Mujeres en la Iglesia argentina
El servicio in(visible) de las religiosas mujeres
La cultura universal, y las cantinas, deben mucho a la vida monástica
(Desde la Fe).- Son muchos quienes, por ignorancia, hablan mal de los religiosos o de su vida, o bien de la Iglesia, mientras apuran bebidas espirituosas en alguna cantina, sin saber que algunas de ellas fueron creadas en los conventos.
A mí me tocó escuchar a un amigo que así hablaba mientras bebía un Frangelico, un licor dulce que, irónicamente, inventó hacia 1600 un monje eremita del Piamonte, sumergiendo avellanas tostadas en alcohol, junto con bayas y otras especias.
Incluso, la botella café de la que escanciaba mi compañero su bebida, llevaba un cordón como el de los franciscanos. Y el mismo nombre, Fra Angelico, es el de un célebre pintor dominico fallecido en 1455: Guido di Pietro.
Hay mucho que en este departamento de la enología y las bebidas espirituosas, la cultura universal debe a la vida en los conventos.
Por ejemplo, la célebre champaña, bebida de celebración por excelencia en muchas sociedades, que también fue creada en los conventos.
Tuvo su origen en los monasterios de Francia, en donde surgió el célebre vino espumoso vinculado con un monje benedictino ciego de la abadía de Hautvillers de nombre Pierre Perignon: Dom Perignon.
Este monje buscaba elaborar vino blanco a partir de uvas tintas, lo que lograba retirando pacientemente la piel responsable del color y mezclando diversos tipos de uvas.
El problema es que, por cuestiones de fermentación, surgían burbujas en las botellas del vino así logrado, por lo que era considerado defectuoso. ¡Pero no para los ingleses, quienes preferían aquel vino “malo” burbujeante. De modo que aquella espontánea efervescencia sería deliberadamente procurada a partir del siglo XVIII.
"El campaña tuvo su origen en los monasterios de Francia, en donde surgió el célebre vino espumoso vinculado con un monje benedictino ciego de la abadía de Hautvillers de nombre Pierre Perignon: Dom Perignon"
Piénsese, por otro lado, en el Chartreuse, otra de las bebida creadas en los conventos. Se trata de un licor de hierbas surgido de la maceración de hierbas en aguardiente, el cual surgió en el monasterio cartujo de la Grande Chartreuse, la “Gran Cartuja”, de donde recibe su nombre.
Su elaboración se remonta al año 1737, aunque la receta original data de 1605. De Francia pasó a España y de ahí, al mundo.
Entre las bebidas creadas en los conventos, considérese también el conocido como Bénédictine o licor benedictino, creado en 1510 por el monje de aquella orden, Bernardo Vincelli, bebida que combina veinte plantas y especias, particularmente la angélica, el hisopo y el bálsamo de limón, en una mezcla que se añeja durante 17 meses.
Y esto por no hablar de la contribución de los monjes en la elaboración de diversos tipos de cervezas que hoy se consumen con fruición en diversas naciones europeas.
Pero ya en el contexto de lo que hoy es México surgen otras bebidas vinculadas con los religiosos. Por ejemplo, a partir de 1740, y a falta de vino de Castilla, los padres jesuitas destilaban su propio mezcal.
Ciertamente no lo inventaron ellos, pero contribuyeron a su difusión por los actuales territorios de Sinaloa, Sonora y las Californias.
"A partir de 1740, y a falta de vino de Castilla, los padres jesuitas destilaban su propio mezcal"
Quizá el ejemplo más suculentamente célebre es el rompope (bebida a base de leche, huevo, canela, azúcar y alcohol), que también es una de las bebidas creadas en los conventos.
Su invención tradicionalmente se atribuye a una religiosa de nombre Eduviges, inquilina en el convento de Santa Clara en Puebla.
Cuentan que sólo Eduviges podía probar esta crema, pues el consumo a las demás religiosas estaba vedado, prohibición que, se dice, cedió con venia del obispo.
No queda claro si esta crema no se elaboraba antes o si fuese una evolución del ponche de huevo o rompón, pero se acepta que surgió por una fallida elaboración de una natilla. Al querer “arreglarla”, surgió el rompope.
"Cuentan que sólo Eduviges podía probar esta crema, pues el consumo a las demás religiosas estaba vedado, prohibición que, se dice, cedió con venia del obispo"
¡No vayamos muy lejos! No tiene que ser alcohólica la bebida para evocar a los religiosos. Baste recordar el café capuchino de cualquier cafetería que recibe su nombre por la túnica marrón y el cordón blanco del hábito de los frailes capuchinos, orden nacida en 1525.
Autor. Dr. Arturo Rocha Cortés. Colegio de Estudios Guadalupanos (COLEG) en la Universidad Intercontinental (UIC)
*Los textos de esta sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la Fe.
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