Escribe sendas cartas de denuncia al Papa y al cardenal Braz Anna Seguí, carmelita: "Dentro de la Iglesia las mujeres también hemos de gritar: ¡No es No!"

Monjas en el Vaticano
Monjas en el Vaticano

"Como mujer de Iglesia, me siento afectada por la discriminación y marginalidad en que se nos sitúa a las mujeres dentro de la Iglesia, por más que maquillen nuestra pertenencia a ella"

"Sé y afirmo que otra Iglesia es posible, en la que hombres y mujeres estemos en igualdad de condiciones, prontos para amar y servir. Mientras no se den estas condiciones de igualdad, hay que tener coraje para desafiar el sistema eclesial, cuando el reclamo es la justicia"

"La clausura no tiene otra finalidad que favorecer este clima de recogimiento e intimidad. Quererla significar con signos externos, como es la reja, todavía presente en muchos monasterios, reflejar también quién puede entrar en el monasterio, sinceramente creo que hoy todo esto es indigno"

"En estos momentos, el abuso de poder nos viene impuesto desde la propia Congregación de la Vida Religiosa. Tanto el presidente, Joao Braz de Aviz, como su secretario, José Rodríguez Carballo, se han mostrado totalmente incapaces para crear comunión y comunicación con nosotras"

Introducción

Cuando me hallo atravesando el umbral de mis cuarenta años de presencia orante como Carmelita Descalza, una editora de libros, Andrea Luca, coge el teléfono, me llama y me pregunta abiertamente qué pienso hoy de la vida religiosa, qué supuso para mí la Instrucción Cor Orans, cómo me afectó. Y me pide que escriba mi parecer y sentir sobre todo ello, para un libro que quiere tratar sobre la realidad religiosa a lo largo de la historia y su necesidad de novedad en este momento convulso, cambiante y desconcertante. Quiero tener el atrevimiento de hacerlo con abierta y saludable libertad y sin temor, acogiéndome al decir orante del salmista: Envíame, Señor, tu luz y tu verdad, que ellas me guíen y me conduzcan. 

Afectada por la exclusión de las mujeres

Con el paso del tiempo y tras el enfado que me causó la Instrucción Cor Orans, y a pesar de haber ido serenando la crispación a causa del desafortunado contenido, no puedo menos que sentir un desencanto ante la situación, no solo religiosa, sino también del sistema eclesial, que me parece totalmente obsoleto, desencarnado, alejado del Evangelio y de la realidad que nos toca vivir.

Las rejas de la clausura

Como mujer de Iglesia, me siento afectada por la discriminación y marginalidad en que se nos sitúa a las mujeres dentro de la Iglesia, por más que maquillen nuestra pertenencia a ella dándonos cargos y responsabilidades que antes no teníamos, esto gracias al Papa Francisco. Pero la exclusión ante el derecho de igualdad como hijas de Dios, con los varones –que Dios no mira diferencias de sexo-, es algo que no puedo aceptar como voluntad del Padre-Madre, sino como estrechez de la mentalidad humana de los varones eclesiásticos, que no pocas veces miran más los intereses de poder y dominio, que el proceder sencillo y humilde de Jesús.

La exclusión crea la injusticia, y esta marginalidad que sufrimos las mujeres debería formar parte de la denuncia profética que caracterizó el nacimiento de la vida monástica y contemplativa. Dentro de la Iglesia las mujeres también hemos de gritar: ¡No es No! El silencio sumiso delata nuestra pasividad culpable. Por todo ello, quiero atreverme a la discrepancia y aventurar la vida hacia alternativas que cambien las cosas desde la base, y cambiarlas creándolas. No sé cómo será, pero soy orante y vivo escuchando a Jesús que es quien me va dando coraje para toda apertura libertadora. Mi vida orante no es una actitud devocional sumisa y pasiva; me espolean las palabras de Teresa de Jesús: De devociones a bobas nos libre Dios. Mi vocación es compromiso con el Reino de Dios y su justicia, es decir, con la vida de cada día, con la historia de nuestro momento y con todos los que formamos la Iglesia. Nada queda fuera de mi realidad orante.

Una serie de circunstancias y sucesos me han llevado a situarme cada vez más al margen de todo lo oficialmente establecido. Pienso que todo está para ser repensado y renovado, pero, ante la inmovilidad e involucionismo, solo me queda sostenerme en Jesús y su Evangelio para no dar un paso atrás. Desde la fe en Cristo Jesús, sigo sosteniendo el sí primero a Dios y lo llevo adelante más allá de repugnancias, decepciones y sentimientos adversos sobre todo lo que veo no ser de Dios ni del Evangelio dentro del sistema eclesial, en exceso absolutista. Sé y afirmo que otra Iglesia es posible, en la que hombres y mujeres estemos en igualdad de condiciones, prontos para amar y servir. Mientras no se den estas condiciones de igualdad, hay que tener coraje para desafiar el sistema eclesial, cuando el reclamo es la justicia.

