"Podemos decir que hay más esclavos hoy que en los tiempos en que ustedes fueron fundados" El Papa, a los mercedarios: "Búsquen las nuevas esclavitudes y pregúntenle al Señor ¿qué hago?"

El Papa, a los mercedarios
El Papa, a los mercedarios

A los miembros del Capítulo General de la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, el Papa les dijo que quizás hoy hay más esclavos que en los tiempos en que ellos fueron fundados, y que el tema de las nuevas esclavitudes debe ser su desafío. “Búsquenlas y pregúntenle al Señor ¿qué hago?”

"Volver al primer amor, a la fuente, a recobrar la actitud inocente y esperanzada de  nuestros primeros años de vida consagrada"

"Las tinajas que se  vaciaron deben volver a llenarse con la misma ilusión con las que se llenaron antes de comenzar el  banquete"

"Escuchen a María, no teman dejarse sorprender por esa voz que les llama a volver a llenar las tinajas,  a desgastarse en el servicio concreto y sencillo, inútil en los planes del maestro de sala, pero  fundamental para reconocer una obra que no es nuestra sino de Dios"

(Vatican News).- Al recibir esta mañana en la Sala del Consistorio a los treinta y cinco participantes en el Capítulo General de la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, el Santo Padre agradeció las palabras que le dirigió el Maestro General en nombre de los presentes y manifestó su alegría por este encuentro, con motivo de la celebración de su capítulo general. Además, Francisco les dijo que el tema de la asamblea, “en plena consonancia con el origen mariano de su vocación, es el versículo del Evangelio de san Juan: ‘¡Hagan lo que Él les diga!’”. Y añadió que “una elección significativa supone plantearse el proyecto que se disponen a poner en marcha desde la óptica del servicio”

Después de destacar que “la primera solicitud que la Virgen les hace hoy, como miembros del capítulo general, es ponerse a la escucha”, el Papa afirmó que “la situación actual podría compararse con la que se presenta en el evangelio de las bodas de Caná” con la falta del vino. Un concepto que el Obispo de Roma relacionó con “las muchas realidades que podemos ver hoy en el mundo, en la Iglesia”, y en la Orden que “nos hablan de esa carencia, nos hablan de la falta de esperanza, de la falta de motivación, de la falta de soluciones”.

Papa y mercedarios

¡Pónganse a la escucha!

De ahí que, ante esto el Santo Padre les recordara que “la Virgen los interpela”, razón por la cual deben ponerse a la escucha estando atentos a las tentaciones. Puesto que, como les dijo el Papa, “María les pide que sea Jesús quien interpele su corazón de una forma nueva, de una forma original, de una forma inesperada”.

Como en Caná, Jesús no dice lo que se espera escuchar

Francisco hizo una analogía entre las vicisitudes de los siervos de Caná y el capítulo y el itinerario que han recorrido hasta este momento con preguntas, planteamientos, convicciones e interrogantes a los que Jesús, sin embargo, “no responde”, sino que “propone algo que seguramente a ningún siervo se le hubiese pasado por la cabeza: llenar las tinajas de la purificación, y además llenarlas de agua”.

El Pontífice explicó que “Jesús no les dice lo que ellos esperan, sino precisamente algo que jamás habrían imaginado oír”. Por eso añadió que “al capítulo no se va a acertar, se va a escuchar con sencillez, con gratitud, con abandono”. En primer lugar, “escuchar a Dios” – prosiguió – y  “volver al primer amor, a la fuente, a recobrar la actitud inocente y esperanzada de nuestros primeros años de vida consagrada”.

Papa y mercedarios

En la carne sufriente del pobre y del cautivo

‘Al poner de manifiesto que la vocación y la alegría de la Iglesia es “evangelizar”, a pesar de las contradicciones y problemas y sin que la red se rompa, el Santo Padre los invitó a abrir el corazón para acoger las sorpresas de Jesús, sabiendo estar con María junto a Cristo al pie de la cruz, “en la carne sufriente del pobre y del cautivo que Él hizo suya y propia”. “Hoy también existen los cautivos,” añadió el Papa antes de despedirse, “pero la esclavitud es una realidad que se va como conformando cada vez más. Cada vez más y con más variedad”.

“Hoy quizás sin equivocarnos podemos decir que hay más esclavos que en los tiempos en que ustedes fueron fundados, ciertamente. Y eso tiene que ser un desafío, ciertamente, a la respuesta de ustedes. Las nuevas esclavitudes, esas que se disimulan, esas que no se saben, esas escondidas, pero son tantas. Aún en las megalópolis como Roma, Londres, París, de todo, hay esclavitudes que siguen adelante. Búsquenlas y pregúntenle al Señor ¿qué hago?”

