El obispo auxiliar de Getafe, designado para 'acompañar' a la Vida Religiosa española José María Avendaño: "No me siento como un intruso o un paracaidista en la CONFER"

José María Avendaño
José María Avendaño J.L.

Se lo dijo a la cara durante la Asamblea General de la CONFER celebrada la pasada semana en Madrid: "Os admiro". Y se le nota que no es algo impostado ni vanas palabras para la ocasión. El obispo auxiliar de Getafe (66 años) es un sincero admirador de los religiosos y religiosas y, como señala en esta entrevista con Religión Digital, "empiezo mi camino con la vida consagrada con una deuda que estoy encantado de pagar: estoy a vuestro servicio, estoy para serviros"

Seis meses después de ser ordenado obispo auxiliar de Getafe, José María Avendaño ha sido encargado de 'acompañar' formalmente a la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), tras ser ser adscrito, en la pasada Plenaria de abril de la Conferencia Episcopal, a la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada.

Se lo dijo a la cara durante la Asamblea General de la CONFER celebrada la pasada semana en Madrid: "Os admiro". Y se le nota que no es algo impostado ni vanas palabras para la ocasión. Avendaño (66 años) es un sincero admirador de los religiosos y religiosas y, como señala en esta entrevista con Religión Digital, "empiezo mi camino con la vida consagrada con una deuda que estoy encantado de pagar: estoy a vuestro servicio, estoy para serviros".

"El hecho de que no pertenezca oficialmente y con una rúbrica a una familia carismática, no quiere decir que me sienta como un intruso o un paracaidista", señala. "Para mí es un verdadero regalo poder ser acompañado por la vida religiosa que peregrina en España bajo el paraguas de la CONFER. Como diría mi padre Cándido: 'Mejor no cabe'”.

José María Avendaño, obispo auxiliar de Getafe
José María Avendaño, obispo auxiliar de Getafe J.L.

Ha sido elegido para ser el obispo que ‘acompañe’ los próximos años a la Conferencia Española de Religiosos (CONFER). ¿Cómo ha recibido esta designación?

Afronto esta encomienda que me llegó, como otras tantas sorpresas de Dios, sin buscarlo ni esperarlo, con temor y temblor. Y, sobre todo, con humildad, porque no sé qué habrán visto en este obispo que está todavía en periodo de prácticas. Creo que la palabra ‘acompañante’ expresa con profundidad evangélica esas ‘mutuae relationes’ de las que a veces hablamos en abstracto, pero que necesitamos cultivar y cuidar en lo cotidiano. Y creo que este ministerio se me regala. Sí, porque acompañar es un ministerio de los más complejos y preciosos, con todo lo que implica. Y a la vez es un regalo, también con todo lo que implica cuidarlo.

Siempre me presento como me enseñaron mis padres: “Soy José María Avendaño, para servirle a Dios y a usted”. No es una frase hecha ni una declaración de intenciones. Es un contrato verbal, de los que adeudan a quien lo pronuncia. Y yo lo he pronunciado ante los superiores mayores de la CONFER, por lo que puedes deducir que ya empiezo mi camino con la vida consagrada con una deuda que estoy encantado de pagar: estoy a vuestro servicio, estoy para serviros. No hago otra cosa que intentar seguir tras los pasos de Jesús: “No he venido a ser servido, sino a servir”. 

Es la primera vez en muchos años que un obispo que no pertenece a una congregación religiosa es elegido para una tarea de acompañamiento a los miles de religiosos y religiosas españoles. ¿Qué cree que han visto en ti que les ha hecho decantarse por un no-religioso?

El hecho de que no pertenezca oficialmente y con una rúbrica a una familia carismática, no quiere decir que me sienta como un intruso o un paracaidista. No sé lo que habrán visto en mí, porque poco puedo aportar desde mi pequeñez, y no solo por mi estatura. Eso sí, haciendo una relectura improvisada de cómo Dios ha actuado y actúa en mi vida, desde mi niñez y hasta hoy mi pequeña historia de salvación se escribe con la tinta imborrable de la vida consagrada.

No voy a citar una a una todas las familias carismáticas que han abierto de par en par las puertas de sus casas, de sus capillas y de sus comedores para acogerme, porque a buen seguro que me dejaría a alguna por el camino y no sería de recibo. Ese abrazo que he sentido cada vez que he atravesado el dintel de una comunidad se multiplicó cuando el otro día acudí por primera vez a la Asamblea General de la CONFER. No es que me sintiera como en casa, es que estando en CONFER, estoy en mi casa, estoy con mi familia.

