En una audiencia, las animó a "arraigar su vida y misión en Cristo para servir a quienes más lo necesitan" El Papa, a las religiosas: Fidelidad a la sabiduría del Evangelio y escucha de los signos de los tiempos

León XIV recibe a las Hijas de la Divina Caridad, las Hermanas de la Orden de San Basilio Magno y de la Congregación Agustinas Hermanas del Amparo, y las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones, con motivo de los Capítulos Generales
En su discurso, invitó a seguir el ejemplo de San Agustín, San Basilio y San Francisco, quienes han abierto nuevos caminos de servicio, especialmente hacia los niños, los pobres, los huérfanos, los migrantes, los ancianos y los enfermos.
(Vatican News).- “¿Cuánto sacia el Señor mi sed de vida, amor y luz?”. León XIV ofrece esta reflexión a las representantes de diversos institutos religiosos femeninos, recibidas esta mañana, 30 de junio, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico. Se trata de las Hermanas de la Orden de San Basilio Magno, las Hijas de la Divina Caridad, las Hermanas Agustinas del Amparo y las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones, que se encuentran en Roma para su Capítulo General o para vivir el Jubileo.
En su discurso, el Pontífice las animó a arraigar su vida y misión en Cristo para servir a quienes más lo necesitan, encontrando la fuerza e inspiración de los fundadores y fundadoras de sus diversas realidades. Sus historias muestran una dinámica común, donde la luz de grandes modelos de vida espiritual del pasado —como Agustín, Basilio, Francisco—, a través del ascetismo, la valentía y la santidad de vida de los fundadores y fundadoras, ha inspirado y hecho crecer nuevas formas de servicio, especialmente hacia los más débiles: niños, niñas y niños pobres, huérfanos, migrantes, a los que con el tiempo se han sumado los ancianos y los enfermos, además de muchos otros ministerios de caridad.
Citando al mismo santo que fundó la orden a la que pertenece, san Agustín, el Papa León subrayó la importancia de «la primacía de Dios en la vida cristiana». El obispo de Hipona dijo: «Dios es tu todo. Si tienes hambre, Dios es tu pan; si tienes sed, Dios es tu agua; si estás en tinieblas, Dios es tu luz inmarcesible; si estás desnudo, Dios es tu vestidura inmortal», explica León XIV. Insiste en la importancia de dejarnos interpelar por estas afirmaciones: "¿Hasta qué punto es esto cierto para mí?".
"Es este arraigo en Cristo lo que llevó a quienes nos precedieron —hombres y mujeres como nosotros, con dones y limitaciones como los nuestros— a hacer cosas que quizás nunca imaginaron que podrían lograr, permitiéndoles sembrar semillas de bien que, atravesando siglos y continentes, han llegado hoy prácticamente a todo el mundo, como demuestra vuestra presencia".
El Evangelio es el mejor impulsor del servicio
Más allá del motivo de vuestra estancia en Roma —para el Jubileo o para los Capítulos Generales—, «en ambos casos venís a la tumba de Pedro para renovar vuestro amor al Señor y vuestra fidelidad a la Iglesia» y para «tomar decisiones importantes de las que depende vuestro futuro, el de vuestras hermanas y el de la Iglesia», añadió el Pontífice. Por esta razón, anclarse en Cristo se vuelve aún más fundamental.

"La alternancia de su pasado y la vitalidad del presente demuestran cómo la fidelidad a la antigua sabiduría del Evangelio es el mejor impulsor para quienes, impulsados por el Espíritu Santo, emprenden nuevos caminos de entrega, dedicados al amor a Dios y al prójimo, escuchando atentamente los signos de los tiempos".
Arraigados y fundados en la caridad
El Papa también citó el decreto Perfectae caritatis del Concilio Vaticano II para destacar cómo los miembros de los institutos religiosos dedicados a la caridad deben estar animados por un «espíritu apostólico, y toda acción apostólica debe estar animada por un espíritu religioso», para poder vivir «en primer lugar» su «vocación que los llama a seguir a Cristo».
Finalmente, como conclusión del discurso, el “deseo” que san Pablo dirige a los efesios: “Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, seáis capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo, que supera todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”.
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