Parolin: "La pequeñez y la humildad son los caminos de la salvación"
Misa en el Instituto Dermatológico de la Inmaculada en Roma: "Navidad, tiempo de desarmar el corazón"
(Vatican News).- No son los poderosos, con sus "palabras de amenaza", ni el estruendo producido por la "prepotencia de las armas", los que recorren los "caminos de la salvación" que conducen a un crecimiento pleno, "hasta la medida de la plenitud". Ni tampoco los soberbios, "que piensan bastarse a sí mismos", sin necesidad "ni de Dios ni de los demás". Los caminos a seguir son otros: los de la "pequeñez y la humildad", de quienes se presentan con un "corazón desarmado" y con labios que no profieren mentira. Esta es la indicación del cardenal Secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, al presidir esta mañana, 16 de diciembre, la Misa en la capilla del Instituto Dermatológico de la Inmaculada (IDI), en Roma.
Las tres venidas del Señor
Los días que preceden a la Navidad, "cargados de esperanza y de deseo", están sostenidos por la liturgia, que toma de la mano a toda la comunidad eclesial y la conduce progresivamente "al misterio del nacimiento del Salvador", como un fuego "que ilumina y calienta el corazón".
Un tiempo de espera, por lo tanto, orientado también a la segunda venida del Señor. A este respecto, el purpurado recordó que las venidas de Cristo son tres: la primera, que tuvo lugar en Belén hace más de dos mil años; la futura, al final de los tiempos; y una tercera, que los Padres de la Iglesia definen como "intermedia", que se injerta cada día en el corazón de los fieles y de la comunidad cristiana "a través de la Palabra y los sacramentos".
Humildad y esperanza
El tiempo de Adviento —subrayó el cardenal Secretario de Estado— es precisamente un camino de preparación para la segunda venida, que pasa por una actitud de humildad y esperanza.
Parolin retomó luego el pasaje de la primera lectura, tomado del libro del profeta Sofonías, en el que el Señor advierte: “¡Ay de la ciudad rebelde e impura, de la ciudad que oprime! No escuchó la voz, no aceptó la corrección. No confió en el Señor, no se dirigió a su Dios”. Un reproche que no se refiere tanto a las "piedras" de la ciudad, sino a su clase dirigente, incapaz de reconocer el advenimiento del día del Señor y su juicio, que —recordó el cardenal— es "de condena para los soberbios y de alegría para los humildes".
"Mirarse hacia adentro"
La Palabra se convierte así en una invitación dirigida a cada uno, en estos días que preceden a la Navidad, a "mirarse hacia adentro", también a través de la oración, reconociendo que, en el mundo frenético contemporáneo y entre los muchos quehaceres cotidianos, no es fácil reservar un espacio para la interioridad. A este respecto, Parolin recordó el inicio, precisamente hoy, de la Novena de Navidad.
El sentido de "impotencia" ante la enfermedad
El purpurado se centró luego en el pasaje evangélico de Mateo, en el que Jesús relata la parábola de los dos hijos: el primero, que inicialmente se niega a ir a trabajar a la viña, pero luego se arrepiente y va; el segundo, que promete hacerlo pero no cumple su palabra.
El que cumple la voluntad del padre es el primero. El Señor —explicó Parolin— busca "corazones sinceros" para su misión, una misión que también se manifiesta entre los muros del Instituto, un lugar "familiar", pero marcado también por la confrontación diaria con el sentido de "impotencia" ante la enfermedad.
La visita a los pacientes
“Cada día, en este lugar, puede nacer una nueva presencia del Salvador para acoger”, afirmó el cardenal, citando de nuevo a los Padres de la Iglesia, según los cuales Cristo puede nacer de mil maneras: "pero si no nace cada día en tu corazón, su nacimiento en Belén no vale nada".
De ahí la invitación a convertir el Instituto en un verdadero "pesebre". Al finalizar la misa, el cardenal colocó una figura del Niño Jesús bajo el árbol de Navidad instalado en la entrada del Instituto. Posteriormente, se dirigió a la sala de oncología, para llevar sus deseos de Navidad a los pacientes.
