Francisco reivindica la fuerza de las raíces en un multitudinario encuentro en Iasi "Cuando las personas no se amen, será el fin del mundo, porque sin amor y sin Dios ningún hombre puede vivir en la Tierra"

El Papa saluda a las personas que le esperaban en la catedral de Iasi
El Papa saluda a las personas que le esperaban en la catedral de Iasi

“Nos pertenecemos los unos a los otros y la felicidad personal pasa por hacer felices a los demás. Todo lo demás es cuento”

“El maligno divide, desparrama, separa y enfrenta, siembra desconfianza. Quiere que vivamos 'descolgados' de los demás y de nosotros mismos”

De Transilvana a la frontera con Moldavia... y el Papa empezó a saltarse el guión. A la entrada a la catedral de Santa María Reina de Iasi, después de otro maratoniano traslado, Francisco se metió entre las filas de sillas de ruedas, y saludó, uno por uno, a todos los impedidos, en su mayor parte ancianos, que no podrían moverse para llegar hasta el Papa.

Después, se fue hacia la izquierda, y se perdió en la maraña de manos, besos y salivas del grupo de disminuidos psíquicos a los que se había dado un lugar de honor.

Francisco no tenía ninguna prisa, y después se dirigió por el pasillo central, deteniéndose a chocar todas y cada una de las manos. Después de dos trayectos agotadores, el Papa parecía rejuvenecer al contacto con la gente.  "Gracias por venir – les dijo – gracias por estar con sus enfermos y gracias a ustedes que llevan adelante la enfermedad ofreciéndosela al Señor. Ahora oremos juntos a la Virgen antes de la bendición".

Sólo cuando hubo terminado de abrazar a todos los que, pacientemente, habían aguardado para contemplar, siquiera un instante, al sucesor de Pedro, en la catedral, Bergoglio hizo caso a su equipo de seguridad y se dirigió al papamóvil para trasladarse a la plaza del Palacio de la Cultura de Iasi, no sin antes bendecir la piedra que señala el comienzo del 'Camino Rumano' de peregrinación a Santiago. Tal vez en 2021 Bergoglio tenga ocasión de llegar a los pies del Apóstol.

Cien mil fieles

A diferencia de lo ocurrido en el anterior viaje a Macedonia y Bulgaria, el de Rumanía sí que está resultando multitudinario. Pese a la lluvia, intermitente durante toda la jornada, todas las avenidas estaban llenas de fieles. También las plazas como la de Iasi, donde cien mil fieles, familias, jóvenes y personas mayores, quisieron escuchar al Papa, y los testimonios que le precedieron.

Elisabetta e Ioan, un matrimonio de ancianos, que han tenido hasta 11 hijos (siete casados, dos sacerdotes y dos religiosas), y Eduard, plantearon sus preguntas y deseos a Bergoglio. La gran familia relató sus problemas con las autoridades comunistas, que no veían con buenos ojos que tuvieran tantos hijos.

Tras ellos, el Papa dirigió unas sentidas palabras. “aquí con vosotros se siente el calor del hogar, de estar en familia, rodeado de pequeños y grandes”. “Es fácil, viéndoos y escuchándoos, sentirse en casa”, confesó, agradeciendo a los jóvenes que, antes, habían organizado un encuentro intergeneracional.

Francisco pidió un aplauso para todos los niños de Rumanía -hoy se celebra el día del niño en el país- y se comprometió a “regalarles el derecho al futuro”. Niños como los 11 que tienen Elisabetta e Ioan, “que vinieron de lugares diferentes, pero hoy están todos reunidos”.

"Nos toca a nosotros esta responsabilidad"

“Es la experiencia de un nuevo Pentecostés, donde el Espíritu abraza nuestras diferencias y nos da la fuerza para abrir caminos de esperanza sacando lo mejor de cada uno”, como hicieron los apóstoles en tiempos de Jesús. “Hoy nos toca a nosotros tomar el relevo y animarnos a sembrar. No podemos esperar que sean otros, nos toca a nosotros”, aspiró el Papa.

