“La vergüenza debería caer sobre aquellos que se aprovechan de la debilidad de la enfermedad y la vejez” El Papa: "Por favor, que no se use el grano, alimento de base, como arma de guerra"

El Papa y una anciana
El Papa y una anciana

"¿Por qué la civilización moderna, tan avanzada y eficiente, se siente tan incómoda con la  enfermedad y la vejez?"

"Toda la sociedad debe apresurarse para cuidar de sus ancianos, cada vez más numerosos, y a  menudo también más abandonados"

"Hay entonces un 'magisterio de la fragilidad', que la vejez es capaz de recordar de manera creíble  para todo el arco de la vida humana"

" La vejez llega a todos. También tú serás anciana o anciano. Trátales como quisieras que te traten"

El Papa Francisco continúa con el ciclo de catequesis sobre le vejez. Esta vez, apoyándose en el salmista, que pide al Señor que no lo abandone en su ancianidad. Francisco denuncia que la civilización moderna “tan avanzada y eficiente, se siente tan incómoda con la  enfermedad y la vejez” y pide a toda la sociedad que aprenda el “magiesterio de la fragilidad” y que “cuide de los ancianos, cada vez más numerosos y, a menudo también, más abandonados”. De no hacerlo, “la vergüenza debería caer sobre aquellos que se aprovechan de la debilidad de la  enfermedad y la vejez”.

En su saludo en italiano, el Papa expresa su preocupación por la situación de bloqueo de las exportaciones del grano ucraniano, "de las que depende la vida de millones de personas, especialmente en los países más pobres". Y lanza un nuevo grito a los rusos: "Por favor, que no se use el grano, alimento de base, como arma de guerra"

Texto íntegro de la catequesis del Papa

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!  

La hermosa oración del anciano que encontramos en el Salmo 71 nos anima a meditar sobre la  fuerte tensión que habita la condición de la vejez, cuando la memoria de las fatigas superadas y de las  bendiciones recibidas es puesta a prueba por la fe y la esperanza.  

El Papa, en la audiencia
El Papa, en la audiencia

La prueba se presenta ya de por sí con la debilidad que acompaña el paso a través de la fragilidad  y la vulnerabilidad de la edad avanzada. Y el salmista – un anciano que se dirige al Señor – menciona  explícitamente el hecho de que este proceso se convierte en una ocasión de abandono, de engaño, de  prevaricación y de prepotencia, que a veces se ensaña contra el anciano. Una forma de vileza en la que  nos estamos especializando en nuestra sociedad. En la cultura del descarte, los ancianos son marginados.

De hecho, no faltan quienes se aprovechan de la edad del  anciano, para engañarlo, para intimidarlo de mil maneras. A menudo leemos en los periódicos o  escuchamos noticias de personas ancianas que son engañadas sin escrúpulos para apoderarse de sus  ahorros; o que quedan desprotegidos y abandonados sin cuidados; u ofendidos por formas de desprecio e  intimidados para que renuncien a sus derechos. Tales crueldades también ocurren en las familias. Y esto es grave, pero pasa: ancianos abandonados en la sresidencias, sin que los hijos vahan a verlos. El anciano marginado y colocado en la frontera de la existencia. Tenemos que reflexionar sobre eso.

Toda la sociedad debe apresurarse para cuidar de sus ancianos, cada vez más numerosos, y a  menudo también más abandonados. Son el tesoro. Cuando oímos hablar de ancianos que son despojados de su  autonomía, de su seguridad, incluso de su hogar, entendemos que la ambivalencia de la sociedad actual en  relación con la edad anciana no es un problema de emergencias puntuales, sino un rasgo de esa cultura del  descarte que envenena el mundo en el que vivimos.

Anciana en la audiencia
Anciana en la audiencia

El anciano del salmo confía a Dios su desánimo:  «Porque de mí mis enemigos hablan, los que espían mi alma se conviertan: “¡Dios le ha desamparado,  perseguidle, apresadle, pues no hay quien le libere!» (vv.10-11). Las consecuencias son fatales. La vejez  no solo pierde su dignidad, sino que duda incluso de que merezca continuar. Así, todos somos tentados  para esconder la propia vulnerabilidad, esconder nuestra enfermedad, nuestra edad, nuestra vejez, porque  tememos que sean la antesala de nuestra pérdida de dignidad. Preguntémonos: ¿es humano inducir este  sentimiento? ¿Por qué la civilización moderna, tan avanzada y eficiente, se siente tan incómoda con la  enfermedad y la vejez? ¿Y por qué la política, que se muestra tan comprometida con definir los límites de  una supervivencia digna, al mismo tiempo es insensible a la dignidad de una convivencia afectuosa con  los ancianos y los enfermos?

