Invita a la procesión del Santísimo Sacramento por las calles de la ciudad de Roma Papa: "El milagro, más allá del prodigio, es un 'signo' y nos recuerda que los dones de Dios, incluso  los más pequeños, crecen cuanto más se comparten"

El Papa, en el ángelus
El Papa, en el ángelus

"Sabemos, en efecto, que en la raíz de todo compartir humano hay uno más grande  que lo precede: el de Dios hacia nosotros"

"Dios compartió hasta sus últimas consecuencias nuestra pobreza, eligiendo valerse, para redimirnos, precisamente de lo poco que podíamos ofrecerle"

"Queridos hermanos, esta noche haremos la Procesión Eucarística. Celebraremos juntos la  Santa Misa y luego nos pondremos en camino, llevando el Santísimo Sacramento por las calles de  nuestra ciudad"

En la catequesis de la fiesta del Corpus, el Papa León XIV glosa el evangelio del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, porque ""El milagro, más allá del prodigio, es un “signo” y nos recuerda que los dones de Dios, incluso  los más pequeños, crecen cuanto más se comparten". 

Según Prevost, en la raíz del compartir humano está el de Dios, que "compartió hasta sus últimas consecuencias nuestra pobreza, eligiendo valerse, para redimirnos, precisamente de lo poco que podíamos ofrecerle".

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Corpus

Alocución del Papa en el ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo! 

Hoy, en muchos países, se celebra la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus  Domini, y el Evangelio narra el milagro de los panes y los peces (cf. Lc 9,11-17). Para dar de comer a las miles de personas que acudieron a escucharlo y a pedirle curación,  Jesús invita a los Apóstoles a que le presenten lo poco que tienen, bendice los panes y los peces y les ordena que los distribuyan entre todos. El resultado es sorprendente, no sólo cada uno recibe comida  suficiente, sino que sobra en abundancia (cf. Lc 9,17). 

El milagro, más allá del prodigio, es un “signo” y nos recuerda que los dones de Dios, incluso  los más pequeños, crecen cuanto más se comparten. 

Sin embargo, al leer todo esto en el día del Corpus Domini, reflexionamos sobre una realidad  aún más profunda. Sabemos, en efecto, que en la raíz de todo compartir humano hay uno más grande  que lo precede: el de Dios hacia nosotros. Él, el Creador, que nos dio la vida, para salvarnos pidió a  una de sus criaturas que fuera su Madre, para asumir un cuerpo frágil, limitado, mortal, como el  nuestro, poniéndose en sus manos como un niño. Así compartió hasta sus últimas consecuencias nuestra pobreza, eligiendo valerse, para redimirnos, precisamente de lo poco que podíamos ofrecerle  (cf. NICOLÁS CABÁSILAS, La vida en Cristo, IV, 3). 

Pensemos en lo bonito que es, cuando hacemos un regalo —quizás pequeño, acorde con  nuestras posibilidades— ver que es apreciado por quien lo recibe; lo contentos que nos sentimos  cuando comprobamos que, a pesar de su sencillez, ese regalo nos une aún más a quienes amamos.  Pues bien, en la Eucaristía, entre nosotros y Dios, sucede precisamente esto, el Señor acoge, santifica  y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los  transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios  se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo  y compartiendo con igual alegría su don de amor. De este modo —dice san Agustín—, como el  “conjunto de muchos granos se ha transformado en un solo pan, así en la concordia de la caridad se  forma un solo cuerpo de Cristo” (cf. Sermón 229/A, 2). 

Queridos hermanos, esta noche haremos la Procesión Eucarística. Celebraremos juntos la  Santa Misa y luego nos pondremos en camino, llevando el Santísimo Sacramento por las calles de  nuestra ciudad. Cantaremos, rezaremos y, finalmente, nos reuniremos en la Basílica de Santa María  la Mayor para implorar la bendición del Señor sobre nuestros hogares, nuestras familias y toda la  humanidad. Partiendo desde el altar y el sagrario, que esta celebración sea un signo luminoso de  nuestro compromiso de ser cada día portadores de comunión y paz los unos para los otros, en el  compartir y en la caridad. 

Muldiplicación de los panes

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