Testimonios para la XXIX Jornada de la Vida Consagrada: "No hay excusas" Xiskya Valladares, rp: "Caminamos juntos contagiando esperanza"

"No hace falta describir el panorama en que nos encontramos. Todos lo sabemos: envejecimiento de las comunidades, pérdida de identidad y sentido de misión, dificultades económicas, y en algunos casos también desvinculación con la sociedad actual, tensiones internas, falta de renovación, y casos de abusos"
"Pero el Documento final de del Sínodo de la Sinodalidad dice que la vida consagrada sigue desempeñando un papel profético tanto en la Iglesia como en la sociedad"
"Entonces ¿por qué somos cada vez menos, por qué la falta de revitalización y esa desconexión con la sociedad actual? ¿Qué está pasando en la vida consagrada de España, de Europa? ¿Hemos dejado de ser significativos?"
"Entonces ¿por qué somos cada vez menos, por qué la falta de revitalización y esa desconexión con la sociedad actual? ¿Qué está pasando en la vida consagrada de España, de Europa? ¿Hemos dejado de ser significativos?"
| Xiskya Valladares, rp
No hace falta describir el panorama en que nos encontramos. Todos lo sabemos, pero en pocas palabras sería: envejecimiento de las comunidades, pérdida de identidad y sentido de misión, dificultades económicas, y en algunos casos también desvinculación con la sociedad actual, tensiones internas, falta de renovación, y casos de abusos.
Pero el Documento final de del Sínodo de la Sinodalidad dice que la vida consagrada sigue desempeñando un papel profético tanto en la Iglesia como en la sociedad y que hemos desarrollado prácticas de sinodalidad y discernimiento en común, integrando dones individuales en una misión compartida, que somos espacios de intercambio intercultural, ofreciendo una visión profética para la Iglesia y el mundo (cf. Documento final del Sínodo de la Sinodalidad, 65). Entonces ¿por qué somos cadavez menos, por qué la falta de revitalización y esa desconexión con la sociedad actual? ¿Qué está pasando en la vida consagrada de España, de Europa? ¿Hemos dejado de ser significativos?

Tengo que confesar que para mí la participación en el Sínodo ha sido un aprendizaje de sinodalidad por inmersión, y veo el proceso sinodal como un revulsivo contra la monotonía, la desilusión y el ensimismamiento de la vida consagrada. En definitiva, una esperanza cristiana. Hoy no tengo la misma mirada que tenía antes del Sínodo y me encantaría que todos los hermanos y hermanas consagrados pudieran experimentar lo que es la sinodalidad. Pero para eso primero tenemos que despertar de nuestro letargo y comodidad. Imagina que duermes plácidamente, muy a gusto, y ha sonado una sirena potente, tú no la habías oído, otros ya se han puesto en pie, tú te despiertas de golpe, desorientado al principio, qué está pasando, empiezas a darte cuenta del momento y a reaccionar. La sirena no es agradable, pero es necesaria; interrumpe tu inercia para ponerte en acción, recordándote que algo importante requiere tu atención. Así son los «revulsivos» en la vida: incómodos, pero imprescindibles para salir del letargo y conectar con la realidad. Así es la sinodalidad.
Y despertar es tomar conciencia de que no es verdad que estemos suficientemente conectados con la sociedad, que nuestra pastoral ya no funciona porque los tiempos han cambiado, que ya no vale el «siempre se ha hecho así», que no estamos viendo las verdaderas periferias de hoy, que no somos profetas de nada porque a la gente le importa muy poco lo que decimos o vivimos, que el mundo está ardiendo y nosotros seguimos tan a gusto, que no es cierto que he puesto todos mis talentos al servicio del Evangelio porque pienso demasiado en mí, en mis achaques, mis dolores, mis heridas pasadas, las injusticias presentes contra mí, mis ideologías no reconocidas, mis «cositas». Y quedó ya muy atrás aquel amor primero, que daba sentido a todo y me sacaba de mi ego. Que hoy mi vida no cuestiona, no atrae, no es signo de contradicción ni de un gran amor. Ha sonado la sirena, algunos ya están en marcha, ahora me toca decidir si me sumo o paso. De nada sirve tener propuestas sinodales si yo no tomo conciencia, pero quizás puedas ver los que ya están haciendo otros y te entren ganas. No hay excusas, la puerta siempre estará abierta, podemos caminar juntos.
