"Tened la valentía de vivir vuestra juventud encomendándoos al Señor y poniéndoos en marcha con Él" El Papa invita a los jóvenes de Medjugorje a "pasar de la lógica del mérito a la del don"

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Mensaje de Francisco a los jóvenes reunidos en Mladifest, el encuentro anual de oración que se celebra del 1 al 6 de agosto en la ciudad de Bosnia-Herzegovina

La Mladifest, recuerda el Papa, es en realidad una "semana de oración y de encuentro con Jesucristo, especialmente en su Palabra viva, en la Eucaristía, en la adoración y en el Sacramento de la Reconciliación"

"Es una llamada a una mayor madurez, a pasar de los preceptos observados para obtener recompensas al amor libre y total. Jesús le pide que deje atrás todo lo que pesa en el corazón y obstaculiza el amor"

"Dejaos conquistar por su mirada de amor que nos libera de la seducción de los ídolos, de las falsas riquezas que prometen la vida pero traen la muerte. No tengas miedo de acoger la Palabra de Cristo y aceptar su llamada"

(Vatican News).- Mensaje de Francisco a los jóvenes reunidos en Mladifest, el encuentro anual de oración que se celebra del 1 al 6 de agosto en la ciudad de Bosnia-Herzegovina. Confiando en el modelo de María y su "Aquí estoy", el Pontífice les invita a creer en la plenitud y la verdadera felicidad que conlleva el entregarse a Dios, libre de ataduras

"¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?" Las palabras del joven rico de las que hablan los Evangelios sinópticos (cf. Mt 19,16-22; Mc 10,17-22; Lc 18,18-23), aquel que "se puso en camino, o mejor dicho, corrió al encuentro del Señor, para heredar la vida eterna, es decir, la felicidad", son el hilo conductor del Festival de la Juventud que se celebra en Medjugorje hasta el 6 de agosto. El saludo y el mensaje del Papa se dirigen a los participantes, y toma estas palabras como punto de partida e inmediatamente indica el camino: "Es una palabra -explica Francisco- que nos pone delante del Señor; y Él fija su mirada en nosotros, nos ama y nos invita "¡Ven! Sígueme". (Mt 19,21)".

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La Mladifest, recuerda el Papa, es en realidad una "semana de oración y de encuentro con Jesucristo, especialmente en su Palabra viva, en la Eucaristía, en la adoración y en el Sacramento de la Reconciliación", que tiene el poder de "poner a uno en camino hacia el Señor". Y así, este joven del Evangelio, cuyo nombre desconocemos pero cuya alma sí conocemos, se convierte en el emblema de todos los que participan en este evento.

Él, recuerda el Papa, "educado y bien instruido", estaba animado por una "sana inquietud que le impulsaba a buscar la verdadera felicidad, la vida en su plenitud", por eso se puso en camino y en Jesucristo encontró un guía "autorizado, creíble y fiable" que le "orientó hacia Dios, que es el único y supremo Bien del que procede todo otro bien". La vida eterna, el bien que anhela, no es ciertamente un bien material que se conquista con "las propias fuerzas", sino a través de etapas que hay que cubrir y que Francisco indica a los jóvenes.

Las etapas hacia la vida eterna: amar al prójimo

La primera etapa, indicada por Jesús, es el "amor concreto al prójimo", pero no el amor dado por la observancia de preceptos, sino un amor "libre y total". De hecho, Jesús se da cuenta del "deseo de plenitud que el joven lleva en su corazón", pero también de su "punto débil", que es su apego a "muchos bienes materiales". Por eso, como segunda etapa, "le propone pasar de la lógica del 'mérito' a la del don":

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"Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo" (Mt 19,21). Jesús cambia la perspectiva: le invita a no pensar en asegurar la otra vida, sino a darlo todo en su vida terrenal, imitando así al Señor. Es una llamada a una mayor madurez, a pasar de los preceptos observados para obtener recompensas al amor libre y total. Jesús le pide que deje atrás todo lo que pesa en el corazón y obstaculiza el amor. Lo que Jesús propone no es tanto un hombre despojado de todo como un hombre libre y rico en relaciones.

Si el corazón está atestado de bienes, explica el Papa, el Señor y el prójimo se convierten sólo en "cosas", porque "demasiado tener y demasiado querer" nos asfixian, "nos hacen infelices e incapaces de amar".

De ahí la tercera etapa que Jesús propone al joven, y que es una opción radical: "¡Ven! Sígueme". Se trata de "ser discípulos de Jesús", lo que -explica el Papa en su Mensaje- significa no imitarle exteriormente, sino "conformarse con Él 'en lo profundo'", recibiendo a cambio "una vida rica y feliz, llena de rostros de muchos hermanos y hermanas, y padres y madres e hijos", como dice el Evangelio:

Seguir a Cristo no es una pérdida, sino una ganancia incalculable, mientras que la renuncia se refiere al obstáculo en el camino. Ese joven rico, sin embargo, tiene su corazón dividido entre dos amos: Dios y el dinero. El miedo a arriesgar y perder sus posesiones le hace volver a casa triste.

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Atarse a Cristo para ser feliz: decir sí sin reservas

Triste, pues, porque "no encontró el valor de aceptar la respuesta, que es la propuesta de 'desatarse' de sí mismo y de las riquezas para 'atarse' a Cristo, para caminar con Él y descubrir la verdadera felicidad". Esto es, pues, lo que el Papa, inspirándose en el Evangelio, pide a los jóvenes que esta semana quieren hacer un viaje interior:

Tened la valentía de vivir vuestra juventud encomendándoos al Señor y poniéndoos en marcha con Él. Dejaos conquistar por su mirada de amor que nos libera de la seducción de los ídolos, de las falsas riquezas que prometen la vida pero traen la muerte. No tengas miedo de acoger la Palabra de Cristo y aceptar su llamada. No os desaniméis como el joven rico del Evangelio; en cambio, fijad vuestra mirada en María, el gran modelo de la imitación de Cristo, y encomendaos a ella que, con su "aquí estoy", respondió sin reservas a la llamada del Señor.

María modelo para la vida de todos nosotros

Que María, a cuya maternal intercesión el Papa encomienda a los jóvenes presentes en el Festival, sea la fuente de la "fuerza" de la que nos nutrimos para decir nuestro "aquí estoy", pero también un modelo para "llevar a Cristo al mundo" y para "transformar nuestra vida en un don para los demás". Como Ella, esforcémonos, pide el Papa, en estar atentos a los demás y en descubrir en la voluntad de Dios "nuestra alegría", acogiéndola aunque no sea fácil pero con la certeza de que "nos hace felices".

Sí, la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Los que se dejan salvar por Él se liberan del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. La alegría siempre nace y renace con Jesucristo.

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