Iglesia de iguales

Somos monjas, renunciamos a tener marido, ¿vamos a permitir que sean los varones eclesiásticos quienes determinen cómo ha de ser nuestra vida?, cómo vivir la clausura, cómo administrar nuestra economía, cuáles han de ser nuestros estudios. No siento resentimiento -creo que lo he sanado por dentro-, pero sí pido que se nos respete nuestra dignidad de mujeres e hijas de Dios redimidas, responsables, capaces y libres.

La Iglesia está en deuda con las mujeres para comenzar un posible diálogo fraterno entre iguales. En el cristianismo nadie puede estar por encima de nadie, ni Papa, ni obispos, ni curas. En Cristo Jesús todos somos hermanos y así hemos de tratarnos. Si Jesús se ha puesto a nuestros pies para lavarnos y servirnos por amor, solo nos toca hacer lo mismo. Apelo al diálogo entre iguales, a las propuestas y sugerencias en colaboración fraterna, no a la imposición. Es tiempo de decir ¡basta! a toda intromisión e imposición eclesiástica a las mujeres, a que ellos regulen nuestra vida con prescripciones y regulaciones. Lo que nosotras hemos de vivir, nosotras lo hemos de decidir.

 La nueva Constitución Vultum Dei quaerere

La vida monástica y contemplativa, a más de 50 años del Concilio Vaticano II, seguía manteniendo la Constitución Sponsa Christi, que el Papa Pio XII había promulgado en el año 1950 para nosotras. El Papa Francisco ha querido darnos una nueva Constitución más actualizada, que fue publicada el año 2016, con el título Vultum Dei quaerere (a partir de ahora VDQ). Pero creo que ha cometido el error de no suprimir la vieja Constitución de Pio XII, cargando sobre nosotras dos Constituciones. En lugar de simplificar, sobrecargarnos bajo el yugo de la ley. Cuando lo único importante es Jesús y su Evangelio, seguirle a Él. Y lo que se nos pide es asumir dos Constituciones, dos varas para medirnos.

Vultum

Esto no lo harían con los varones monjes, pero sí se atreven con las mujeres y me pregunto ¿a qué y por qué una doble Constitución y por qué solo para las monjas? El libro Teología en broma y en serio, de José Mª Diez Alegría, dice así: Y un derecho canónico humano, si fuera a la vez buen “derecho” y permeado de evangelio, debería tender a garantizar la justa libertad, más que a reforzar ilimitadamente la autoridad. Porque la autoridad pastoral, según el evangelio, es tan especial (“ser el menor”, “servir”), que no parece necesitar de un potentísimo refuerzo jurídico. 

A nosotras las monjas no se nos pregunta, se nos impone, y parece que el criterio a seguir es obedecer a los varones eclesiásticos como si obedeciéramos a Cristo, cuando esto es totalmente falso, con el agravante de habernos ido llevando a la sumisión total al sistema. Se tiene por virtud acatar y obedecer de manera sumisa. Y debo admitir que, en la realidad de la vida religiosa, hay muchas mentalidades conservadoras que han acogido con entusiasmo y se han manifestado a favor de Cor Orans, esto también hay que decirlo y reconocerlo.

Hijas de Dios, autónomas y libres

A mi parecer, lo que sobra en la institución eclesial es el autoritarismo que así nos trata. Nunca será la ley la guía de la vida monástica y contemplativa, sino el amor hecho servicio y la libertad de hijas de Dios, fuera de esto y, todo lo demás, son simples conjeturas. Decía Pablo VI: Solo el Reino de Dios es absoluto; todo lo demás relativo. Lo determinante es Jesús y su Evangelio, lo jurídico es paja que estraga la vida del Espíritu y mata la frescura originaria con que nació el carisma espiritual de la vida religiosa, con una actitud de denuncia profética ante una Iglesia que se iba alejando de lo más puramente evangélico y tomando poco a poco el modelo del imperio romano, en detrimento de la sencillez de Jesús.

Es claramente histórico que con Constantino y después de él, los jerarcas eclesiásticos sucumbieron al poder, haciéndose realidad aquel temor que Jesús vio en sus primeros discípulos: queremos los primeros puestos. Y creando puestos de poder se fue edificando este imperio eclesial que hoy tenemos, en detrimento de las mujeres, que somos las grandes perjudicadas.

