores del pueblo de Cuba”.

En los saludos tras la bendición,

El aula Pablo VI vuelve a llenarse de fieles, que regresan a escuchar y arropar al Papa después del fragor de la pandemia. Y lo reciben con vivas y aplausos cerrados, al ritmo de la música de una banda de jóvenes.

Aula Pablo VI en la audiencia
Aula Pablo VI en la audiencia

Texto completo de la catequesis del Papa

Hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Proseguimos nuestro itinerario de profundización de la fe a la luz de la Carta de San Pablo a los gálatas. El apóstol insiste con esos cristianos para que no olviden la novedad de la revelación de Dios que se les ha anunciado. Plenamente de acuerdo con el evangelista Juan (cfr 1 Gv3,1-2), Pablo subraya que la fe en Jesucristo nos ha permitido convertirnos realmente en hijos de Dios y sus herederos. Nosotros los cristianos a menudo damos por descontado esta realidad de ser hijos de Dios. Sin embargo, siempre es bueno recordar de forma agradecida el momento en el que nos convertimos en ello, el de nuestro bautismo, para vivir con más consciencia el gran don recibido. ¿Quién de vosotros sabe el día de su bautismo? Es la fecha en la que nos hemos convertido en hijos de Dios. Pregunten esa fecha y recuérdenla. ¿De acuerdo?

De hecho, una vez «llegada la fe» en Jesucristo (v. 25), se crea la condición radicalmente nueva que conduce ala filiación divina. La filiación de la que habla Pablo ya no es la general que afecta a todos los hombres y las mujeres en cuanto hijos e hijas del único Creador. En el pasaje que hemos escuchado él afirma que la fe permite ser hijos de Dios «en Cristo» (v. 26). Es este “en Cristo” que hace la diferencia. Con su encarnación Él se ha convertido en nuestro hermano, y con su muerte y resurrección nos ha reconciliado con el Padre. Quien acoge a Cristo en la fe, por el bautismo es “revestido” por Él y por la dignidad filial (cfr v. 27).

San Pablo en sus Cartas hace referencia en más de una ocasión al bautismo. Para él, ser bautizados equivale a participar de forma efectiva y real en el misterio de Jesús. En la Carta a los Romanos llegará incluso a decir que, en el bautismo, hemos muerto con Cristo y hemos sido sepultados con Él para poder vivir con Él (cfr 6,3-14).Ésta es la gracia del bautismo. El bautismo, por tanto, no es un mero rito exterior. Quienes lo reciben son transformados en lo profundo, en el ser más íntimo, y poseen una vida nueva, precisamente esa que permite dirigirse a Dios e invocarlo con el nombre “Abbà, padre” (cfr Gal4,6).

Ya no hya judío ni griego

El apóstol afirma con gran audacia que la identidad recibida con el bautismo es una identidad tan nueva que prevalece sobre las diferencias que existen a nivel étnico-religioso: «ya no hay judío ni griego»; y también a nivel social: «ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer» (Gal3,28). Se leen a menudo con demasiada prisa estas expresiones, sin acoger el valor revolucionario que poseen. Para Pablo, escribir a los gálatas que en Cristo “no hay judío ni griego” equivalía a una auténtica subversión en ámbito étnico-religioso.

El judío, por el hecho de pertenecer al pueblo elegido, era privilegiado respecto al pagano (cfr Rm2,17-20), y el mismo Pablo lo afirma (cfr Rm9,4-5). No sorprende, por tanto, que esta nueva enseñanza del apóstol pudiera sonar como herética. También la segunda igualdad, entre “libres” y “esclavos”, abre perspectivas sorprendentes. Para la sociedad antigua era vital la distinción entre esclavos y ciudadanos libres. Estos gozaban por ley de todos los derechos, mientras a los esclavos no se les reconocía ni siquiera la dignidad humana. Esto sucede también hay. Hay mucha gente en el mundo, mucha, que no tienen derecho a la comida, a la educación, al trabajo. Son los nuevos esclavos, los que está en la periferia. También hoy hay esclavitud. Así,finalmente, la igualdad en Cristo supera la diferencia social entre los dos sexos, estableciendo una igualdad entre hombre y mujer entonces revolucionaria y que hay necesidad de reafirmar también hoy. Hay en la historia y hoy una esclavitud de las mujeres. Las mujeres no tienen las mismas oportunidades hoy.

