"Enloquecidas e idolatradas al precio sangriento de millones de vidas": El Papa carga contra las grandes inversiones financieras

Audiencia General

Aldabonazo del Papa, donde llamó a no perder de vista que el verdadero tesoro no está en las cajas fuertes, sino "amando al prójimo que se encuentra en el camino", y advirtió frente a "un activismo frenético" al preparar estas fiestas de Navidad

Los fieles saludan al Papa
Los fieles saludan al Papa | @Vatican Media

"A menudo percibimos que el hecho de hacer demasiado, en lugar de darnos plenitud, se convierte en un vórtice que nos aturde, nos quita la serenidad, nos impide vivir mejor lo que es realmente importante para nuestra vida. Entonces nos sentimos cansados, insatisfechos: el tiempo parece dispersarse en mil cosas prácticas que, sin embargo, no resuelven el significado último de nuestra existencia. A veces, al final de días llenos de actividades, se sienten vacíos. ¿Por qué? Porque nosotros no somos máquinas, tenemos un «corazón», es más, podemos decir que somos un corazón". 

Palabras de León XIV en lo que ha sido una de sus últimas catequesis con motivo del Año Jubilar, «Jesucristo, nuestra esperanza», en la que centró su reflexión en torno a "La Resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual. La Pascua como punto de llegada para el corazón inquieto", para incidir en las verdaderas coordenadas en las que el corazón se siente plenamente realizado.

"Es, entonces, en el corazón donde se conserva el verdadero tesoro, no en las cajas fuertes de la tierra, no en las grandes inversiones financieras, hoy más que nunca enloquecidas e injustamente concentradas, idolatradas al precio sangriento de millones de vidas humanas y de la devastación de la creación de Dios", señaló en su catequesis en la plaza de San Pedro, donde la acompañaban más de 15.000 personas.

El Papa, en la audiencia general
El Papa, en la audiencia general | RD/Captura

"Es importante reflexionar sobre estos aspectos -remarcó el Papa-, porque en los numerosos compromisos que afrontamos continuamente, aflora cada vez más el riesgo de la dispersión, a veces de la desesperación, de la falta de sentido, incluso en personas aparentemente exitosas. En cambio, leer la vida bajo el signo de la Pascua, mirarla con Jesús Resucitado, significa encontrar el acceso a la esencia de la persona humana, a nuestro corazón: cor inquietum".

"El auténtico destino del corazón no consiste en la posesión de los bienes de este mundo, sino en alcanzar lo que puede colmarlo plenamente, es decir, el amor de Dios, o, mejor dicho, Dios Amor. Sin embargo, este tesoro solo se encuentra amando al prójimo que se encuentra en el camino: hermanos y hermanas de carne y hueso, cuya presencia interpela e interroga a nuestro corazón, llamándolo a abrirse y a donarse. El prójimo te pide ralentizar, mirarlo a los ojos, a veces cambiar de planes, tal vez incluso cambiar de dirección", destacó el Pontífice. 

El Papa se cambia el solideo por uno que le regalaron los fieles
El Papa se cambia el solideo por uno que le regalaron los fieles | RD/Captura

"El corazón inquieto no se sentirá defraudado si entra en el dinamismo del amor para el que ha sido creado. El destino es seguro, la vida venció y en Cristo seguirá venciendo en cada muerte de lo cotidiano", concluyó el Papa su alocución, ante de entrar en los saludos en las distintas lenguas a los grupos de peregrinos presentes.

Así, advirtió de que, al acercarse la Navidad, "tengamos cuidado de no dejarnos llevar por un activismo frenético al prepararnos para la festividad, que acabaría siendo superficial y dando lugar a la decepción", e invitó León XIV a mantener estos días la tradición de montar un belén en los hogares. "Espero que un elemento tan importante, no solo de nuestra fe, sino también de la cultura y el arte cristianos, siga formando parte de la Navidad, para recordar a Jesús que, haciéndose hombre, vino a 'habitar entre nosotros'".

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Texto de la Audiencia general

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos! 

La vida humana se caracteriza por un movimiento constante que nos impulsa a hacer, a actuar. Hoy en día se exige en todas partes rapidez para obtener resultados óptimos en los ámbitos más diversos. ¿De qué manera la resurrección de Jesús ilumina este aspecto de nuestra experiencia? Cuando participemos en su victoria sobre la muerte, ¿descansaremos? La fe nos dice que sí, que descansaremos. 