Mitras
Mitras

Bajo este totalitarismo eclesial, todo lo que iban creando las mujeres con abierto espíritu de libertad -vida monástica, beaterios, las beguinas-, pronto fue sofocado por el control absolutista del sistema. Los eclesiásticos no soportaban esa autonomía propia, abierta y libre que adquirían las mujeres. Cuando los brotes tiernos sobresalían, rápidamente el tallo era cortado de raíz, haciendo que la libertad humana de las mujeres quedara sofocada, procediendo a encerrarlas entre muros y rejas. La severidad inquisitorial llevó a muchas mujeres, sabias, buenas y autónomas, a la hoguera, por su libre pensar y decidir. Todo disentir o diferencia original era tenido por herejía.

Imposiciones eclesiásticas

La clausura con las rejas no fue iniciativa de las monjas, fue imposición de los varones eclesiásticos. Las rejas, digámoslo claro, no forman parte del carisma que el Espíritu Santo ha inspirado a los fundadores-as. Fue un proteccionismo a las mujeres, siempre tratadas y miradas con recelo, como carne de pecado. Que a decir de santa Teresa: No lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia que sois justo juez y no como los jueces del mundo, que –como son hijos de Adán, y en fin todos varones- no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa. Y añade la Santa en este mismo párrafo: veo los tiempos de manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres. Todo esto de las rejas surgió ya en tiempos de Bonifacio VIII, en la Edad Media, que abonó el terreno para llevarla, con el paso del tiempo, a rigores extremos, sin contar nunca con las mujeres que la iban a vivir. A nosotras se nos ha impuesto acatar y callar, subordinación pasiva. Bien se ha dicho y reconocido que tales normas, jamás habrían logrado imponerlas a los varones monjes.

Control legalista

Retomo mi reflexión sobre la Instrucción Cor Orans. Lo grave del caso es que, la Instrucción, de alguna manera traiciona el sentir del Papa Francisco sobre las mujeres. Dice el Papa: Al Señor no le agrada que falte a su Iglesia el icono femenino. Ella que lo engendró con tanta fe, también acompaña al resto de sus hijos; si amamos el futuro, si soñamos con un futuro de paz, debemos dar espacio a las mujeres. ¿Acaso no compromete el Papa su palabra en favor de la mujer en la Iglesia? La Constitución que el Papa nos ha dado refleja un aire fresco y libertador, en cambio la Instrucción sofoca el alegre camino de la espontaneidad y sencillez evangélica, enmarcando todo dentro de un control legalista, en detrimento de lo carismático.

Monja

Ya en la introducción, el documento comete una torpeza y falta de deferencia hacia el Papa Francisco, porque, en lugar de referirse a él y a su Constitución, comienza elogiando la Constitución del Papa Pio XII, dejando en segundo lugar la Constitución VDQ del Papa Francisco. Y más, Cor Orans insiste de forma machacona e insistente sobre la figura del Asistente, volviendo a un Decreto del año 2012 -que ya entonces quería imponer esta figura-, pero quedó en nada a causa de la dimisión de Benedicto XVI y elección del nuevo Papa Francisco. Solo ahora, cuando se ha promulgado la nueva Constitución, han buscado y rebuscado la manera de introducir la presencia de esta figura del Asistente sin que la VDQ le dé ningún valor. El Decreto obliga incluso a que sea varón y sacerdote. Es decir, siempre estar sujetas a clérigos. No se nos permite que sea una mujer, religiosa o seglar, se nos obliga que sea varón y sacerdote

Cuando al secretario de la CIVCSVA, José Rodríguez Carballo, se le preguntó el porqué de esta figura, no tuvo más criterio que decirnos: porque es muy importante tener un “link” directo con Roma. Como si las mujeres no fuéramos dignas para tener acceso directo con el Vaticano. La Instrucción nombra dicho Asistente 15 veces y lo inmiscuye en todos los asuntos de la Federación para que sea él, además de la presidenta quien dé razón a la Congregación de todo lo que hacemos y vivimos. Así dice el texto: El Asistente de la Federación debe transmitir cada año un breve Informe sobre su gestión, sobre el funcionamiento de la Federación, señalando posibles situaciones particulares. Al término de su mandato el Asistente envía a la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica un Informe con mayores detalles sobre el estado de la Federación. Esto implica que, el Asistente, siendo él una persona totalmente ajena a nuestra vida y modo de vivir, tenga que estar presente en nuestras reuniones federales.

La Congregación de Vida Religiosa asume así el papel de “la vieja del visillo”, valiéndose de la Presidenta y Asistente para estar al acecho y control de todos los monasterios del mundo, relegando de esta manera a los obispos de las diócesis, donde hay presencia monástica y contemplativa. Las disposiciones de Cor Orans en este aspecto no han gustado en absoluto a los obispos, pero tampoco se han manifestado.