El anciano del salmo, que ve su vejez como una derrota, descubre la confianza en el Señor. Siente  la necesidad de ser ayudado. Y se dirige a Dios. San Agustín, comentando este salmo, exhorta al anciano:  «No temas ser abandonado en la debilidad, en la vejez. […] ¿Por qué has de temer que [el Señor] te  abandone, que te rechace en la vejez, cuando te falten las fuerzas? Al contrario, en ti residirá su fortaleza,  cuando se vaya menguando la tuya» (PL 36, 881-882). Y el salmista anciano invoca: «¡Por tu justicia  sálvame, libérame! ¡Tiende hacia mí tu oído y sálvame! ¡Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte  que me salve, pues mi roca eres tú y mi fortaleza!» (vv. 2-3). La invocación testimonia la fidelidad de  Dios y cuestiona su capacidad de sacudir las conciencias desviadas de la insensibilidad para la parábola  de la vida mortal, que debe ser custodiada en su integridad. Reza así: «¡Oh Dios, no te estés lejos de mí, Dios mío, ven pronto en mi socorro! ¡Confusión y vergüenza sobre aquellos que acusan a mi alma;  cúbranse de ignominia y de vergüenza los que buscan mi mal!» (vv. 12-13). 

De hecho, la vergüenza debería caer sobre aquellos que se aprovechan de la debilidad de la  enfermedad y la vejez. La oración renueva en el corazón del anciano la promesa de la fidelidad y de la  bendición de Dios. El anciano redescubre la oración y da testimonio de su fuerza. Jesús, en los  Evangelios, nunca rechaza la oración de quien necesita ayuda. Los ancianos, por su debilidad, pueden  enseñar a los que viven otras edades de la vida que todos necesitamos abandonarnos en el Señor, invocar  su ayuda. En este sentido, todos debemos aprender de la vejez: sí, hay un don en ser anciano entendido  como abandonarse al cuidado de los demás, empezando por Dios mismo. 

Monja y ancianos
Monja y ancianos

Hay entonces un “magisterio de la fragilidad”, que la vejez es capaz de recordar de manera creíble  para todo el arco de la vida humana. No esconder la fragilidad. Este magisterio abre un horizonte decisivo para la reforma de nuestra  propia civilización. Una reforma que ahora es indispensable en beneficio de la convivencia de todos. La  marginación -conceptual y práctica- de la vejez corrompe todas las etapas de la vida, no sólo la de la  ancianidad. Pensemos en los ancianos de la familia. ¿Los he echado de mi vida o voy a ellos a parender la sabiduría de la vida? La vejez llega a todos. También tú serás anciana o anciano. Trátales como quisieras que te traten. Que el Señor conceda a los ancianos que forman parte de la Iglesia la generosidad de esta  invocación y de esta provocación. Por el bien de todos. 

Saludo en español

Queridos hermanos y hermanas:  

En esta catequesis consideramos, con el salmista la fragilidad y la vulnerabilidad presentes  en la vida de los ancianos. Esta realidad, ya dura en sí misma, da origen en nuestra civilización a  situaciones de abandono, de engaños y se abusos contra las personas mayores. Es paradójico que  nuestra sociedad, tan avanzada en su presunta eficacia, propicie al mismo tiempo estas injusticias,  cada vez más numerosas, que lejos de ser una excepción, muestran palpablemente la cultura del  descarte que se ha apoderado de ella.

Ante esto, el salmista reafirma su confianza en el Señor, que es para él “la roca de refugio”  (Sal 71, 3). Pues, de hecho, cuando nuestras fuerzas se terminan, el Señor nos colma de seguridad y  fortaleza. Toda la sociedad debe sentirse interpelada por su incapacidad de convivir con la vejez,  incapacidad que en ocasiones llega a hacer que los ancianos sean despojados de su dignidad y no se  acepte la vulnerabilidad y fragilidad propias de esa etapa de la vida. 

Estamos llamados a acoger el magisterio de la fragilidad, que la vejez pone antes nuestros  ojos de manea creíble en todo el arco de la vida humana, pues todos tenemos necesidad de confiar  en Dios e invocar su ayuda. El magisterio de la fragilidad es necesario para realizar una reforma  indispensable en nuestra civilización, pues la marginación de los ancianos afecta todas las etapas de  la vida.  

Papa y anciana

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Hagamos nuestra la súplica del  anciano enfermo del salmo, la cual nos recuerda que en la oración y confianza en el Señor  encontramos nuestra fuerza y refugio en los momentos difíciles de la vida. Dios los bendiga.  Muchas gracias. 

Saludo en italiano

Expreso mi gran preocupación por la exportación del grano de Ucrania, de la que depende la vida de millones de personas, especialmente en los países más pobres.

Hago un llamamiento apremiante, para que se haga todo tipo de esfuerzos para resolver tal cuestión y garantizar el derecho humano para poder alimentarse.Por favor, que no se use el grano, alimento de base, como arma de guerra.

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