Cardenal You: "El Papa invita a los sacerdotes a la fraternidad"
El Prefecto del Dicasterio para el Clero explica que León XIV, en la Carta apostólica «Una fidelidad que genera futuro», indica el camino para «custodiar, anunciar y hacer crecer la belleza de un sacerdocio fiel a Cristo, a su Palabra y a la Iglesia»
(Vatican News).- León XIV, en la Carta Apostólica «Una fidelidad que genera futuro» recuerda que el sacerdocio es «un ministerio imprescindible en la misión de la Iglesia». Así lo subraya el cardenal Lazzaro You Heung-sik, Prefecto del Dicasterio para el Clero, en una entrevista concedida a los medios de comunicación vaticanos.
Pregunta. Eminencia, el Santo Padre, a pocos días de Navidad, ha querido sorprendernos con esta Carta Apostólica sobre el ministerio ordenado. ¿Cuáles son sus impresiones al respecto?
Respuesta. En primer lugar, quiero expresar mi más profunda gratitud por la decisión del Santo Padre de celebrar este sexagésimo aniversario de los decretos conciliares Optatam Totius y Presbyterorum Ordinis, que, aunque con perspectivas diferentes, tratan de la vida de los sacerdotes, de la formación y del ministerio ordenado. Creo que la decisión del Santo Padre es especialmente importante, sobre todo en una época en la que el sacerdocio puede verse como un legado de un mundo antiguo destinado a desaparecer o, tal vez - debido a los numerosos y dolorosos escándalos - como una vocación que ha perdido su atractivo, su belleza y su actualidad. Creo que esta Carta Apostólica recuerda a todo el pueblo santo de Dios que el sacerdocio es un don maravilloso, una responsabilidad muy elevada, pero sobre todo un ministerio imprescindible en la misión de la Iglesia tal y como la quiso el Señor Jesús.
P. «Una fidelidad que genera futuro», ¿cuáles cree que son las principales indicaciones del Santo Padre para el futuro del sacerdocio en el seno de la misión de la Iglesia?
R. Creo que la respuesta a esta pregunta se encuentra ya en el título: no puede haber futuro sin fidelidad. La fidelidad, sobre todo en el mundo occidental, tiende a considerarse casi como un valor negativo, algo para personas inmóviles, estáticas, de otros tiempos. ¡Nada de eso! El futuro de la Iglesia se construye siempre en un presente que está impregnado de historia, de tradición, y que se nutre de estas raíces. Obviamente, la fidelidad no significa cerrarse a cualquier tipo de creatividad del Espíritu Santo, sino que significa, por parte de todos los ministros ordenados, mantener siempre un espíritu de adhesión interior a la llamada del Señor y a la misión que Él nos ha confiado a través de la Iglesia. La fidelidad, de hecho, es la medida misma de la caridad. Un amor verdadero y auténtico, no centrado en uno mismo, se nutre principalmente de la Palabra de Dios y vive de pequeñas y grandes fidelidades. Creo, por tanto, que la Carta del Santo Padre nos indica el camino que también nosotros, como Dicasterio para el Clero, debemos recorrer para custodiar, anunciar y hacer crecer la belleza de un sacerdocio fiel a Cristo, a su Palabra y a la Iglesia.
Comparto la exhortación del Santo Padre a insistir en la dimensión de la comunión y en la adopción de una forma sinodal que es inherente a la comunidad eclesial
P. El texto utiliza la lente de la fidelidad para analizar los diferentes ámbitos de la vida del sacerdote. ¿Cuál de ellos cree que es más importante para el Santo Padre?
