El Papa preside la misa del Jubileo de los Coros y las Sociedades Corales León XIV: "Formar parte de un coro significa avanzar juntos tomando de la mano a los hermanos"

El Papa lee la homilía
El Papa lee la homilía RD/Captura

"Podemos decir que el coro es un poco un símbolo de la Iglesia que, orientada hacia su meta, camina en la historia alabando a Dios. Aunque este camino en ocasiones está lleno de dificultades y de pruebas, y los momentos de alegría se alternan con otros de mayor fatiga, el canto hace más ligero el viaje, dando alivio y consuelo".

Palabras del Papa en la homilía en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, celebrada este mañana en la plaza de San Pedro y dedicada también a los alrededor de 40.000 peregrinos que a lo largo de todo este fin de semana han participado en el Jubileo de los Coros y Sociedades Corales

"Podemos decir que el coro es un poco un símbolo de la Iglesia que, orientada hacia su meta, camina en la historia alabando a Dios. Aunque este camino en ocasiones está lleno de dificultades y de pruebas, y los momentos de alegría se alternan con otros de mayor fatiga, el canto hace más ligero el viaje, dando alivio y consuelo".

Palabras del Papa en la homilía en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, celebrada este mañana en la plaza de San Pedro y dedicada también a los alrededor de 40.000 peregrinos que a lo largo de todo este fin de semana han participado en el Jubileo de los Coros y Sociedades Corales. "Sobre todo, sean capaces de hacer siempre partícipe al pueblo de Dios, sin ceder a la tentación del exhibicionismo, que excluye la participación activa de toda la asamblea litúrgica en el canto", remarcó Robert F. Prevost.

Creemos. Crecemos. Contigo

En su homilía –imposible que no tuviese presente también en ella a su madre, Mildred Martínez, descendiente de inmigrantes españoles, que perteneció al coro de la parroquia de St. Mary of the Assumption, en el sur de Chicago, donde nació el Papa– Prevost hizo él mismo un canto a al papel de la música como forma de expresión del ser humano.

"Las grandes civilizaciones nos han regalado la música para que podamos manifestar lo que llevamos en lo profundo de nuestro corazón y que no siempre pueden expresar las palabras. Todos  los sentimientos y las emociones que nacen en nuestro interior y de una relación viva con la realidad pueden encontrar voz en la música. El canto, de manera particular, representa una expresión natural y completa del ser humano", expresó.

Miles de fieles en misa del Jubileo de los Coros
Miles de fieles en misa del Jubileo de los Coros RD/Captura

"Formar parte de un coro significa avanzar juntos tomando de la mano a los hermanos, ayudándoles a caminar con nosotros y cantando junto a ellos la alabanza de Dios, consolándolos en los sufrimientos, exhortándolos cuando parece que les vence el cansancio, infundiéndoles entusiasmo cuando parece que predomina la fatiga", indicó el Pontífice.

"Cantar nos recuerda que somos Iglesia en camino, una auténtica realidad sinodal, capaz de compartir la vocación a la alabanza y a la alegría con todos, en una peregrinación de amor y de esperanza", subrayó el Papa en otra parte de la homilía, que concluyó pidiendo que los miembros del un coro "vigilen, para que su vida espiritual esté siempre a la altura del servicio que realizan, de modo que esto pueda expresar auténticamente la gracia de la liturgia".

El coro que acompañó la misa en el Jubileo de los Coros
El coro que acompañó la misa en el Jubileo de los Coros RD/Captura

La homilía del Papa

Queridos hermanos y hermanas: 

En el salmo responsorial hemos cantado: “Vayamos con alegría al encuentro del Señor” (cf.  Sal 122). La liturgia de hoy nos invita, por tanto, a caminar juntos —en la alabanza y la alegría— al  encuentro de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, soberano manso y humilde, Aquel que es  el principio y el fin de todas las cosas. Su poder es el amor, su trono es la cruz y, por medio de la cruz, su reino se irradia en el mundo. “Dios reina desde el madero” (cf. Himno Vexilla Regis) como  Príncipe de la paz y Rey de la justicia que, en su Pasión, revela al mundo la inmensa misericordia del  corazón de Dios. Este amor es también la inspiración y el motivo de sus cantos. 

Queridos coristas y músicos, hoy celebran su jubileo y agradecen al Señor por haberles concedido el don y la gracia de servirlo ofreciendo sus voces y sus talentos para su gloria y para la  edificación espiritual de los hermanos (cf. CONC. ECUM. VAT. II, Const. Sacrosanctum Concilium,  120). Su tarea es la de involucrarlos en la alabanza a Dios y de hacerlos participar mejor de la acción  litúrgica por medio del canto. Hoy expresan plenamente su “iubilum”, su regocijo, que nace del  corazón inundado de la alegría de la gracia. 

Misa en la solemnidad de Cristo Rey presidida por el Papa
Misa en la solemnidad de Cristo Rey presidida por el Papa RD/Captura

Las grandes civilizaciones nos han regalado la música para que podamos manifestar lo que  llevamos en lo profundo de nuestro corazón y que no siempre pueden expresar las palabras. Todos  los sentimientos y las emociones que nacen en nuestro interior y de una relación viva con la realidad  pueden encontrar voz en la música. El canto, de manera particular, representa una expresión natural  y completa del ser humano; en él la mente, los sentimientos, el cuerpo y el alma se unen para  comunicar las cosas grandes de la vida. Como nos recuerda san Agustín: «Cantare amantis est»  (Sermón 336, 1), es decir, «cantar es propio de quien ama». Quien canta expresa el amor, pero también  el dolor, la ternura y el deseo que alberga en su corazón y, al mismo tiempo, «ama a aquel a quien  canta» (Comentarios a los Salmos, 72, 1).  