Carballo y Braz

Dios nuestro único absoluto

Creo que estamos llamadas a realizar nuestra más alta dignidad humana de hijas de Dios. Es importante hacerlo decidiendo las mujeres lo que las mujeres queremos vivir, desde nuestra libertad personal y comunitaria. Que nadie merme nuestra autonomía, sino potenciarla como algo querido y creado por Dios para el ser humano, como expresión de su voluntad libertadora. No debemos estar sujetas a nadie, a ninguna tutela clericalista, sino solo a Dios. Teresa de Jesús vio y sufrió en propia persona la excesiva intromisión de los clérigos en los monasterios y exclama diciendo a sus monjas: que nunca haya vicario que tenga mano de entrar y salir, ni confesor que tenga esa libertad. Ni la Constitución VDQ, ni Cor Orans, ha de ocupar nuestro tiempo y vida, solo Jesús y su Evangelio es la realidad única que nos ha de importar, polarizar y configurar.

 La clausura

El tema sobre clausura en Cor Orans es del todo obsesivo, la nombra 77 veces y siempre se refiere a nosotras como si fuera lo que nos caracteriza. Nuestra identidad, lo que nos pone rostro y configura es ser orantes en la Iglesia y la vida fraterna en comunidad. La clausura debe ser significada por aquella realidad esencial que nos convoca y reúne a vivir en común: subrayar que Dios es nuestro único absoluto. Por lo cual, las monjas siempre hemos valorado y buscado un espacio y entorno que favorezca un clima apropiado para la soledad y el silencio en función de la vida orante y comunitaria, apto todo ello para el rezo, el trabajo, el estudio, la relación y recreación comunitaria también.

La clausura no tiene otra finalidad que favorecer este clima de recogimiento e intimidad. Quererla significar con signos externos, como es la reja, todavía presente en muchos monasterios, reflejar también quién puede entrar en el monasterio, sinceramente creo que hoy todo esto es indigno. Todas las personas tienen su espacio de privacidad e intimidad que nadie puede traspasar. La intimidad comunitaria y personal es una necesidad y un derecho de toda persona humana, y lo que se ha de tener es un gran respeto porque, en la vida del otro, solo puedo entrar hasta donde él me permita.

Nuestros monasterios son casas para vivir con normalidad, de ninguna manera más sagradas que cualquier hogar, porque lo único sagrado e inviolable es la persona humana como hija de Dios, no la materialidad donde vive. El morador santo santifica el lugar. Y dejar entrar a alguien en el monasterio, no lo ha de determinar una Instrucción, ni persona ajena a nuestra vida, sino nuestra libre decisión. Al fin, no hay más clausura que la guarda del corazón, en fidelidad a Dios y en amor y servicio orante a los hermanos.

Clausura

Vigilancia y vida fraterna

Cuando el documento habla de la “vigilancia”, esta recae sobre nosotras mediante la visita regular de una autoridad externa a los monasterios mismos, sea por parte del obispo, del delegado, del asistente, de la presidenta, de la Congregación de Institutos de Vida Consagrada; así hasta 13 veces la palabra “vigilancia” hace predominar la norma por encima de la vigilancia evangélica, que no queda reflejada ni una sola vez.

La Constitución VDQ tiene un gran apartado que habla de la importancia de la vida fraterna en comunidad como elemento esencial de la vida religiosa, presentándola como primera forma de evangelización; de todo ello nada dice Cor Orans, lo ignora por completo. La comunidad queda siempre relegada a la mudez; para nada se la estimula al diálogo ni al discernimiento, todo lo refiere a prioras, presidentas, Asistente, así la confrontación y parecer por parte de la comunidad es nula. Nada más lejos del querer del Concilio Vaticano II que deseaba comunidades comunicativas y discernidoras. Nada más lejos de la voluntad del Papa Francisco que busca abrir caminos nuevos y dice: Les ruego no caer en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas. Y nada más lejos de lo que en las comunidades procuramos y vivimos, acordando con diálogo y discernimiento lo que nos afecta.

 Supervisión económica

En materia económica, todo ha quedado bajo control de la Congregación. Será la presidenta o ecónoma, quien examine los libros de economía de todos los monasterios de la Federación y dé razón a la Sagrada Congregación de gastos y entradas. Dice el texto: La Ecónoma federal tiene la responsabilidad de llevar a cabo cuanto haya establecido el Consejo Federal y colabora con la Presidenta de la Federación, en el contexto de la Visita regular, en la supervisión del funcionamiento económico de cada monasterio señalando del mismo los aspectos positivos y las deficiencias, datos que deben estar presentes en el Informe final de la visita. Y todo ello ha de ser presentado a la Congregación en Roma.