R. El Santo Padre dice explícitamente que le preocupa especialmente el ejercicio efectivo de la comunión y, por tanto, de la sinodalidad en la vida del sacerdote. Una comunión que realiza efectivamente lo que es propio de la naturaleza de los presbíteros. Ningún sacerdote puede existir y actuar solo, sino que todos están insertos en la comunión eclesial y todos viven la misma misión junto con los demás ministros ordenados y el pueblo santo de Dios. Comparto la exhortación del Santo Padre a insistir en la dimensión de la comunión y en la adopción de una forma sinodal que es inherente a la comunidad eclesial y que puede representar concretamente un antídoto eficaz contra la autorreferencialidad y el aislamiento, que son tentaciones comunes en la vida sacerdotal. Una relación fraternal y amistosa con el obispo, relaciones auténticas con los hermanos sacerdotes y diáconos y relaciones de corresponsabilidad con los laicos no son simplemente realidades accesorias de la vida del presbítero, sino que son contextos verdaderamente fecundos para vivir de la mejor manera posible la propia vocación y especificidad, que no se disuelve en el «nosotros», sino que encuentra en él su plena realización. Una Iglesia que vive más la sinodalidad no es una Iglesia que distribuye roles o se vuelve democrática, sino que busca realizar una verdadera corresponsabilidad en el compartir la misión eclesial según la especificidad de cada uno para el crecimiento del Reino de Dios.
P. La carta del Santo Padre insiste en el tema de la vocación como don y, al mismo tiempo, invoca una «renovada Pentecostés vocacional en la Iglesia». ¿Cómo se puede responder pastoralmente a lo que muchos definen como una verdadera crisis vocacional?
R. En primer lugar, hay que aclarar que no es la Iglesia la que vive una crisis vocacional, sino algunas partes de la Iglesia en particular, donde la secularización ha alcanzado ya todos los niveles de la sociedad. Además, parecen estar en crisis todas las vocaciones, no solo las del ministerio ordenado. Un mundo que fomenta los vínculos temporales y parciales, que desalienta los compromisos estables y duraderos —digamos, fieles— es un mundo que aleja a todos de la búsqueda de su vocación, y mucho más de la perseverancia en ella. Creo, pues, que como Iglesia —en virtud también de este texto del Santo Padre— no debemos resignarnos a esta situación. Hay que insistir en anunciar la belleza y la diversidad complementaria de todas las vocaciones, desde el matrimonio hasta la vida religiosa y el ministerio ordenado, porque todas contribuyen a la edificación de la Iglesia y a la feliz realización de uno mismo. Por eso, el Papa León XIV invita a adoptar estilos pastorales generativos que no traten de minimizar o diluir la propuesta radical del Evangelio, sino que la anuncien sin miedo, seguros de que el Señor sigue llamando a todos y a cada uno a una vida plena y llena de significado para el bien de toda la Iglesia.
P. En el número 25 de la Carta Apostólica hay un pasaje muy interesante sobre el uso responsable de las redes sociales por parte de los sacerdotes, que en algunas plataformas tienen decenas de miles de seguidores. ¿Cuál es su opinión al respecto?
R. Sí, me ha parecido especialmente interesante este pasaje concreto que el Santo Padre incluye en el contexto de la exhortación a la fidelidad a la misión. Está claro que el contexto de la red y, en particular, de las redes sociales pueden y, diría yo, deben ser lugares donde habitar y anunciar el Evangelio, también para los sacerdotes. Al mismo tiempo, sin embargo, precisamente del texto del Santo Padre surge una invitación para que cada sacerdote, con su propia vida, al estilo de Juan el Bautista, señale siempre a Cristo y nunca a su propia persona, en virtud de ese ocultamiento necesario para la evangelización. Esto, en un «lugar» donde la imagen y la forma de comunicarla son fundamentales, puede resultar muy complicado de llevar a cabo. Por eso creo que el discernimiento en materia de evangelización al que invita el Santo Padre debe ser objeto de futuras reflexiones también para nuestro Dicasterio, a fin de que se puedan proporcionar a todos los instrumentos necesarios para habitar con sabiduría lugares y contextos que presentan nuevas peculiaridades para la misión de la Iglesia. También para esta dimensión se necesita una mayor conciencia y una preparación adecuada, sin miedos ni cerrazones, sino con ímpetu y pasión por el anuncio siempre nuevo del Evangelio, en fidelidad a la llamada a generar futuro.