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En un congreso sobre el padre de la 'realpolitik' de la Santa Sede
(Vatican News).- El martes 23 de enero, concluyó el congreso "El cardenal Ercole Consalvi. Un diplomático en tiempos tempestuosos 1757-1824", organizado por la Secretaría de Estado, con el Pontificio Comité para las Ciencias Históricas y los Museos Vaticanos, con ocasión del bicentenario de la muerte del purpurado, y que tuvo lugar en la Sala de Conferencias de los Museos Vaticanos, titulado.
Fallecido el 24 de enero de 1824, el cardenal Ercole Consalvi pasó a la historia por su servicio como secretario de Estado del papa Pío VII, con quien, como recuerda el actual secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, "había logrado construir una mutua comprensión política y humana".
Parolin esbozó algunos pasajes significativos de la biografía del cardenal romano, que fue dos veces secretario de Estado, entre los años 1800 y 1806 y de 1814 a 1823.
"La interrupción –señaló el cardenal– se debió al capricho del emperador Napoleón, quien, debido a la información inadecuada de su embajador en Roma, el cardenal Joseph Fesch, consideró a Consalvi verdadero responsable del distanciamiento entre las cortes de París y Roma; en este caso, lo consideró culpable de la falta de voluntad del Papa de acatar la política exterior francesa”.
Parolin afirmó que la figura del cardenal Consalvi ha estado presente desde los primeros momentos de su carrera diplomática. De hecho, explicó, en la Academia Eclesiástica de Piazza della Minerva, el lugar donde se formaban los diplomáticos papales para su futuro trabajo y donde estudió el propio Consalvi, se conserva uno de los pocos retratos del cardenal. También Parolin, en su discurso de inauguración, agradeció a monseñor Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, lo que pudo hacer para celebrar adecuadamente el aniversario.
El nombre de Consalvi –prosiguió explicando el cardenal– es sinónimo de una determinada forma de hacer diplomacia. De hecho, fue capaz de "negociar con el primer cónsul, Napoleón Bonaparte, para asegurar la pacificación religiosa de Francia mediante el concordato de 1801. Resistió al emperador Napoleón, quien quiso frenar la autonomía de la política exterior papal en 1806. Se alineó en torno a las prerrogativas papales sobre la nulidad de la boda imperial en 1810 hasta el punto de perder los atributos externos del cardenalato (el color rojo) y quedar reducido a "cardenal negro".
Consalvi se negó a asistir a la boda entre Napoleón y María Luisa de Austria, lo que provocó la ira del emperador, que ordenó que se confiscaran sus bienes y los de otros doce cardenales y que se les privara de su rango, teniendo que vestir como sacerdotes normales, de ahí el apodo de "cardenales negros".
Además reposicionó a la Santa Sede en la dinámica internacional gracias a su labor en el Congreso de Viena (1814-1815), hasta el punto de ver al papado como participante activo en la era de la diplomacia multilateral de los Congresos internacionales de la Restauración de Verona a Liubliana, y relanzó –prosiguió recordando el cardenal Parolin – con determinación y creatividad la temporada de los concordatos, llegando por primera vez a firmar textos incluso con potencias no católicas".
"En un momento en que el principio de legitimidad atravesaba las reflexiones políticas y los criterios de reordenación internacional –prosiguió diciendo el cardenal Parolin–, Consalvi supo expresar y encarnar la teología política de la época, que, siguiendo el planteamiento paulino según el cual todo poder viene de lo alto, ya no se preocupaba de la legitimidad en clave dinástica o jurídica, sino que con un realismo extremo entraba en interlocuciones con quienes detentaban realmente el poder. Consalvi subrayó el enfoque bíblico-teológico sobre el que destacó la política realista del cardenal".
El cardenal Parolin profundizó en los méritos de lo que la historiografía denomina la "actitud diplomática según la cual hay una primacía de la realidad sobre las expectativas ideales". En el plano histórico –señaló–se trata para Consalvi de "la capacidad de aceptar el mundo surgido de la Revolución francesa como lo que es y no de un esfuerzo vacuo y antihistórico destinado a hacer desaparecer ese mundo de todas las maneras posibles”.
“Se trata de la capacidad de adaptarse –precisó– pero teniendo claros los límites de su trabajo, que en el cardenal secretario de Estado venían dictados por exigencias doctrinales esenciales". Fue precisamente este desafío de la realidad lo que llevó a la diplomacia pontificia –prosiguió el cardenal Parolin– a asumir el reto, sin romanticismos ni idealismos, sino con el esfuerzo de un trabajo continuo, discreto, laborioso y virtuoso”.
Y en esta línea se encuentran otros secretarios de Estado, desde Mariano Rampolla del Tindaro a Pietro Gasparri, desde Eugenio Pacelli a Agostino Casaroli. Se trata de la escuela de la realpolitik, que en última instancia busca y practica "todas las soluciones posibles para la supervivencia de los catolicismos locales y, si es necesario, para su desarrollo". Es una diplomacia – concluyó el cardenal Pietro Parolin – que sabe adaptarse inteligentemente a los tiempos reconociendo sus peculiaridades, es decir, dando respuestas contingentes a cuestiones contingentes.
Punto de referencia e inspiración como "modelo de la realpolitik de la Santa Sede", el cardenal Consalvi es ahora recordado con una nueva publicación en italiano y francés de sus Memorias, la emisión de un sello conmemorativo del Estado de la Ciudad del Vaticano y el documental Ercole Consalvi. Le sens de l'Histoire, realizado por Olivier Besse para la cadena francesa KTO y proyectado al final de la sesión matinal del congreso, introducido por los saludos y agradecimientos del padre Marek Inglot, presidente del Pontificio Comité para las Ciencias Históricas.
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