¿Por qué necesitamos de la sinodalidad? Porque Dios nos llama a caminar juntos, porque la misión nos urge, porque nuestra comunión es signo del reino para este mundo. Y reconozcámoslo: no tenemos fuerzas para ir solos. Porque solo así seremos coherentes con nuestro bautismo. Somos relacionales fruto de la Trinidad, somos hijos de Dios llamados a caminar como pueblo, somos corresponsables de nuestros hermanos más pobres. Somos consagrados para ser espejos de Dios en este mundo herido. Somos peregrinos y sembradores de esperanza. Nuestro mundo necesita de esta luz, de esta música, de este actitud. Seamos lo que somos.

Vivir la sinodalidad en clave de esperanza nos hace aprender juntos a afrontar los desafíos actuales de la vida consagrada. Nos devuelve la ilusión del amor primero. Te dejo algunas pocas ideas de lo que algunos ya están haciendo:
-Fomentar la pastoral vocacional. Invertir en programas dinámicos que promuevan el testimonio cercano y auténtico de la vida consagrada en medios digitales y presenciales, atrayendo a jóvenes con una propuesta significativa y actualizada. Sin personalismos, con nuevos formatos y con gran libertad interior.
-Intercongregacionalidad. Impulsar la colaboración entre congregaciones para compartir recursos, proyectos y misiones,creando planes y proyectos intercongregacionales que revitalicen la vida comunitaria. Supone el cambio de mentalidad de que todos trabajamos por el mismo reino.
-Integración de laicos en la misión. Fortalecer el rol de los lai-cos en la vida consagrada, ofreciendo formación para que colaboren en las obras apostólicas y acompañen las comunidades envejecidas. No porque nosotros somos menos, sino porque valoramos su participación que nos enriquece a todos.
-Escucha activa y discernimiento comunitario. Practicar una sinodalidad real, escuchando las necesidades de la sociedad y adaptando las misiones para responder a problemáticas actuales como la migración, la crisis ambiental y las guerras.
-Actualizar el lenguaje y los medios. Usar estrategias actuales de comunicación para transmitir el mensaje de manera relevante y accesible, haciendo énfasis en temas que resuenen con los jóvenes y el público contemporáneo. Apostando por la misión digital como parte de la misión de la Iglesia a la que Jesús hoy nos llama.
-Presencia en las periferias. Enfocar los esfuerzos misioneros hacia los lugares y personas más marginadas, mostrando que la vida consagrada es un testimonio vivo del Evangelio. No tener miedo a ser significativos e incluso en ocasiones a arriesgar literalmente la vida o la libertad por ser no gratos a los poderosos, lo mismo hizo Jesús.
-Formación permanente en clave sinodal. Asegurar procesos formativos que renueven la vida espiritual y misionera de la congregación, conectándonos con los desafíos actuales. Una formación en sinodalidad para aprender este modo de ser Iglesia.
-Acompañamiento espiritual y psicológico. Ofrecer apoyo integral para revitalizar la motivación y el sentido de misión en los miembros de la congregación, sin miedo a reconocer nuestra vulnerabilidad y asumir nuestras debilidades con fuerza sin perder el entusiasmo por Jesucristo y su Evangelio.
-Gestión colaborativa de recursos. Implementar estrategias compartidas entre congregaciones para gestionar propiedades y obras, optimizando recursos y reduciendo costos. Con el respeto necesario de los distintos carismas y misiones. A veces con ayudas de terceros.
-Innovación en la sostenibilidad económica. Desarrollar proyectos innovadores como iniciativas ecológicas, turismo religioso o servicios educativos y sociales adaptados al contexto actual. A nuevas realidades, nuevos proyectos.