¿No es esto una hábil manera de vigilar las ventas de los monasterios que van quedando vacíos y poder incidir sobre ello? En lugar de hacer una llamada fraterna a la responsabilidad de la pobreza evangélica y alentarnos a la comunicación de bienes por parte de los monasterios, en favor de una vida sobria y sencilla, la Congregación pone de manifiesto, con sutileza, su férreo control sobre los bienes, dando muestras de una gran falta de confianza hacia nosotras. Es del todo necesario quitar de nosotras la súper-tutela de una jerarquía que nos trata como adolescentes o menores de edad y nos quiere tener en extremo controladas. 

Creo que esto solo se podría lograr apelando al Papa, sin embargo, mi intento de hacerle llegar nuestra queja, ha sido desestimada del todo. Tras la inquietud y malestar que vivimos todas cuando salió la Instrucción, acatar sumisamente ha sido el resultado final. Una hermana me dijo: Mejor es que callemos y aceptemos lo que nos dicen, no sea que nos caiga algo peor. En el fondo, lo que delata este decir es una actitud de temor, no de confianza, y es que ellos, tal como actúan, no la inspiran.

Braz

En estos momentos, el abuso de poder nos viene impuesto desde la propia Congregación de la Vida Religiosa. Tanto el presidente, Joao Braz de Aviz, como su secretario, José Rodríguez Carballo, se han mostrado totalmente incapaces para crear comunión y comunicación con nosotras. Y así, cuando algunas federaciones hemos elaborado y presentado los Estatutos nuevos a la Congregación para ser aprobados, nos han sido devueltos, exigiéndonos obligatoriamente la figura del Asistente, a pesar de haber dicho nosotras que no lo queremos. Esta manera de actuar es grave, muy grave, porque es situarse por encima de la ley, que no obliga tener Asistente. Con este proceder, hemos quedado sometidas al yugo de la imposición, al totalitarismo del ordeno y mando. Las monjas no merecemos ser tratadas impositivamente, ningún ser humano lo merece. No es este el proceder del Papa con nosotras. Y me pregunto, ¿quién contrala en la Iglesia los abusos de poder, y qué cauces hay para poderlos denunciar? 

 A modo de conclusión 

No quiero alargarme más sobre el tema de la Instrucción Cor Orans. Me permito dejar reflejadas las significativas palabras del P. Bernhart Haring, sobre la vida contemplativa: La vida contemplativa debe sobrevivir en este mundo, frecuentemente disipado y superficial, de manera que lleve un auxilio a todo el mundo, pero algunas formas tradicionales de clausura ya no son esenciales. Afirmar que una clausura rígida junto con una sujeción total de las monjas contemplativas a los hombres (frailes) es esencial a la vida contemplativa, querría decir condenar a muerte la vida religiosa de hoy y de mañana. Genial y certero decir el de este gran moralista.

Dos cartas gimientes 

Quiero referirme ahora a lo reflejado anteriormente sobre el Decreto del año 2012. Reconozco que sufrí una sublevación interior muy fuerte y tuve que orar mucho para aplacar el volcán que me estalló dentro. Reconozco también que fue lamentable que el enfado me agriara el buen sentido del humor. Cuando me serené y me entoné, me sentí movida a escribir al prefecto de la Sagrada Congregación, cardenal Joao Braz. Lo hice por mi cuenta, sin implicar a la comunidad. Dejo aquí reflejada la carta. Y quiero decir que jamás obtuve respuesta, ni tan siquiera acuse de recibo, por lo cual, pasado un tiempo, escribí al Papa Francisco, pero tampoco obtuve respuesta. Ahí dejo escritas las dos cartas.

Braz

Carta al Cardenal Joao Braz

Puçol – 1 abril – 2013

Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve (Lc 22,27).

Joao Braz, hermano: Me llamo Anna de Jesús Mª, soy monja carmelita descalza, de la comunidad de Puçol-Valencia-España. Me dirijo a usted para expresarle mi sentir sobre el Decreto que recibimos de este Dicasterio y que obliga a todas las Federaciones. Solo yo asumo la responsabilidad de esta carta sin implicar a mi comunidad ni tampoco la Federación.

Estar en medio de nosotras como el que sirve es la actitud que se esperaría del responsable de la Congregación para la Vida Religiosa. Sin embargo, durante el mes de noviembre de 2012, las monjas de vida contemplativa y monástica, recibimos un Decreto de este Dicasterio con fecha del 8 de septiembre. Dicho Decreto, dista mucho de la actitud de buen pastor; más bien parece, en su forma y contenido, un entremetimiento en la vida de los monasterios creando desconcierto y descontento.

