"No olvidemos la martirizada Ucrania, no olvidemos Palestina, no olvidemos Israel" Papa: "Los santos no son héroes inalcanzables, sino personas de la puerta de al lado"

Santos de la puerta de al lado
Santos de la puerta de al lado

"¿Siento a los santos cerca de mí, me dirijo a ellos? ¿Conozco la historia de algunos de ellos?"

"Los santos nos sostienen y, cuando en la ruta erramos el camino, con su presencia silenciosa nunca dejan de corregirnos; son amigos sinceros"

los santos no son héroes inalcanzables o lejanos, sino personas como nosotros, nuestros amigos

“La santidad es don y, al mismo tiempo, es camino”

seguro que hemos conocido a algunos de ellos, a algunos santos "de la puerta de al lado"

En la festividad de Todos los Santos, el Papa Francisco, desde la cátedra de la ventana, glosa el concepto de santidad y recuerda que “es don y, al mismo tiempo, es camino”. Un don que todos hemos recibido en el bautismo y que “si lo dejamos crecer, puede cambiar completamente nuestra vida”. Porque, “los santos no son héroes inalcanzables o lejanos, sino personas como nosotros, nuestros amigos”. Es decir, los ‘santos de la puerta de al lado’.

Acogido el don, la santidad es también camino, que hay que recorrer juntos y ayudados por los santos: “Ellos nos sostienen y, cuando en la ruta erramos el camino, con su presencia silenciosa nunca dejan de corregirnos; son amigos sinceros”. Y, por eso, Francisco termina invitando a la gente a dirigirse a ellos y a conocer sus historias.

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Tras le bendición, el Papa saludó a los presentes y pidió, una vez más a la gente que no se olvide de las guerras actuales: "No olvidemos la martirizada Ucrania, no olvidemos Palestina, no olvidemos Israel. No olvidemos tantos otros lugares en los que hay guerra"

Las palabras del Papa en la oración del Ángelus 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

Hoy celebramos la solemnidad de Todos los Santos. A la luz de esta fiesta, detengámonos unos minutos en la santidad, en particular en dos de sus características: ella es don, un regalo, no se puede comprar y, al mismo tiempo, es camino. En primer lugar, es un don. La santidad es un don de Dios que hemos recibido en el Bautismo: si lo dejamos crecer, puede cambiar completamente nuestra vida (cf. Exhortación apostólica Gaudete et exsultate,  15), iluminándola con la alegría del Evangelio.

Por eso, los santos no son héroes inalcanzables o lejanos, sino personas como nosotros, nuestros amigos, cuyo punto de partida es el mismo don que nosotros hemos recibido.  De hecho, si lo pensamos bien, seguro que hemos conocido a algunos de ellos, a algunos santos "de la puerta de al lado": personas generosas que, con la ayuda de Dios, han correspondido al don recibido y se han dejado transformar día a día por la acción del Espíritu Santo.

Así pues, la santidad es un don que se ofrece a todos para tener una vida feliz. Y, al fin y al cabo, cuando recibimos un don, ¿cuál es nuestra primera reacción?  Precisamente que nos ponemos felices, porque significa que alguien nos ama; felices, "dichosos", como repite tantas veces Jesús hoy en el Evangelio de las Bienaventuranzas (cf. Mt 5,1-12).

Todo don, sin embargo, debe ser acogido, y conlleva la responsabilidad de dar una respuesta y la invitación a esforzarse para que no sea desperdiciado. El Concilio Vaticano II lo recuerda cuando afirma que todos los bautizados han recibido la misma llamada a "mantener y perfeccionar con su vida la santidad que han recibido" (Lumen gentium, 40). Por eso decimos -y éste es el segundo punto- que la santidad es también un camino, un camino que hay que recorrer juntos, ayudándonos unos a otros, unidos a esos excelentes compañeros de ruta que son los Santos. 

Ellos son nuestros hermanos y hermanas mayores, con los que siempre podemos contar: nos sostienen y, cuando en la ruta erramos el camino, con su presencia silenciosa nunca dejan de corregirnos; son amigos sinceros, en los que podemos confiar, porque desean nuestro bien, no nos señalan con el dedo y nunca nos traicionan. En sus vidas encontramos un ejemplo, de sus oraciones recibimos ayuda y amistad, y en la comunión con ellos nos une un vínculo de amor fraterno, como dice la liturgia (cf. Misal Romano, Prefacio de los Santos I).  

Con ellos formamos una gran familia en camino, la Iglesia, compuesta por hombres y mujeres de toda lengua, condición y proveniencia (cf. Ap 7, 9), unidos por el mismo origen, el amor de Dios, y orientados hacia la misma meta, la plena comunión con Él, el paraíso: ellos ya lo han alcanzado, nosotros estamos en camino. 

La santidad es don y camino. Entonces, podemos preguntarnos: ¿recuerdo que he recibido el don del Espíritu Santo, que me llama a la santidad y me ayuda a llegar a ella? ¿Le doy las gracias por ello? ¿Siento a los santos cerca de mí, hablo con ellos, me dirijo a ellos? ¿Conozco la historia de algunos de ellos? Nos hace bien conocer la vida de los santos y motivarnos con sus ejemplos. Y nos hace muy bien dirigirnos a ellos en la oración. 

Que María, Reina de todos los Santos, nos haga sentir la alegría del don recibido y aumente en nosotros el deseo de la meta eterna.  

Saludos después del ángelus

Seguimos rezando por las poblaciones que sufren a causa de las guerras de hoy.

No olvidemos la martirizada Ucrania, no olvidemos Palestina, no olvidemos Israel. No olvidemos tantos otros lugares en los que hay guerra

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