No estaremos inactivos, sino que entraremos en el descanso de Dios, que es paz y alegría. Pues bien, ¿solo tenemos que esperar, o esto puede cambiarnos desde ahora? 

Estamos absortos en muchas actividades que no siempre nos satisfacen. Muchas de nuestras acciones tienen que ver con cosas prácticas, concretas. 

Audiencia general
Audiencia general | RD/Captura

Debemos asumir la responsabilidad de muchos compromisos, resolver problemas, afrontar fatigas. También Jesús se involucró con las personas y con la vida, sin escatimar esfuerzos, sino entregándose hasta el final. Sin embargo, a menudo percibimos que el hecho de hacer demasiado, en lugar de darnos plenitud, se convierte en un vórtice que nos aturde, nos quita la serenidad, nos impide vivir mejor lo que es realmente importante para nuestra vida. Entonces nos sentimos cansados, insatisfechos: el tiempo parece dispersarse en mil cosas prácticas que, sin embargo, no resuelven el significado último de nuestra existencia. A veces, al final de días llenos de actividades, se sienten vacíos. ¿Por qué? Porque nosotros no somos máquinas, tenemos un «corazón», es más, podemos decir que somos un corazón. 

El corazón es el símbolo de toda nuestra humanidad, la síntesis de pensamientos, sentimientos y deseos, el centro invisible de nuestras personas. El evangelista Mateo nos invita a reflexionar sobre la importancia del corazón, al citar esta hermosa frase de Jesús: «Porque allí donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mt 6,21). 

Es, entonces, en el corazón donde se conserva el verdadero tesoro, no en las cajas fuertes de la tierra, no en las grandes inversiones financieras, hoy más que nunca enloquecidas e injustamente concentradas, idolatradas al precio sangriento de millones de vidas humanas y de la devastación de la creación de Dios. 

Audiencia de los miércoles en la plaza de San Pedro
Audiencia de los miércoles en la plaza de San Pedro | RD/Captura

Es importante reflexionar sobre estos aspectos, porque en los numerosos compromisos que afrontamos continuamente, aflora cada vez más el riesgo de la dispersión, a veces de la desesperación, de la falta de sentido, incluso en personas aparentemente exitosas. En cambio, leer la vida bajo el signo de la Pascua, mirarla con Jesús Resucitado, significa encontrar el acceso a la esencia de la persona humana, a nuestro corazón: cor inquietum. Con este adjetivo «inquieto», san Agustín nos hace comprender el impulso del ser humano que tiende a su plena realización. La frase completa remite al comienzo de las Confesiones, donde Agustín escribe: «Señor, tú nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (I, 1,1). 

La inquietud es la señal de que nuestro corazón no se mueve al azar, de forma desordenada, sin un fin o una meta, sino que está orientado hacia su destino último, el de «volver a casa». Y el auténtico destino del corazón no consiste en la posesión de los bienes de este mundo, sino en alcanzar lo que puede colmarlo plenamente, es decir, el amor de Dios, o, mejor dicho, Dios Amor. Sin embargo, este tesoro solo se encuentra amando al prójimo que se encuentra en el camino: hermanos y hermanas de carne y hueso, cuya presencia interpela e interroga a nuestro corazón, llamándolo a abrirse y a donarse. El prójimo te pide ralentizar, mirarlo a los ojos, a veces cambiar de planes, tal vez incluso cambiar de dirección. 

León XIV en la audiencia de los miércoles
León XIV en la audiencia de los miércoles | RD/Captura

Queridísimos, he aquí el secreto del movimiento del corazón humano: volver a la fuente de su ser, disfrutar del gozo que no termina, que no decepciona. Nadie puede vivir sin un significado que vaya más allá de lo contingente, más allá de lo que pasa. El corazón humano no puede vivir sin esperar, sin saber que está hecho para la plenitud, no para el vacío. 

Jesucristo, con su Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección, ha dado un fundamento sólido a esta esperanza. El corazón inquieto no se sentirá defraudado si entra en el dinamismo del amor para el que ha sido creado. El destino es seguro, la vida venció y en Cristo seguirá venciendo en cada muerte de lo cotidiano. Esta es la esperanza cristiana: ¡bendigamos y demos gracias siempre al Señor que nos la ha dado. 

Traducción no oficial

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