 El Decreto en sí mismo es una ofensa contra la libertad de las mujeres y nuestra dignidad de hijas de Dios y no esclavas. Nos ha causado sorpresa la imposición, el absolutismo, el control más propio de una cárcel y no de respeto a la dignidad humana de mujeres libres, cumpliendo alegres nuestra vocación orante en la Iglesia.

De usted más bien se espera la cercanía afable de hermano, ofreciéndonos su servicio incondicional y comprometido, con solicitud amorosa, con muestras de interés por lo que necesitamos, atento también ante nuestras preocupaciones y retos en estos momentos convulsos de la historia, e interés por la andadura que llevamos realizada en nuestras federaciones.

De su responsabilidad como Prefecto de la Congregación, desearíamos la cercanía dialogante, la propuesta aconsejable, la confrontación apalabrada, las razones y no las coacciones. Obrar de otra manera que no sea la propia de la razón y la confrontación, lamento decirlo, no es otra cosa sino hacer uso abusivo del poder, utilizando los mecanismos autoritarios ejercidos de forma arbitraria.

Nuestra Federación lleva ya una larga andadura y experiencia acumulada desde sus inicios. En el año 1996 fueron aprobados nuestros Estatutos por el Prefecto de esta Congregación el entonces Cardenal Eduardo Martínez Somalo. En los Estatutos queda suprimida la figura del “Asistente”, porque pensábamos que podíamos realizar nuestro camino por nosotras mismas, lo pedimos y así nos fue concedido con mucho contento por nuestra parte. Era un paso adelante, se nos reconocía nuestra madurez personal y autonomía propia.

Ahora nos llega este Decreto en el que, sin mediar palabra, sin un solo razonamiento, sin ninguna motivación, sin saber con qué finalidad, quedan derogados nuestros Estatutos por la rígida voz de la imposición y no desde el buen hacer y bien decir cómo sería lo lógico de un proceder evangélico.

Se obra así con nosotras porque el sistema eclesial, desde siglos y generaciones, ha marginado a las mujeres, hemos sido relegadas a lo secundario y a la obediencia ciega propia del servilismo y no de la responsabilidad. No es oído ni escuchado nuestro parecer, no interesan nuestras propuestas, no importa lo que pensamos ni lo que nos afecta, y así lo demuestra el contenido del Decreto imponiéndonos una presencia que ya dijimos que no la queremos, que podemos prescindir de ella, que queremos ser consideradas por adultas y que somos responsables de nuestro hacer en la Federación. Las monjas queremos vivir en diálogo y dialogando con la Iglesia. Vivir una vida para el Evangelio pasa necesariamente por la relación dialogada con Jesús y con los hermanos. No hacerlo así es ignorar las formas del humanismo más realizador de la persona.

 Si la Congregación necesita una exhaustiva información de todo lo que programamos y hacemos, nuestras presidentas están plenamente capacitadas para realizar el informe detallado de nuestros programas de formación e información, porque este es el intento que traemos: adquirir buenas bases de conocimiento y agrandar entre nosotras los lazos de las relaciones fraternas y la amistad de unas con otras, siendo así testimonio orante y sólido de comunidades edificadas bajo el soplo del Espíritu.

Somos conscientes de que, en ocasiones, necesitamos ser asesoradas, por lo cual, nos valemos de personas bien dotadas para el caso, sea hombre o mujer, laico o prelado, religioso o casado, personas de fe al fin, bien acreditadas y de buen entendimiento, prestas para ayudarnos cuando así es menester. Nadie como nosotras mismas tenemos más interés en ir enriqueciéndonos con la oración asidua, la escucha y meditación de la Palabra, el estudio responsable y la celebración de la Liturgia de las Horas, todo ello como servicio y entrega a la Iglesia a favor de las gentes y todo el pueblo de Dios.

Por favor, hermano Joao, no nos imponga “alguien concreto”, porque nosotras somos quienes tenemos que hacer el discernimiento de quién nos es más necesario a cada momento, esto es un deber y un derecho, una responsabilidad nuestra.

¿Debe el Prefecto de un Dicasterio imponer sus criterios por encima de las voluntades de los demás? El proceder de la Iglesia debe mostrarse amplio en diálogo y consenso, nada debe realizarse por la presión de la imposición, sería dañar la esencia misma del Evangelio.

Ojalá las federaciones de todas las Ordenes fuésemos capaces de ponernos de acuerdo para apelar al Papa y presentarle nuestro descontento por este documento. Tengo la convicción de que este Decreto ha sido totalmente inoportuno para las comunidades que formamos las federaciones, e inoportuno para este momento histórico eclesial.

