Solemne inauguración del Año Ignaciano en la catedral de Pamplona Arturo Sosa, sj.: “En este lugar, Ignacio aprendió a poner su confianza en Dios, y solo en él”

Arturo Sosa, sj.: “En este lugar, Ignacio aprendió a poner su confianza en Dios, y solo en él”
Arturo Sosa, sj.: “En este lugar, Ignacio aprendió a poner su confianza en Dios, y solo en él”

El 20 de mayo de 1521, Íñigo dejaba de ser Íñigo y se convertía en Ignacio de Loyola. Hoy, medio milenio después, los jesuitas quieren hacen “una acción de gracias” por la vida de su fundador, desde ese día en que “comenzó su autobiografía”

“No es que las cosas se vuelvan más fáciles, como estamos viendo con la experiencia de esta pandemia, que hará más dura la vida de millones de personas. Pero encontramos otro modo de abordar esas dificultades, y ayudar a vivir bien la vida de quienes persiguen las cuatro sensibilidades de la Compañía de Jesús, para impregnar toda nuestra acción evangelizadora”

Hace justo un año, recordó Sosa, “nos dejó el padre Adolfo Nicolás”, su antecesor. “Su recuerdo es el del grano de trigo que cae en tierra, muere y da fruto. Una persona inspirada en el cambio que Ignacio propuso para nuestra vida. Que su recuerdo nos ayude a vivir en profundidad este Año Ignaciano”

Quinientos años nos contemplan. La caída, y conversión, de Íñigo en Pamplona, marcó un hito en la historia de la Iglesia mundial. Sin su herida, no son comprensibles ni el posterior camino a Manresa, ni los ejercicios espirituales ni, por supuesto, la creación de la Compañía de Jesús. El 20 de mayo de 1521, Íñigo dejaba de ser Íñigo y se convertía en Ignacio de Loyola. Hoy, medio milenio después, los jesuitas quieren hacen “una acción de gracias” por la vida de su fundador, desde ese día en que “comenzó su autobiografía”.

Porque Ignacio funda los jesuitas en 1540, 19 años después de su conversión. “Durante estos cinco siglos, el Espíritu Santo ha estado presente”, recalcó el general de la Compañía, Arturo Sosa, encargado de la homilía en la catedral de Pamplona, acogido por su arzobispo, Francisco Pérez, quien abundó en que los cristianos quieren “manifestar la grandeza de los santos, que nos han acompañado con la misericordia de Cristo”.

“¿Sería Íñigo un perseguidor antes del cañonazo?”, se preguntó Sosa. “Él vivía para sí mismo y para las vanidades del mundo, pero al mismo tiempo era un cristiano practicante, que se confesaba antes de cada batalla”. Tenía, añadió, “una práctica de la fe aprendida desde niño”.

Apertura del Año Ignaciano en Pamplona
Apertura del Año Ignaciano en Pamplona

"A Íñigo no le da igual una vida sin Cristo que una vida con él"

Durante este Año Ignaciano, recordamos que “como Pablo, Íñigo reconoce ser pecador, y da gracias a Dios por su propia vida”. Porque “a Íñigo no le da igual una vida sin Cristo que una vida con él”. “Íñigo se deja conducir por Dios: ya no querrá buscar sus propias glorias, sino dejarse conducir por Dios. Los Ejercicios espirituales no son sino una guía del encuentro con Dios, en el que el autor desaparece para que aparezca ese Señor que quiere ponerse en contacto con cada ser humano”, glosó Sosa.

“Ver nuevas todas las coas en Cristo” es el lema de este Año Ignaciano, explicó el religioso venezolano, “gracias a la novedad que aporta Cristo con su vida y su mensaje”, invitando a mirar “con él y desde él”. “No es que las cosas se vuelvan más fáciles, como estamos viendo con la experiencia de esta pandemia, que hará más dura la vida de millones de personas. Pero encontramos otro modo de abordar esas dificultades, y ayudar a vivir bien la vida de quienes persiguen las cuatro sensibilidades de la Compañía de Jesús, para impregnar toda nuestra acción evangelizadora”.

La reconciliación, los pobres, los jóvenes y las periferias

Para hacer, como Ignacio, realidad el Reino, “luchando en todo por la reconciliación y la cercanía, sobre todo con los pobres. Estando al lado de los jóvenes, escuchándolos, mirando al futuro. Y cuidando de la creación”. “La novedad de Cristo llevó a Ignacio a trabajar para que el Reino de Dios llegue a todos los seres humanos, y esa misma nos conducirá a cada uno de nosotros en nuestra misión en la Iglesia”.

Misa en Pamplona
Misa en Pamplona

Porque, insistió, “Dios quiere que seamos felices”, en cada momento, y en cada lugar. “Adoptando el Evangelio, Ignacio no puso la mano en el arado y miró atrás, entendió allá en Loyola que su seguimiento de Jesús supondría abandonar tantas seguridades materiales, económicas y sociales, para introducirse de lleno en el modo de proceder de Jesús. Con pobreza de espíritu y material, quiso conformarse con Jesucristo, adoptando las particularidades de su vida y no pidiendo condiciones”.

Porque, a fin de cuentas, la auténtica lección de Ignacio es que supo “poner su confianza en Dios, y solo en él”. Hoy, 20 de mayo, celebramos esto. Hace justo un año, recordó Sosa, “nos dejó el padre Adolfo Nicolás”, su antecesor. “Su recuerdo es el del grano de trigo que cae en tierra, muere y da fruto. Una persona inspirada en el cambio que Ignacio propuso para nuestra vida. Que su recuerdo nos ayude a vivir en profundidad este Año Ignaciano”, concluyó.

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