-Prácticas sinodales internas. Fomentar espacios de diálogo abierto entre generaciones y culturas dentro de las comunidades, para construir relaciones basadas en la comunión y el res-peto mutuo que nos lleven a la corresponsabilidad en la misión que llevamos juntos.
-Renovación del liderazgo. Formar líderes capaces de entender la autoridad como servicio y guiar procesos de cambio con esperanza y creatividad. Sin personalismos que arrasan y olvidan que no somos dueños de nadie ni siquiera de la misión.
Y todo esto en clave de esperanza dando testimonio profético que muestre con alegría y valentía que la vida consagrada sigue siendo relevante y transformadora en un mundo herido. Viviendo la interculturalidad como riqueza que aprovecha la diversidad cultural dentro de las comunidades para dar un testimonio de unidad y reconciliación ante este la polarización y las guerras. Y con confianza en el Espíritu Santo que nos hace reconocer que, incluso en los desafíos, sigue actuando para renovar la vida consagrada y hacerla fecunda.
Quiero terminar con una historia que perfectamente podría ser la tuya. Seguro que alguna vez habrás realizado alguna peregrinación a pie, quizás has hecho el Camino de Santiago… Imagina. Seguramente soñabas con el Camino desde hacía años. Cada piedra, cada sendero, te llamaban desde lejos, pero siempre había algo que te retenía. Un día, al fin, decidiste salir como deciden los valientes capaces de asumir los riesgos. Con una mochila ligera y un corazón pesado de preguntas, diste tu primer paso hacia lo desconocido.

El inicio fue genial, con el aire fresco acariciando tu rostro al amanecer y el sonido de tus botas sobre la tierra marcando el ritmo. Sin embargo, no tardaron en aparecer las cuestas empinadas, las ampollas en los pies y el sol abrasador. Cada noche, exhausto, te preguntabas si serías capaz de continuar. Pero al amanecer, el canto de los pájaros y el saludo de otros peregrinos te impulsaban a seguir adelante.
En el camino aprendiste a soltar. Dejaste atrás el peso de las cosas innecesarias y, con ellas, también algunas dudas. Escuchaste historias de otros caminantes, compartiste silencios, y recibiste palabras sabias de desconocidos que se convirtieron en compañeros del alma. El viento te hablaba de esperanza, y la lluvia te enseñó a aceptar lo que no podías cambiar.
Con cada paso, el cansancio se volvía lección, y el paisaje, recompensa. Hasta que un día, cuando tus fuerzas casi flaqueaban, viste las torres de la catedral alzarse a lo lejos. Allí, en la plaza del Obradoiro, dejaste caer tu mochila y, con ella, el peso del pasado. Tal vez rompiste a llorar mientras te arrodillabas, lleno de gratitud y plenitud. Solo quienes llegan conocen esa sensación.
Entendiste entonces que no era solo la meta lo que importaba, sino todo el camino que habías recorrido para llegar. Habías partido bus-cando respuestas y, sin darte cuenta, habías encontrado algo más grande: paz, fuerza, y un corazón renovado. Habías llegado. Y el sueño que tanto tiempo te había llamado, ahora vivía en ti.
La vida consagrada es como el peregrino que avanza con pasos firmes pero humildes, cargando en su mochila las promesas de su vocación y los retos del camino. En el polvo del sendero, donde los pies se cansan y las ampollas arden, aprende que la fuerza está en caminar juntos, en escuchar las historias de otros y en compartir el agua que refresca. Cada lluvia es un desafío, pero también una bendición que lim-pia el espíritu. Y en el horizonte, siempre brilla la esperanza, la certeza de que el destino no es solo un lugar, sino una comunión, una meta alcanzada no en soledad, sino en el abrazo de quienes han caminado a su lado. La sinodalidad se convierte en el arte de caminar juntos ha-cia el corazón de Dios, renovando el alma con cada paso, con parresía cristiana.
Solo así volveremos a ser significativos en este mundo, signos de Cristo y su reino hoy. Peregrinos y sembradores de esperanza.