Para el Pueblo de Dios el canto expresa la invocación y la alabanza, es el “cántico nuevo” que  Cristo resucitado eleva al Padre, haciendo partícipe de ello a todos los bautizados, como un único  cuerpo animado por la vida nueva del Espíritu. En Cristo somos cantores de la gracia, hijos de la  Iglesia que encuentran en el Resucitado la causa de su alabanza. La música litúrgica se convierte así  en un instrumento muy valioso mediante el cual desempeñamos el servicio de alabanza a Dios y  expresamos el gozo de la vida nueva en Cristo. 

Misa en la solemnidad de Cristo Rey
Misa en la solemnidad de Cristo Rey RD/Captura

San Agustín nos exhorta, además, a caminar cantando, como viajeros fatigados que  encuentran en el canto un presagio de la alegría que experimentarán al llegar a su meta. «Canta, pero  camina […], avanza en el bien» (Sermón 256, 3). Por tanto, formar parte de un coro significa avanzar  juntos tomando de la mano a los hermanos, ayudándoles a caminar con nosotros y cantando junto a  ellos la alabanza de Dios, consolándolos en los sufrimientos, exhortándolos cuando parece que les  vence el cansancio, infundiéndoles entusiasmo cuando parece que predomina la fatiga. Cantar nos  recuerda que somos Iglesia en camino, una auténtica realidad sinodal, capaz de compartir la vocación  a la alabanza y a la alegría con todos, en una peregrinación de amor y de esperanza. 

También san Ignacio de Antioquía usa palabras conmovedoras relacionando el canto del coro  con la unidad de la Iglesia: «En vuestro sinfónico y armonioso amor es Jesucristo quien canta. Que  cada uno de vosotros también se convierta en coro, a fin de que, en la armonía de vuestra concordia,  toméis el tono de Dios en la unidad, cantéis a una sola voz por Jesucristo al Padre, para que os escuche  y os reconozca por vuestras buenas obras» (A los Efesios, IV). En efecto, las diferentes voces de un  coro se armonizan entre ellas dando vida a una única alabanza, símbolo luminoso de la Iglesia, que  une a todos en el amor, en una única y suave melodía. 

Ustedes pertenecen a coros que desarrollan su actividad sobre todo en el servicio litúrgico. Su  ministerio exige preparación, fidelidad, entendimiento mutuo y, sobre todo, una vida espiritual  profunda, de modo que, si ustedes rezan cantando, ayuden a todos a rezar. Es un ministerio que  requiere disciplina y espíritu de servicio, especialmente cuando es necesario preparar una liturgia  solemne o algún acontecimiento importante para sus comunidades. El coro es una pequeña familia de  personas diferentes unidas por el amor a la música y por el servicio que ofrecen. Pero recuerden que  su gran familia es la comunidad; no están por delante, sino que forman parte de ella, con el  compromiso de hacerla más unida, inspirándola y haciéndola partícipe. Como en todas las familias,  pueden surgir tensiones o pequeñas incomprensiones, cosas normales cuando se trabaja juntos y se  hace un esfuerzo por alcanzar un resultado. Podemos decir que el coro es unpoco un símbolo de la  Iglesia que, orientada hacia su meta, camina en la historia alabando a Dios. Aunque este camino en ocasiones está lleno de dificultades y de pruebas, y los momentos de alegría se alternan con otros de  mayor fatiga, el canto hace más ligero el viaje, dando alivio y consuelo.  

Misa en la solemnidad de Cristo Rey en la plaza de San Pedro
Misa en la solemnidad de Cristo Rey en la plaza de San Pedro RD/Captura

Comprométanse, por tanto, a transformar cada vez más sus coros en un prodigio de armonía  y belleza; sean cada vez más imagen luminosa de la Iglesia que alaba a su Señor. Estudien atentamente  el Magisterio, que indica en los documentos conciliares las normas para desarrollar al máximo su  servicio. Sobre todo, sean capaces de hacer siempre partícipe al pueblo de Dios, sin ceder a la  tentación del exhibicionismo, que excluye la participación activa de toda la asamblea litúrgica en el  canto. Sean, en esto, signo elocuente de la oración de la Iglesia, que expresa su amor a Dios por medio  de la belleza de la música. Vigilen, para que su vida espiritual esté siempre a la altura del servicio que  realizan, de modo que esto pueda expresar auténticamente la gracia de la liturgia. 

Los encomiendo a todos a la protección de santa Cecilia, la virgen y mártir que, aquí en Roma,  ha elevado con su vida el canto de amor más hermoso, entregándose totalmente a Cristo y ofreciendo  a la Iglesia su luminoso testimonio de fe y amor. Prosigamos cantando y hagamos nuestra, una vez  más, la invitación del salmo responsorial de la liturgia de hoy: “Vayamos con alegría al encuentro del  Señor”. 

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