Me da pena, hermano Joao, y se lo digo de corazón, que pase usted a la historia como alguien más temido que amado, porque, un hecho de esta envergadura crea en nosotras la total desconfianza y un generalizado malestar. Sé que no tenemos más alternativa que ajustarnos a lo que se nos impone. Pero, aun así, espero que la gracia ilumine otros estilos que nos sean más favorecedores y más propios de la sencillez evangélica.

Gracias a Dios, el Papa Francisco ha llegado con un hálito de aire fresco, esperanza de una cercanía y sencillez anhelada por muchos. Su mismo nombre trae el recuerdo del amoroso hacer del pobre de Asís con su querida hermana y amiga Clara, como Jesús acogiendo con ternura a las mujeres, amigable y deleitable con Marta y María. Así debería ser el obrar de la Iglesia, potenciadora de confianza y maneras razonables e inteligentes de hacer las cosas. Generadora de libertades, de diálogo y escucha, realizando así la reciprocidad de las conciencias y respirando la gracia del Espíritu Santo que nos ayuda y guía en nuestro camino.

 Oro por usted hermano, y creo que todavía es tiempo para hacer las cosas de otra manera, de usted depende, de su buena voluntad. Fundamentalmente le digo y pido que nos deje tranquilas, que se fíe de nosotras que ¡libres nos quiere Dios!

Reciba mi oración y mi esperanza de que en la Iglesia es ya tiempo para otras maneras.                                 

Anna de Jesús Mª, ocd (Seguí Martí)

Papa y monjas

Carta al Papa Francisco 

Puçol, 2 – enero – 2014

Queridísimo padre y hermano Francisco: Tras leer con agrado el mensaje por la paz, me ha conmovido favorablemente la insistencia en la fraternidad como dimensión esencial del ser humano en las relaciones personales, necesaria para la justicia y la paz verdadera. La fraternidad como preocupación por el bien del otro, desde la comunión y el respeto. Como hijos de Dios, la fraternidad nos dignifica e iguala, nos pone en actitud de servicio y no de dominio sobre los demás…

Todo el mensaje me ha causado el asombro de lo puramente evangélico, y en mí asoma una alegre esperanza y una segura confianza de que, el ejercicio vocacional de la fraternidad, tenga su comienzo en el seno mismo de las instituciones eclesiales y en su mismo sistema de gobierno, como testimonio de verdad y justicia evangélica.

Digo esto porque, las comunidades de vida monástica-contemplativa, hemos sido avasalladas por un Decreto de la Sagrada Congregación para la Vida Religiosa. Que, sin mediar palabra, sin consultarnos y sin tener en cuenta nuestro parecer y necesidades, sin previo diálogo ni consenso, se nos ha impuesto tajantemente la figura de un “asistente”, obligatorio que sea varón y sacerdote, que dé razón ante la Santa Sede de nuestro hacer y proceder en todos los asuntos que atañen a nuestras federaciones.

Dicho Decreto fue firmado por el presidente de la Congregación para la Vida Religiosa, el cardenal Joao Braz de Aviz, y sigue vigente, obligando a las federaciones a elaborar nuevos estatutos para que, aquellas federaciones que no tenemos “asistente”, lo introduzcamos en dichos estatutos obligatoriamente.

Proceder de esta manera dictatorial, imponiéndose sin miramiento por encima de los Decretos fundantes, como la Sponsa Christi, que nos invita a federarnos, y aconseja tener algún asesor, pero sin imponerlo, como en el actual Decreto, es faltar al más elemental derecho humano de la libertad, es herirnos en nuestra dignidad de hijas de Dios y no esclavas de voluntades humanas absolutistas.

 Padre y hermano Francisco, apelo a usted con la esperanza de que salga valedor por nosotras, mujeres religiosas, que no tenemos posibilidad humana de ser escuchadas para expresar nuestros deseos y necesidades, sino siempre a través de los varones, a veces de escasa fiabilidad. Pido ser consideradas como personas adultas y maduras, capaces de exponer nuestros propios asuntos sin mediadores eclesiásticos, porque nuestras presidentas están ampliamente capacitadas para ello. Necesitamos ser tratadas con más respeto humano y fraternal confianza, tal como lo hizo Jesús con las mujeres de su tiempo, tal como lo está haciendo usted mismo, ¡esta es mi esperanza!