Como se puede ver, Pablo afirma la profunda unidad que existe entre todos los bautizados, a cualquier condición pertenezcan, porque cada uno de ellos, en Cristo, es una criatura nueva. Toda distinción se convierte en secundaria respecto a la dignidad de ser hijos de Dios, el cual con su amor realiza una verdadera y sustancial igualdad.

No hay judío ni griego

Estamos por tanto llamados de forma más positiva a vivir una nueva vida que encuentra en la filiación con Dios su expresión fundamental. Es decisivo también para todos nosotros hoy redescubrir la belleza de ser hijos de Dios, hermanos y hermanas entre nosotros porque estamos insertos en Cristo. Las diferencias y los contrastes que crean separación no deberían tener morada en los creyentes en Cristo. Estas diferencias las hacemos nosotros de forma inconsciente también hoy. Nuestra vocación es más bien la de hacer concreta y evidente la llamada a la unidad de todo el género humano (cfr Conc. Ecum. Vat. II, Const. Lumen gentium, 1). Cualquier cosa que agrave las diferencias entre las personas, causando a menudo discriminaciones, todo esto, delante de Dios, ya no tiene consistencia, gracias a la salvación realizada en Cristo. Lo que cuenta es la fe que obra siguiendo el camino de la unidad indicado por el Espíritu Santo. Nuestra responsabilidad es caminar decididamente por este camino de la igualdad. No olviden preguntar la fecha de su bautismo y recordarlo y festejarla.

Saludo en francés

En este día en que celebramos la Natividad de la Virgen María, pidamos a nuestra Madre que nos ayude a redescubrir la belleza de ser hijos de Dios y, superando las diferencias y los conflictos, nos ayude a vivir como hermanos.

Saludo en español

Queridos hermanos y hermanas:

En la Carta a los Gálatas, san Pablo nos recuerda que somos hijos de Dios por la fe en Jesucristo. Así, el bautismo nos reviste de una nueva dignidad, nos hace hermanos en Cristo, lo que nos permite dirigirnos a Dios con confianza y llamarlo “Padre”. Además, al insistir en la novedad de la revelación y la filiación divina, san Pablo afirma que hay una profunda unidad entre todos los bautizados, que va más allá de su condición cultural, social o religiosa, porque cada uno es una criatura nueva en Cristo.

Papa, en la audiencia
Papa, en la audiencia

En ese sentido, el Apóstol nos enseña que cualquier diferencia que se establezca entre las personas es secundaria respecto a la dignidad de hijos de Dios. Por eso los creyentes nunca deberían dar espacio a lo que separa o discrimina, sino a todo lo que favorece la llamada de Dios a la unidad y la fraternidad. Por tanto, el fundamento de la verdadera igualdad entre todos los miembros de la gran familia humana, es esa nueva dignidad de hijos y herederos en Cristo.

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los invito a redescubrir la belleza de ser hijos e hijas de Dios, y a dar gracias por el don recibido en el bautismo, que nos hace hermanos y hermanas en Cristo, miembros de la Iglesia y partícipes de su misión en el mundo.

En este día, los cubanos celebran a su Patrona y Madre, la Virgen de la Caridad del Cobre. Con un recuerdo agradecido de mi peregrinación a su Santuario, en septiembre de 2015, quiero presentar nuevamente a los pies de la Virgen de la Caridad la vida, los sueños, las esperanzas y dolores del pueblo de Cuba. Que dondequiera que haya hoy un cubano, experimente la ternura de María, y que Ella los conduzca a todos hacia Cristo, el Salvador.Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.

Papa, en la audiencia
Papa, en la audiencia

Saludos en italiano

El próximo 11 de septiembre en Etiopía se celebrará el fin de año. Dirijo al pueblo etíope mi más cordial y afectuoso saludo, especialmente a todos los que sufren a causa del conflicto actual y de la grave situación humanitaria ocasionada por él. Sea éste un tiempo de fraternidad y de solidaridad, en el que escuchar el común deseo de paz.

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