El Papa reivindica la vigencia de la vida religiosa frente a la "mundanidad" y el cansancio Francisco, a los religiosos: "El tentador, el diablo, insiste en nuestras miserias, en nuestras manos vacías"

Francisco, a los religiosos: "El tentador, el diablo, insiste en nuestras miserias, en nuestras manos vacías"
Francisco, a los religiosos: "El tentador, el diablo, insiste en nuestras miserias, en nuestras manos vacías"

"Corremos el riesgo de perder la brújula, que es la gratuidad de Dios. Porque Dios siempre nos ama y se nos da, incluso en nuestras miserias"

"Se necesitan miradas que busquen al prójimo, que acerquen al que está lejos"

"Mirando alrededor, es fácil perder la esperanza: las cosas que no van, la disminución de las vocaciones... Otra vez se cierne la tentación de la mirada mundana, que anula la esperanza”

“Mis ojos han visto a tu Salvador”. Las palabras del anciano Simeón al encontrarse con Jesús fueron el marco elegido por el Papa Francisco para reinvidicar la vigencia de la vida religiosa, pese a las tentaciones de las manos vacías y la mundanidad.

En una homilía en la basílica de San Pedro, previa a la celebración de la Jornada de la Vida Consagrada, Francisco se dirigió a sus “queridos hermanos y hermanas consagrados”. “Sois hombres y mujeres sencillos que habéis visto el tesoro que vale más que todas las riquezas del mundo”.

Todo, gracias a una llamada, “la gracia de Dios que se derrama en sus manos”. “Queridos hermanos y hermanas: No hemos merecido la vida religiosa, es un don de amor que hemos recibido”, dijo el Papa.

Fragilidades, debilidades, miserias

Y es que, señaló, “el punto de partida es saber ver la gracia. Mirar hacia atrás, releer la propia historia y ver el don fiel de Dios: no sólo en los grandes momentos de la vida, sino también en las fragilidades, en las debilidades, en las miserias”.

El tentador, el diablo insiste precisamente en nuestras miserias, en nuestras manos vacías”, advirtió Bergoglio, señalando cómo “vamos detrás de pensamientos y sentimientos que nos desorientan. Y corremos el riesgo de perder la brújula, que es la gratuidad de Dios. Porque Dios siempre nos ama y se nos da, incluso en nuestras miserias”.

El Papa, con la vida religiosa
El Papa, con la vida religiosa

Una mirada mundana

“Sobre la vida religiosa se cierne esta tentación: tener una mirada mundana”, apuntó el Papa. “Es la mirada que no ve más la gracia de Dios como protagonista de la vida y va en busca de cualquier sucedáneo: un poco de éxito, un consuelo afectivo, hacer finalmente lo que quiero”.

Por eso, “la vida consagrada, cuando no gira más en torno a la gracia de Dios, se repliega en el yo. Pierde impulso, se acomoda, se estanca”, y así “uno se vuelve rutinario y pragmático, mientras dentro aumentan la tristeza y la desconfianza, que acaban en resignación. Esto es a lo que lleva la mirada mundana”, lamentó.

“La vida consagrada, si se conserva en el amor del Señor, ve la belleza. Ve que la pobreza no es un esfuerzo titánico, sino una libertad superior, que nos regala a Dios y a los demás como las verdaderas riquezas”, destacó. ¿Cómo lo hace? “Ve que la castidad no es una esterilidad austera, sino el camino para amar sin poseer. Ve que la obediencia no es disciplina, sino la victoria sobre nuestra anarquía, al estilo de Jesús”

Todo ello, con la mirada puesta en el prójimo. “En la vida consagrada, ¿dónde se encuentra al prójimo? En primer lugar, en la propia comunidad. Hay que pedir la gracia de saber buscar a Jesús en los hermanos y en las hermanas que hemos recibido”, recalcó Francisco.

Misa por la vida religiosa en San Pedro
Misa por la vida religiosa en San Pedro

Se necesitan miradas que busquen al prójimo, que acerquen al que está lejos. Los religiosos y las religiosas, hombres y mujeres que viven para imitar a Jesús, están llamados a introducir en el mundo su misma mirada, la mirada de la compasión, la mirada que va en busca de los alejados; que no condena, sino que anima, libera, consuela”, finalizó, apuntando que “la mirada de los consagrados no puede ser más que una mirada de esperanza. Saber esperar. Mirando alrededor, es fácil perder la esperanza: las cosas que no van, la disminución de las vocaciones... Otra vez se cierne la tentación de la mirada mundana, que anula la esperanza”.

Homilía del Papa por la Jornada de la Vida Consagrada by Religión Digital on Scribd

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