Al fin, nosotras no traemos otro empeño que ser y hacer Iglesia desde nuestros puestos de orantes, y vivir una vida para el evangelio en la más absoluta sencillez en nuestros monasterios. Sinceramente, no merecemos ser tratadas así, porque en la Iglesia todo deber ser servicio fraterno y no imposición dictatorial. Quien así obra, no hace sino un uso abusivo de la autoridad y un fraude al evangelio.

Lo que pido es libertad de elección y no imposición, y sugiero diálogo, derecho a ser escuchadas, a hacer las cosas desde el consenso razonado. Solo así haremos una Iglesia más fraterna, donde las relaciones sean de igualdad entre hermanos.

Si el Decreto rezumara evangelio, ¡correría!, cual gamo, tras el olor de sus perfumes. Mas, si somos regidas por Decretos sin base evangélica ¡pobres monjas y pobre Iglesia!

Quiero ponerle en conocimiento de una carta que, hace casi un año dirigí al cardenal Joao Braz, con motivo de dicho Decreto. No obtuve respuesta, ni tan siquiera acuse de recibo. El silencio y la indiferencia ha sido el gran vacío que me ha llegado. Le adjunto la carta para su conocimiento.

Y me quedo con la esperanza en el alma de ser acogida y leída por usted, confiando también en que la verdad y la justicia del Reino avalen a las mujeres en la Iglesia y, todos juntos, seamos capaces de ser cada vez más fieles al evangelio.

Esta carta es totalmente personal, y en ella no quiero implicar ni a mi comunidad ni a nuestra federación. Siento en mí el apremio de una justicia y un derecho hacia la mujer, porque me he sentido profundamente herida con tan inconveniente Decreto, que ha provocado profundo malestar en las comunidades.

 Que Dios le bendiga y conceda larga vida, cuente siempre con la oración de esta carmelita descalza que es muy su hermana y amiga. También yo me encomiendo a su oración, comunión en la fraternidad.                

Anna de Jesús Mª, ocd (Seguí Martí)

Vida consagrada

Al fin, caminar la alegre esperanza 

Quiero finalizar este escrito con un canto a la esperanza, no eufórico, sino con la certeza de que el Espíritu Santo es quien suscita los carismas que la humanidad necesita en cada momento. Sé que la vida orante seguirá vigente en la Iglesia, jamás se apagará. Pero sé que nuestro estilo de vida tendrá que cambiar mucho para adaptarlo a los tiempos venideros, estrepitosamente progresivos y hasta desconcertantes. Nuestra vida, tal y como está constituida, es muy probable que seamos el último modelo de la especie.

El mundo cambiante, cambia también nuestra mentalidad, y nuestra psicología adquiere una comprensión muy diferente de lo que ha sido nuestro pasado y de lo que será nuestro futuro. Ser cristiano, el seguimiento de Cristo y ser orante, es una consecuencia del encuentro con Cristo Jesús, que conlleva a una vida para el Evangelio. De este encuentro, siempre habrá quien viva la vocación a una vida escondida en Cristo en el más absoluto recogimiento. Cómo será y cómo se expresará en el futuro, queda incierto, no se vislumbra todavía.

La vida monástica y contemplativa sigue su curso afrontando un reto que, a veces, resulta desalentador por el envejecimiento y pocas vocaciones. Hará falta mucha creatividad e imaginación para alumbrar nuevas formas; pero el Espíritu que hace la llamada, infunde también el coraje y anima la aventura de crear la novedad. Junto al carisma de los fundadores, refundar nuestro ser, estar y proceder, para que aparezca la brillantez de una vida para el Evangelio en Cristo Jesús y para el devenir de la historia y las nuevas generaciones. La esperanza, la confianza, no en un pasado glorioso que no volverá, sino en el Señor de la vida que camina a nuestro lado, nos sigue alentando a vivir como Él, que pasó haciendo el bien. Dios no nos abandona y, en Él, nuestra absoluta esperanza y confianza.

Pongo fin con unas palabras de Sta. Teresa de Jesús:

Confío yo, Señor mío, en estas siervas vuestras que aquí están, que veo y sé no quieren otra cosa ni la pretenden sino contentaros. Por Vos han dejado lo poco que tenían, y quisieran tener más para serviros con ello. Pues no sois Vos, Criador mío, desagradecido para que piense yo dejaréis de hacer lo que os suplican; ni aborrecisteis, Señor, cuando andabais en el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha piedad. Cuando os pidiéremos honras, no nos oigáis, o rentas, o dineros, o cosa que sepa a mundo; mas para honra de vuestro Hijo, ¿por qué no nos habéis de oír, Padre eterno, a quien perdería mil honras y mil vidas por Vos? No por nosotras, Señor, que no lo merecemos, sino por la sangre de vuestro Hijo y sus merecimientos.

Carmelo
Carmelo

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