El obispo de San Sebastián, en el día de la vida consagrada Fernando Prado: "Queridos religiosos, sois los amigos fuertes de Dios en estos tiempos recios"

El Papa saluda con cariño a Fernando Prado
El Papa saluda con cariño a Fernando Prado Vatican Media

"Las personas consagradas aquí son “de casa”. Junto con los demás miembros del pueblo de Dios se sienten “parte”, colaboran y viven preocupadas por las cuestiones que nos afectan a todos"

"Queridos religiosos y religiosas: sois los amigos fuertes de Dios en estos tiempos recios, llenos de desafíos y cambios que desafían la Esperanza"

"Gracias, de verdad, por ese testimonio que ilumina nuestro caminar en esperanza"

Queridos diocesanos:

Hoy es un día para agradecer a Dios el don de la vida consagrada, reflejo de esa Luz de las gentes que es Cristo, nuestro Señor. Ellos y, sobre todo ellas (que numéricamente son muchas más), nos recuerdan a todos la vida de Jesús, entregado todo al Padre y todo a todos.

Tenemos la suerte de que Dios nos ha regalado un buen número de personas consagradas que forman parte, con los demás, de la familia diocesana, de su vida y misión. Las personas consagradas aquí son “de casa”. Junto con los demás miembros del pueblo de Dios se sienten “parte”, colaboran y viven preocupadas por las cuestiones que nos afectan a todos. Las sienten como propias. Esta pertenencia y cercanía al resto de cristianos de Gipuzkoa es fuente de alegría para ellas y para todos los demás. Por lo mismo, los sacerdotes religiosos son estimados y considerados con toda razón como parte del presbiterio. Junto con los sacerdotes seculares colaboran estrechamente, afectiva y efectivamente con el obispo en la misión de servir a las comunidades cristianas.

Fernando Prado, obispo de San Sebastián
Fernando Prado, obispo de San Sebastián

Doy gracias, de corazón, por ese vivo y sincero sentimiento de corresponsabilidad con la diócesis y por todo lo que llevan adelante desde sus comunidades y sus obras al servicio de Dios y los hermanos. Cuanto más voy conociendo sobre el terreno, más y más me maravillo del don y del regalo recibido de la vida consagrada.

Pero más allá de lo que colaboran u ofrecen en la pastoral de la diócesis, me quedo con lo que son. 

Queridos religiosos y religiosas: sois los amigos fuertes de Dios en estos tiempos recios, llenos de desafíos y cambios que desafían la Esperanza. En medio de todo, conserváis la alegría y mantenéis viva la Esperanza. Os habéis tomado en serio la verdad de que “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y siempre” (Hb 13,8) y nos ofrecéis ese testimonio con vuestras vidas. Esa es vuestra mayor riqueza: el testimonio de esperanza que asoma en vuestra incuestionable y probada vida de fidelidad. Como una luz, los demás descubrimos en vuestro caminar en esperanza, un motivo para la nuestra.

Hace tan solo unos días fallecía en nuestra diócesis una de nuestras dos vírgenes consagradas, Rita Pueyo Landa. Recién ordenado obispo, recibí una preciosa carta llena de sensibilidad creyente y con una “unción” especial. En ella Rita me decía: “…en la medida en que mis fuerzas me lo permiten sigo entregando mi vida por completo al servicio de la Iglesia y de la diócesis, cuidando de algunas cosas en la parroquia de Santa María, en Tolosa, como los paños litúrgicos que intento lavar y planchar con todo el cuidado y con todo el amor que puedo”. Rita falleció con 96 años. Sin duda, un bello testimonio de fidelidad y de una vida plena, llena de Dios, al servicio de los hermanos. Ojalá el Señor me conceda vivir y morir con ese espíritu.

Pero Rita no es sino un ejemplo más. Nuestra diócesis y nuestros pueblos están llenos de hombres y mujeres consagrados, como ella, que son auténticos testimonios de fidelidad y entrega. Son más de mil las personas consagradas que, desde su modo de ser y de vivir, fecundan la Iglesia local con su oración, su disponibilidad y sus obras apostólicas. La historia de nuestra provincia y de nuestra tierra tiene el olor de la santidad de muchos de sus antecesores que han dejado una huella evangélica legible y digna de encomio.

Los conozco de cerca y sé bien que están de parte de quienes quieren dar a la vida y a la Iglesia una forma positiva, proactiva, sencilla y más evangélica. Son testigos de una esperanza que, contra toda desesperación silenciosa o manifiesta, remite a la fidelidad y a la solicitud amorosa de Dios. Una palabra que a los demás nos lleva a Jesucristo.

Gracias, de verdad, por ese testimonio que ilumina nuestro caminar en esperanza.

El próximo domingo, nos reuniremos en la catedral del Buen Pastor en una solemne Eucaristía de acción de gracias por la vida consagrada. Estáis todos invitados a uniros en la oración y en la celebración. Agradezco a todos y a todas, hoy especialmente a las personas consagradas, vuestras oraciones y vuestro cariño, que me dan la certeza de que el Señor me acompaña también como pastor desde los comienzos de mi ministerio entre vosotros. Os lo agradezco, de corazón.

In Corde Matris,

+ Fernando

Donostiako Gotzain

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