"Religiosas y religiosos: sois muy valientes. Es más, creo que me quedo corto. Este coraje se respira en cada consagrada y en cada comunidad, tanto a pie de obra apostólica, como en su capacidad para revitalizar el carisma recibido de sus fundadores con fidelidad creativa"

En sus primeras palabras a la Asamblea de la CONFER les ha llamado “valientes” y les ha dicho “os admiro”. ¿Por qué son valientes y qué admira de ellos y ellas?

Reitero lo que dije y lo digo en presente y de tú a tú. Religiosas y religiosos: sois muy valientes. Es más, creo que me quedo corto. Este coraje se respira en cada consagrada y en cada comunidad, tanto a pie de obra apostólica, como en su capacidad para revitalizar el carisma recibido de sus fundadores con fidelidad creativa. Esta impronta profética se hace incluso ahora más visible, en un tiempo de aparente debilidad en el que la secularización y el envejecimiento demográfico se hacen visibles. Lejos de amedrentarse, están sabiendo escuchar el viento fresco del Espíritu para discernir cómo encarnar a Jesús en un contexto diferente, desde una reestructuración que busque la fecundidad, una sinodalidad que se traduce en la misión compartida con los laicos y una pasión por el Evangelio que no se apaga aunque los años se acumulen, sino que ilumina con más fuerza.

¿En qué consistirá esa tarea de acompañamiento?

Acompañar requiere caminar con el otro, mano a mano, de igual a igual, de charco en charco, como los discípulos de Emaús, lo mismo en el trecho de la incertidumbre y del cansancio que en el de la fiesta y el partir el pan. Acompañar es un verbo que nunca se puede conjugar en solitario. Uno acompaña y es acompañado. Y para mí es un verdadero regalo poder ser acompañado por la vida religiosa que peregrina en España bajo el paraguas de la CONFER. Como diría mi padre Cándido: “Mejor no cabe”. Estoy convencido de que no voy a ser capaz de cumplir con las expectativas que tienen sobre mí, por mi propias debilidades y torpezas personales, pero al menos sí voy a estar ahí con los religiosos caminando como uno más. Ya sabes que pinto acuarelas. En ellas, es prácticamente imposible identificar el rostro de quienes las protagonizan. Así espero caminar entre los religiosos, como uno más, sin protagonismos ni diferencias. En cualquier caso, puedo confesar que el mero hecho de saber que estoy al servicio de la CONFER, hace brotar en mí el mismo grito de alegría que al salmista: “Me encanta mi heredad”.

Avendaño, en la mesa presidencial durante la Asamblea de Confer
Avendaño, en la mesa presidencial durante la Asamblea de Confer

¿Qué representa la Vida Religiosa para el conjunto de la Iglesia en España?

Ante esta pregunta, lo inmediato es echar mano de la Memoria de Actividades de la Iglesia y dar cuenta de la impagable labor que los consagrados españoles llevan en cada rincón de nuestro país. Y cuando digo rincón, me refiero a esas realidades en penumbras en las que solo los religiosos se convierten en esas manos que rescatan, que cuidan y que salvan. Pero quedarnos en esas cifras, que asustan por el alcance de sus obras apostólicas, sea en un aula o en una residencia, implicaría caer en un reduccionismo de la propia vocación de los consagrados.

"El valor de la Vida Religiosa en medio de la Iglesia y del mundo, no se cuantifica por lo muchísimo que contribuyen a humanizar en las periferias, sino desde dónde lo hacen, desde su radical seguimiento a Jesús"

Los religiosos son insustituibles, no por lo que hacen, sino por lo que son. Cualquier persona podría liderar un proyecto de acogida a un migrante, a un drogodependiente o a una mujer víctima de la trata, pero pongo la mano en el fuego, sin menospreciar a todas las entidades que trabajan en estas áreas, que los religiosos y las religiosas suman a la profesionalidad, la caricia del Dios Ternura y Misericordia que solo ellos son capaces de entregar. Es decir, el valor de la Vida Religiosa en medio de la Iglesia y del mundo, no se cuantifica por lo muchísimo que contribuyen a humanizar en las periferias, sino desde dónde lo hacen, desde su radical seguimiento a Jesús.

Ahora que la palabra radicalidad se añade de connotaciones negativas, e incluso violentas, los religiosos son radicales en el amor a Cristo y a los hermanos, especialmente a los más vulnerables. En toda la Iglesia tenemos que aprender de los religiosos a hacernos uno con los pobres, porque a veces nos olvidamos de que son los preferidos de Dios. La Iglesia necesita de la Vida Religiosa. El mundo necesita de la Vida Religiosa. A una consagrada, a un consagrado, nunca se le olvida que los pobres, los heridos de la vida, son los preferidos de Dios, porque en su rostros y en sus manos, ven el rostro y las manos de Jesús, crucificado y resucitado.

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