Francisco, con una de las familias
Francisco, con una de las familias

Francisco reconoció que “es difícil caminar juntos”, pero, como Elisabetta e Ioan, “es lindo ver cuando el amor echa raíces con entrega y compromiso, trabajo y oración”. “Vosotros miráis el futuro y abrís el mañana para vuestros hijos, para vuestros nietos, para vuestro pueblo ofreciéndoles lo mejor que han aprendido durante vuestro camino: que no olvidéis de dónde partisteis. Vayáis a donde vayáis, hagáis lo que hagáis, no olvidéis las raíces”, pidió Francisco.

“Es la sabiduría que dan los años: cuando crezcas, no te olvides de tu madre y de tu abuela, y de esa fe sencilla pero robusta que las caracterizaba y que les daba fuerza y tesón para ir adelante y no desfallecer. Es una invitación a dar gracias y reivindicar la generosidad, valentía, desinterés de una fe “casera” que pasa desapercibida pero que va construyendo poco a poco el Reino de Dios”.

Ciertamente, “la fe no cotiza en bolsa, no vende, puede parecer que no sirve para nada. Pero es un regalo que mantiene viva una certeza honda y hermosa: nuestra pertenencia de hijos e hijos amados de Dios”, recalcó Bergoglio, pues “Dios ama con amor de Padre. Cada vida, cada uno de nosotros le pertenecemos”.

No somos seres sin rostro

La familia es el gran tapón de contención contra el demonio. “El maligno divide, desparrama, separa y enfrenta, siembra desconfianza. Quiere que vivamos 'descolgados' de los demás y de nosotros mismos”, advirtió Francisco Sin embargo, recordó, “no somos seres anónimos, abstractos, seres sin rostro, sin historia, sin identidad. No somos seres vacíos ni superficiales”.

“Todos florecemos cuando nos sentimos amados”, añadió Francisco, porque “el amor echa y nos invita a echar raíces en la vida de los demás”. “Nos pertenecemos los unos a los otros y la felicidad personal pasa por hacer felices a los demás. Todo lo demás es cuento”, proclamó.

El fin del mundo

“Cuando las personas no amen más, será verdaderamente el fin del mundo, porque sin amor y sin Dios ningún hombre puede vivir en la tierra”, subrayó el Pontífice, quien recordó las palabras de Eduard sobre las “numerosas provocaciones” que sufren quienes intentan vivir su fe. “Son muchas las provocaciones que nos pueden desanimar y encerrarnos en nosotros mismos. No podemos negarlo ni hacer como que no pasara nada”, admitió. “Pero eso no puede hacernos perder de vista que la fe nos regala la mayor de las provocaciones: Esa que, lejos de encerrarte o aislarte, hace brotar lo mejor de cada uno. El Señor es el primero en provocarnos”.

Francisco, rodeado de enfermos
Francisco, rodeado de enfermos

Bergoglio recordó a jóvenes y familias que “Dios nos pide que usemos nuestra libertad como libertad de elección, de decirle sí a un proyecto de amor, a un rostro, a una mirada. Esta es una libertad mucho más grande que poder consumir y comprar cosas”. Una vocación que “nos pone en movimiento, nos hace derribar trincheras y abrir caminos que nos recuerden esa pertenencia de hijos y hermanos”.

A fin de cuentas, “no se trata de generar grandes programas o proyectos sino de dejar crecer la fe”, pues “la fe no se transmite sólo con palabras sino con gestos, miradas, caricias como la de nuestras madres, abuelas; con el sabor a las cosas que aprendimos en el hogar, de manera simple y auténtica”.

“Allí donde exista mucho ruido, que sepamos escuchar; donde haya confusión, que inspiremos armonía; donde todo se revista de ambigüedad, que podamos aportar claridad; donde haya exclusión, que llevemos compartir; en el sensacionalismo, el mensaje y la noticia rápida, que cuidemos la integridad de los demás; en la agresividad, que prioricemos la paz; en la falsedad, que aportemos la verdad; que en todo, en todo privilegiemos abrir caminos para sentir esa pertenencia de hijos y hermanos”.

El Papa, en Iasi
El Papa, en Iasi

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