Francisco recuerda que "el pesebre es un Evangelio doméstico" y un "Evangelio vivo" El Papa invita a "hacer el belén en casa, que es como abrir la puerta y decirle a Jesús que entre"

El Papa Francisco y el belén del aula Pablo VI
El Papa Francisco y el belén del aula Pablo VI

"Hacer el pesebre es celebrar la cercanía de Dios: es redescubrir que Dios es real, concreto, vivo y palpitante. Dios, al encarnarse se hace vecinísimo. No es un señor lejano ni un juez distante, sino que es un Amor humilde, descendido a nosotros"

"El pesebre nos ofrece otra enseñanza de la vida. En los ritmos actuales, a veces agitados, es una invitación a la contemplación. Nos recuerda la importancia de parar"

"El pesebre, en su genuina sencillez, nos recuerda que en la vida no es la cantidad de cosas lo que cuenta, sino la calidad de los afectos"

"En la vida diaria ya no estamos solos, Él vive con nosotros. No cambia mágicamente las cosas pero, si lo aceptamos, todo puede cambiar"

"Les deseo a todos Feliz Navidad; y agradezco a todos los que en estos días, desde muchas partes del mundo, me han enviado mensajes de felicitación por mi 50 aniversario de sacerdocio y por mi cumpleaños"

El Papa Francisco aprovecha la catequesis de la audiencia de los miércoles en el Aula Pablo VI, para explicar la importancia de "poner el belén en casa, que es como abrir la puerta y decirle a Jesús que entre". Y, con Él, entra el "Evangelio doméstivo" y el "Evangelio vivo". El belén es también, según el Papa, "una invitación a la contemplación" y a "pararse". Bergoglio aprovechó, asimismo, para dar las gracias por todas las felicitaciones que le llegaron "desde muchas partes del mundo" por su cumpleaños y por su 50 aniversario sacerdotal.

Catequesis del Santo Padre (traducción propia)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En una semana será Navidad. En estos días, mientras corremos a prepararnos para la fiesta, podemos preguntarnos: "¿Cómo me preparo al nacimiento del Festejado?" Una manera simple pero efectiva de prepararse es hacer la cuna. Este año yo también seguí este camino: fui a Greccio, donde San Francisco hizo el primer pesebre, con los lugareños. Y escribí una carta para recordar el significado de esta tradición.

En efecto, el pesebre "es como un Evangelio vivo" (Carta apostólica Admirabile signum, 1). Lleva el Evangelio a los lugares donde uno vive: a los hogares, a las escuelas, a los lugares de trabajo y de reunión, a los hospitales y a las residencias de ancianos, a las cárceles y a las plazas. Y allí donde vivimos nos recuerda algo esencial: que Dios no permaneció invisible en el cielo, sino que vino a la Tierra, se hizo hombre. Hacer el pesebre es celebrar la cercanía de Dios: es redescubrir que Dios es real, concreto, vivo y palpitante. Dios, al encarnarse se hace vecinísimo. No es un señor lejano ni un juez distante, sino que es un Amor humilde, descendido a nosotros. El Niño en el pesebre nos transmite su ternura. Algunas estatuillas representan al "Niño" con los brazos abiertos, para decirnos que Dios ha venido a abrazar nuestra humanidad. Así que es agradable estar frente al pesebre y allí confiar nuestras vidas al Señor, hablarle de las personas y situaciones que nos importan, hacer un balance con Él del año que está terminando, compartir expectativas y preocupaciones.

El Papa y un bebé, en la audiencia

Junto a Jesús vemos a Nuestra Señora y a San José. Podemos imaginar los pensamientos y sentimientos que tuvieron cuando el Niño nació en la pobreza: alegría, pero también consternación. Y también podemos invitar a la Sagrada Familia a nuestra casa, donde hay alegrías y preocupaciones, donde cada día nos levantamos, comemos y dormimos cerca de nuestros seres queridos. El pesebre es un Evangelio doméstico. La palabra pesebre significa literalmente "comedero", mientras que la ciudad del pesebre, Belén, significa "casa del pan". El pesebre que hacemos en casa, donde compartimos comida y afecto, nos recuerda que Jesús es el alimento esencial, el pan de vida (cf. Jn 6,34). Es Él quien alimenta nuestro amor, es Él quien da a nuestras familias la fuerza para seguir adelante y perdonarnos.

El pesebre nos ofrece otra enseñanza de la vida. En los ritmos actuales, a veces agitados, es una invitación a la contemplación. Nos recuerda la importancia de parar. Porque sólo cuando sabemos cómo reunirnos, podemos aceptar lo que cuenta en la vida. Sólo si dejamos el ruido del mundo fuera de nuestras casas nos abrimos a escuchar a Dios, que habla en silencio. Vivimos en una sociedad que tiene prisa, que siempre corre, que ve y olvida muchas cosas, que persigue ansiosamente los bienes materiales. El pesebre, en su genuina sencillez, nos recuerda que en la vida no es la cantidad de cosas lo que cuenta, sino la calidad de los afectos. Y, al atraer nuestra mirada a Dios, pobre en cosas y rica en amor, nos recuerda lo esencial.

