"Intercedo, “sumerjo” en Dios a las personas que conozco" El Papa recuerda: "El cielo ya no es distante, es nuestra casa"

Audiencia papal
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Hoy celebramos “la conquista del cielo”; hoy no solo “tocamos el cielo con un dedo”, como se dice en los momentos de gran felicidad, sino con toda nuestra carne

 con la Ascensión sucedió algo nuevo y hermoso: Jesús ha llevado nuestra humanidad al cielo, es decir a Dios

¿yo intercedo, “sumerjo” en Dios a las personas que conozco, a las que me encomiendan sus problemas, las que atraviesan momentos difíciles?

El cielo ya no es distante, es nuestra casa

Desde la cátedra de la ventana, el Papa Francisco glosa, en su catequesis del Regina Coeli, el significado de la Ascensión de Jesús al cielo. "Hoy celebramos “la conquista del cielo”; hoy no solo “tocamos el cielo con un dedo”, como se dice en los momentos de gran felicidad, sino con toda nuestra carne". Porque "con la Ascensión sucedió algo nuevo y hermoso: Jesús ha llevado nuestra humanidad al cielo, es decir a Dios". Y, desde el cielo, intercede por nosotros, para que nosotros hagamos lo mismo: "¿yo intercedo, “sumerjo” en Dios a las personas que conozco, a las que me encomiendan sus problemas, las que atraviesan momentos difíciles?" 

 Las palabras del Papa en la oración del Regina Caeli 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

Hoy en Italia y en muchos otros países se celebra la Ascensión del Señor. Es una fiesta que conocemos bien, pero que puede hacer surgir algunas preguntas, al menos dos. La primera: ¿por qué celebrar la partida de Jesús de la tierra? ¡Su despedida parecería un momento triste, no algo por lo que estar alegre! Y una segunda pregunta: ¿qué hace ahora Jesús en el cielo, por qué es importante que esté ahí? Por qué celebramos y qué hace Jesús ahora: estas son las dos preguntas que nos ayudan a entender lo que celebramos.  

Por qué celebramos. Porque con la Ascensión sucedió algo nuevo y hermoso: Jesús ha llevado nuestra humanidad, nuestra carne, al cielo, es decir a Dios. Esa humanidad, que había tomado en la tierra, no se ha quedado aquí, ha subido a Dios y estará ahí para siempre. Desde el día de la Ascensión Dios mismo, podríamos decir, ha “cambiado”: ¡desde entonces ya no es solo espíritu, sino que por todo lo que nos ama lleva en sí nuestra misma carne, nuestra humanidad!

El lugar que nos espera está indicado, nuestro destino está ahí. Así escribía un antiguo Padre en la fe: «¡Espléndida noticia! Aquel que se ha hecho hombre por nosotros […], para hacernos sus hermanos, se presenta como hombre delante del Padre, para llevar consigo a todos aquellos que están unidos a él» (S. Gregorio de Nisa, Discurso sobre la resurrección de Cristo, 1). Hoy celebramos “la conquista del cielo”; hoy no solo “tocamos el cielo con un dedo”, como se dice en los momentos de gran felicidad, sino con toda nuestra carne. El cielo ya no es distante, es nuestra casa, es el lugar al que Jesús ha ido a prepararnos. Él nos ha abierto el camino y nosotros podemos seguirlo, y vivir para siempre en el paraíso como hijos del Padre.  

La segunda pregunta: ¿qué hace Jesús en el cielo? Él está por nosotros delante del Padre, le muestra continuamente nuestra humanidad, las llagas que ha sufrido por nosotros; “trabaja”, por así decir, como nuestro abogado ante el Padre (cfr 1 Jn 2,1). Por eso no nos ha dejado solos. De hecho, antes de ascender nos dijo, como dice el Evangelio hoy: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo» (Mt 28,20). Está siempre con nosotros, está «siempre vivo para interceder» (Hb 7,25) a nuestro favor. En una palabra, por tanto, intercede; está en el mejor “lugar”, delante del Padre suyo y nuestro, para interceder por nosotros. Y por tanto, espera que le presentemos las situaciones, los problemas, las personas, pero también las miserias y los pecados, para obtener perdón y misericordia, y mandar sobre nosotros su amor y el del Padre, el Espíritu Santo.  

La intercesión es fundamental. Por eso Jesús en el Evangelio de hoy nos pide también por nosotros que trabajemos, que seamos laboriosos, “bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (cfr Mt 28,19). Bautizar literalmente quiere decir “sumergir”: además del significado sacramental, podemos pensar que estamos llamados a “sumergir” en Dios todo, lo que vivimos y a quien encontramos. Entonces preguntémonos: ¿yo intercedo, “sumerjo” en Dios a las personas que conozco, a las que me encomiendan sus problemas, las que atraviesan momentos difíciles? ¿Me hago intercesor por ellos ante Jesús, que espera mi oración para donar su Espíritu a los que le presento? ¿Llevo al Señor mis fatigas, pero también las de la Iglesia y el mundo? La Reina del cielo nos ayude a interceder con la fuerza de la oración.  

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