"La paz es posible. Se necesita buena voluntad. No nos resignemos a la guerra" El Papa clama por la paz y denuncia que "en la guerra sólo ganan los fabricantes de armas”

Paz en Tierra Santa
Paz en Tierra Santa

"Ayer, en Sevilla, fueron beatificados Manuel González Serna, sacerdote diocesano y 19 compañeros, presbíteros y laicos, asesinados durante el clima de persecución religiosa de la guerra civil española"

 "La confianza libera, el miedo paraliza. El miedo bloquea, la confianza desbloquea las capacidades. Y alegra el corazón del Padre, que se complace viendo a sus hijos que no lo temen, sino que lo aman"

"¿Cultivamos en nuestros ambientes un clima de confianza y de aprecio recíproco, que desbloquee a las personas y estimule la creatividad del amor en todos?"

Desde la cátedra de la ventana, el Papa Francisco explica a la gente la parábola de los talentos, que, según él, escenifica dos formas diferentes de acercarnos a Dios: el miedo o la confianza. Y, por supuesto, la actitud que vale es la segunda: “La confianza libera, el miedo paraliza. El miedo bloquea, la confianza desbloquea las capacidades. Y alegra el corazón del Padre, que se complace viendo a sus hijos que no lo temen, sino que lo aman”.

En los saludos tras el ángelus, el Papa recordó a todos los pueblos que sufren la guerra, desde Myanmar, a Ucrania, pasando por Palestina. Y volvió a clamar: “La paz es posible. Se necesita buena voluntad. La paz es posible. No nos resignemos a la guerra. Y no olvidemos que la guerra es siempre, siempre, siempre una derrota. Sólo ganan los fabricantes de armas”.

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Papa, ven a Polonia
Papa, ven a Polonia

Las palabras del Papa en la oración del Ángelus 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

El Evangelio nos presenta la parábola de los talentos (cf. Mt 25,14-30). Un señor se va de viaje y confía a sus siervos sus talentos, es decir, sus bienes: los talentos eran una unidad monetaria. Los distribuye en base a las capacidades de cada uno. Al regreso les pide cuentas sobre lo que han hecho. Dos de ellos han redoblado lo que habían recibido y el señor les alaba, mientras que el tercero, por miedo, ha enterrado su talento y puede solo devolverlo, razón por la que recibe un severo reproche. Mirando a esta parábola, podemos aprender dos modos diversos de acercarnos a Dios. 

El primer modo. Es el de aquel que entierra el talento recibido, que no sabe ver la riqueza que Dios le ha dado: él no se fía ni del señor ni de sí mismo. De hecho, dice a su señor: «Sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces» (v. 24). Frente a él siente miedo. No ve el aprecio y la confianza que el señor deposita en él, sino el modo de actuar de un patrón que pretende más de lo que da, de un juez que proyecta la sombra de sus duros castigos sobre los fracasos de los demás. Esta es su imagen de Dios: no es capaz de creer en su bondad. Por eso se bloquea y no se deja implicar en la misión recibida.  No hace propio el deseo de su señor, de hecho, le devuelve todo diciendo: «Aquí tienes lo tuyo» (v. 25). Tiene esta imagen distante y errónea de Dios. 

Veamos entonces el segundo modo, en los otros dos protagonistas, que corresponden la confianza de su señor confiando a su vez en él. Invierten todo lo que han recibido, incluso si no saben al principio si todo irá bien: aceptan el riesgo de jugársela. Se fían y se arriesgan: cuentan con la comprensión del señor que los ha elegido, con la bondad del don que se les ha confiado, con las capacidades recibidas. Así tienen el valor de actuar con libertad, de modo creativo, generando nueva riqueza (cf. vv. 20-23). 

He aquí la disyuntiva que tenemos frente a Dios: miedo o confianza. Como los protagonistas de la parábola, también nosotros – todos nosotros – hemos recibido unos talentos, más valiosos que el dinero. Pero mucho de cómo los invertimos depende de la confianza en el Señor, que nos libera el corazón, nos hace ser activos y creativos en el bien. La confianza libera, el miedo paraliza. El miedo bloquea, la confianza desbloquea las capacidades. Y alegra el corazón del Padre, que se complace viendo a sus hijos que no lo temen, sino que lo aman. 

Recordemos: el miedo paraliza, la confianza libera. Y esto vale también en la educación de los hijos. Y preguntémonos: ¿Creo que Dios es padre y me confía los dones porque se fía de mí? Y yo, ¿confío en Él hasta el punto de jugármela, sin desanimarme, incluso cuando los resultados no son seguros ni se dan por descontado? ¿Sé decir cada día en la oración: “Señor, yo confío en ti”? y después, ¿sé arriesgarme en el bien o me dejo paralizar por la incertidumbre? Por último, como Iglesia: ¿cultivamos en nuestros ambientes un clima de confianza y de aprecio recíproco, que desbloquee a las personas y estimule la creatividad del amor en todos? 

Que la Virgen María nos ayude a vencer el miedo y a fiarnos de Dios. 

Gaza
Gaza

Saludos tras el ángelus

Ayer, en Sevilla, fueron beatificados Manuel González Serna, sacerdote diocesano y 19 compañeros, presbíteros y laicos, asesinados durante el clima de persecución religiosa de la guerra civil española. Estos mártires dieron testimonio de Cristo hasta el final y su ejemplo conforte a tantos cristianos que, en nuestro tiempo, son discriminados por su fe. Un aplauso a los nuevos beatos.

Mi cercanía a la querida población del Myanmar, que sigue sufriendo a causa de la violencia. Rezo para que no se desanime y confíe siempre en la ayuda del Señor.

Hermanos y hermanas: Seguimos rezando por la martirizada Ucrania y por las poblaciones de Palestina e Israel. La paz es posible. Se necesita buena voluntad. La paz es posible. No nos resignemos a la guerra. Y no olvidemos que la guerra es siempre, siempre, siempre una derrota. Sólo ganan los fabricantes de armas.

Celebramos la Jornada mundial de los pobres. Doy las gracias a todas las diócesis y parroquias que la han celebrado y han emprendido iniciativas de solidaridad con las familias que tienen dificultades en seguir adelante.  

Recordamos también a todas las víctimas de la carretera.

Jornada mundial de lo pobres
Jornada mundial de lo pobres

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