"Si quieres llegar lejos, camina pero no corras" Fray Manuel Uña, OP: Parábola del Romero

"Hoy llego a los 90 años de edad, con la gratitud a flor de piel. Cada uno de vosotros forma parte de mi camino, vuestra confianza y cariño han logrado que envejezca más despacio"
"Deseo celebrar mi cumpleaños compartiéndoos la Parábola del Romero. En una de sus acepciones esta palabra nos habla de un arbusto aromático, que se distingue por sus propiedades medicinales; en otra, designa al peregrino. Dos significados válidos y entrañables"
"Qué hermosa la filosofía del 'romero'. Con el paso de los años me hace bien reavivar la conciencia de ser peregrino, sin permitir que el “viejo de la rutina” se adueñe de mi cotidianidad"
"Qué hermosa la filosofía del 'romero'. Con el paso de los años me hace bien reavivar la conciencia de ser peregrino, sin permitir que el “viejo de la rutina” se adueñe de mi cotidianidad"
| Fr. Manuel Uña Fernández, OP
Que la vida es bella, no hay duda. Y el paso del tiempo no ha hecho otra cosa que acrecentar esta certeza en mi corazón.
Hoy llego a los 90 años de edad, con la gratitud a flor de piel. Cada uno de vosotros forma parte de mi camino, vuestra confianza y cariño han logrado que envejezca más despacio.
Deseo celebrar mi cumpleaños compartiéndoosla Parábola del Romero. En una de sus acepciones esta palabra nos habla de un arbusto aromático, que se distingue por sus propiedades medicinales; en otra, designa al peregrino. Dos significados válidos y entrañables.

A mi memoria aflora Tardemézar, un pueblo del que recuerdo todo y a todos, comenzando por los míos, familia humilde y cristiana. Nuestra casa, por los años 1935-1940, era de tapia y adobe, sencilla y acogedora, la casa de los Marinos, en la calle del Medio. Allí nací, crecí y vi por primera vez el romero.
Grabada tengo la procesión de cada Domingo de Ramos; las familias del pueblo embellecían sus casas con hojas de laurel y cubrían las calles con ramas de romero. Me parece sentir la fragancia de entonces, y aflora en mí una serena alegría.
El año pasado, cuando fui al pueblo por última vez, busqué una planta, y solo encontré una en la esquina de los Vientos, camino de las Bodegas de Arriba, junto al transformador.
Corté una ramita, la llevé a casa y mi hermana la plantó en una maceta pequeña, que se vino conmigo. Al llegar a la Virgen del Camino, la coloqué en la ventana de mi habitación y he disfrutado viendo cómo ha echado raíces. Siento que las flores que le han brotado me sonríen, y evocan las palabras de León Felipe:
“Ser en la vida romero, romero..., solo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez solo y ligero,
ligero, siempre ligero…”
Qué hermosa la filosofía del “romero”. Con el paso de los años me hace bien reavivar la conciencia de ser peregrino, sin permitir que el “viejo de la rutina” se adueñe de mi cotidianidad.

Si quieres llegar lejos, camina pero no corras. Paso a paso, respetando el propio paso. Muy importante es escucharnos a nosotros mismos, disfrutando la sutil melodía del silencio que habita en nuestro corazón.
Peregrinos por caminos siempre nuevos, sin que nuestros pies se acostumbren a pisar el mismo suelo… Aunque se carguen a la espalda 90 años, ¡que son muchos años! continúo dejándome enseñar, consciente de que lo mío, lo nuestro, es ser eternos caminantes. Hasta el final…
El romero, además, no permite que la rutina endurezca su alma y sus gestos. Podremos tener artrosis en nuestros cuerpos, pero el espíritu debe mantenerse “sin callos” para dar paso a lo nuevo. Es hermoso facilitar el camino a los que vienen detrás, sin que el “siempre se ha hecho así” condicione su creatividad y crecimiento.
“Sensibles a todo viento y bajo todos los cielos, nunca cantemos la vida de un mismo pueblo ni la flor de un solo huerto. Que sean todos los pueblos y todos los huertos nuestros”.
Por último, en el corazón del romero, no hay lugar para las fronteras que separan y excluyen, sino para los puentes que acercan y unen.
Ésta ha sido mi experiencia vivida en Almería, Candelaria, Córdoba, Sevilla, Cuba… Y en los muchos lugares por los que he pasado, compartiendo con los hermanos.
De todos he recibido la “luz que no deslumbra” sino que aclara el camino y disipa las dudas. Integrar las diferencias, nos ayuda a ser creyentes creíbles, al estilo de Aquél que peregrinó por nuestros caminos, con un admirable modo de ser Dios y ser humano. Su estilo nos inspira y nos marca el rumbo a seguir.
Continuemos siendo romeros, solo romeros, libres para amar, ser y estar. Os guardo en mi corazón.

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