“Ayer me han regalado una imagencita de un pesebre especial y se llamaba: ‘¡Dejemos descansar a mamá!’. Y estaba la Virgen dormida y José con el niñito, para hacerlo dormir”.

“¡Cuántos de ustedes, deben turnarse en la noche entre marido y mujer por el niño, la niña, que llora, y llora, llora!”. “¡Dejemos descansar a mamá!”.  “La ternura de una familia, de un matrimonio, el pesebre, hoy es más que nunca actual”.

Papa, en la audiencia

El pesebre es más relevante que nunca, mientras que cada día se fabrican muchas armas e imágenes violentas en el mundo, que entran en los ojos y el corazón. El pesebre, por otro lado, es una imagen artesanal de la paz. Mientras que la ruina del hombre es que cada uno sigue su propio camino, en el pesebre todos convergen hacia Jesús, Príncipe de la Paz en la noche del mundo. A su alrededor, en esa cueva iluminada por la ternura, se encuentra la armonía. Allí vemos personas muy diferentes juntas: los Magos y los pastores, los reyes y los pobres, los pequeños y los ancianos. Y también se encuentra la armonía entre el hombre y la creación, como lo sugiere la presencia del buey y el burro y los paisajes naturales.

Queridos hermanos y hermanas, desde el pesebre podemos finalmente comprender una enseñanza sobre el sentido mismo de la vida. Vemos escenas cotidianas: pastores con ovejas, herreros que golpean el hierro, molineros que hacen pan; a veces se insertan paisajes y situaciones de nuestros territorios. Es correcto, porque el pesebre nos recuerda que Jesús entra en nuestra vida concreta. Es importante hacer el belén en casa, porque nos recuerda que Jesús nos acompaña en la vida y se hizo hombre como nosotros. Y, como en la vida concreta, también hay maldad, evocada por el castillo de Herodes. Todo, por lo tanto, parece continuar normalmente, el mundo no parece haber mejorado. Pero en realidad hay una novedad, sólo una, pero decisiva: Jesús. En la vida diaria ya no estamos solos, Él vive con nosotros. No cambia mágicamente las cosas pero, si lo aceptamos, todo puede cambiar. Espero entonces que hacer el pesebre sea una oportunidad para invitar a Jesús a la vida. Hacer el belén en casa es como abrir la puerta de casa y decirle a Jesús que entre. Porque si Él la habita, renace. Y realmente es Navidad. ¡Feliz Navidad a todos!

El Papa intercambia el birrete blanco


Texto completo del saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas: Dentro de una semana celebraremos la Navidad y nos podemos preguntar: ¿Cómo nos estamos preparando para el Nacimiento de Jesús? Un modo sencillo es “hacer el belén”. Recientemente fui a Greccio, donde san Francisco hizo el primer pesebre, y por esa ocasión escribí una carta para recordar el significado de esta tradición.

El pesebre es un Evangelio vivo, que nos recuerda que Dios se ha hecho hombre. Es bonito detenerse delante del nacimiento y confiar al Señor las personas, las situaciones, las preocupaciones que llevamos dentro.

El belén es además un Evangelio doméstico: El “pesebre” es donde comen los animales; y “Belén” significa “casa del pan”. Pesebre y casa del pan, estas dos palabras nos evocan que Jesús es el alimento fundamental para nuestra existencia; es el pan de vida. Es Él quien alimenta nuestro amor y nos da fuerzas para seguir adelante.

El nacimiento es también una invitación a la contemplación. Nos recuerda la importancia de pararse. Ante una sociedad frenética, el belén nos hace dirigir nuestra mirada a Dios, que es pobre de cosas, pero rico de amor, y nos invita a invertir en lo importante, no en la cantidad de bienes, sino en la calidad de los afectos.

Por último, el belén es una imagen artesanal de la paz ante tanta violencia e individualismo que nos rodea. En el pesebre todos convergen en Jesús, Príncipe de la paz. En torno a Él hay armonía, y nos dice que no estamos solos, porque Él está con nosotros, dándonos una vida nueva.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de Latinoamérica. Ante la celebración de la Navidad, los invito a preparar el belén en sus hogares y a detenerse para contemplarlo, para que el nacimiento de Jesús los llene de alegría y les conceda la paz. Les deseo a todos Feliz Navidad; y agradezco a todos los que en estos días, desde muchas partes del mundo, me han enviado mensajes de felicitación por mi 50 aniversario de sacerdocio y por mi cumpleaños. Gracias sobre todo por vuestra oración. Que Dios los bendiga. 

El Papa y un niño

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