Papa y mercedarios

Texto íntegro del discurso del Papa

Queridos hermanos y hermanas: 

Agradezco las palabras que el Padre Maestro General me ha dirigido en nombre de todos, y  me alegro de poder recibirlos aquí con ocasión del capítulo general de la Orden de la Bienaventurada  Virgen María de la Merced. El lema de la asamblea, en plena consonancia con el origen mariano de  su vocación, es el versículo del Evangelio de san Juan: «¡Hagan lo que Él les diga!» (2,5). Es una  elección significativa pues supone plantearse el proyecto que se disponen a poner en marcha desde la  óptica del servicio. Y es que los religiosos no podemos olvidar nunca, que no hay seguimiento sin  servicio ni servicio sin cruz (cf. Jn 12,26).  

De ese modo, la primera solicitud que la Virgen les hace hoy, como miembros del capítulo  general, es ponerse a la escucha. La situación actual podría compararse con la que se presenta en el  evangelio de las bodas de Caná: «no les queda vino». Muchas realidades que podemos ver hoy en el  mundo, en la Iglesia, en la Orden nos hablan de esa carencia, de la falta de esperanza, de motivación,  de soluciones. Ante ello, la Virgen les interpela: ¡pónganse a la escucha! Pero, ¿qué debemos  escuchar?, ¿las voces que nos hablan de todo lo negativo?, ¿las que nos venden soluciones fáciles,  programas alambicados llenos de erudición, o tal vez, las que nos proponen salidas de compromiso?  

Creo que María les dice hoy otra cosa, les pide que sea Jesús quien interpele su corazón de  una forma nueva, original, inesperada. Tal vez los siervos de Caná se reunieron también en capítulo  y pensaron qué podían hacer. Probablemente hubo voces que plantearon los problemas, otras que  aportaron soluciones factibles, aunque arriesgadas, y quizás otras que recomendaron despedir a los invitados de forma honesta, reconociendo la propia incapacidad para afrontar la situación. Es posible  que ustedes hayan recorrido ya ese camino, en todo el itinerario que les ha llevado hasta aquí.

Pero Jesús no responde a estos cuestionamientos, propone algo que seguramente a ningún  siervo se le hubiese pasado por la cabeza, llenar las tinajas de la purificación, y además llenarlas de  agua. Antes incluso de entrar en el sentido de ese gesto, lo que me parece interesante y propongo a  su consideración es que Jesús no les dice lo que ellos esperan, sino precisamente algo que jamás  habrían imaginado oír. Al capítulo no se va a acertar, se va a escuchar con sencillez, con gratitud, con  abandono. En primer lugar, escuchar a Dios, por más que pueda hablarnos por medio del hermano o  de las circunstancias.  

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Por otro lado, las tinajas de la purificación, que seguramente sirvieron al inicio del banquete,  nos llaman a volver al primer amor, a la fuente, a recobrar la actitud inocente y esperanzada de  nuestros primeros años de vida consagrada. Nos piden también que tengamos los ojos limpios de  quien ve la necesidad, y no el fruto que espera obtener por el esfuerzo realizado. Las tinajas que se  vaciaron deben volver a llenarse con la misma ilusión con las que se llenaron antes de comenzar el  banquete. Si se fijan, es un trabajo que hay que hacer, pero que no acometemos porque creemos que  ya no tiene sentido. El Señor nos pide eso: “vuelvan a empezar, cada día, en cada proyecto, no se  cansen, no se desanimen”. 

Es algo que Jesús repite en su Evangelio, cuando pide a Pedro que tire de nuevo las redes, y  este le responde: «¡Señor, no pudimos sacar nada a pesar de que nos cansamos toda la noche!» (Lc  5,5). La realidad a la que nos referíamos antes nos puede parecer una larga noche, y nuestro trabajo  un cansarse sin sentido, si este no se percibe como respuesta generosa al llamado de Jesús, uniéndonos  a la Iglesia en la obra de la evangelización, y viendo cómo, a pesar de todo, la red no se rompe (cf.  Jn 21,3).  

Abramos nuestro corazón para acoger la sorpresa que Jesús nos trae. Juan afirma en su  evangelio que esta verdad no la conoce el maestro de la sala, admirado de que a este punto del  banquete se saque el vino bueno, sólo la pueden conocer «los que estaban sirviendo». Por eso,  escuchen a María, no teman dejarse sorprender por esa voz que les llama a volver a llenar las tinajas,  a desgastarse en el servicio concreto y sencillo, inútil en los planes del maestro de sala, pero  fundamental para reconocer una obra que no es nuestra sino de Dios. Y en todo ello saber “estar”,  como Ella, junto a Cristo al pie de la cruz, en la carne sufriente del pobre y del cautivo que Él hizo  suya. Muchas gracias. 

Papa y mercedarios

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