"Bienquerido hermano José. Entra en el gozo de tu Señor porque estuve en la cárcel y viniste verme"" En memoria de don José, que fue un hombre excelente

Cuando resuenan atronadores los proyectos de D. Trump un hombre silencioso y de inmensa bondad, un anciano de 92 años se nos fue calladiñamente como vivió D. José, el capellán de la Cárcel de Monterroso
Yo desearía rescatar las voces del silencio. Dar noticia de un hombre bueno que se nos fue ‘silenciosamente’ haciendo el bien y escuchando a los pobres
"Esto es un resumen de un amplio relato oral de largas conversas con un recluso que vino, por un tiempo, de Monterroso para el Centro Penitenciario de Teixeiro y que tanto nos habló de D. José.
"Sabía bien de quien hablaba, de lo que hablaba, por qué lo habla y donde lo hablaba"
"Esto es un resumen de un amplio relato oral de largas conversas con un recluso que vino, por un tiempo, de Monterroso para el Centro Penitenciario de Teixeiro y que tanto nos habló de D. José.
"Sabía bien de quien hablaba, de lo que hablaba, por qué lo habla y donde lo hablaba"
| Xaquín Campo Freire
En estos días, en los periódicos del mundo, la noticia es Donald Trump. Para los pobres del mundo no hay lugar.
Yo desearía rescatar las voces del silencio. Dar noticia de un hombre bueno que se nos fue ‘silenciosamente’ haciendo el bien y escuchando a los pobres.
A modo de carta oral y agradecida de uso preso para don José Vázquez García, que fue capellán de la Cárcel de Monterroso (Lugo)…
(Esto es un resumen de un amplio relato oral de largas conversaciones con un recluso que vino, por un tiempo, de Monterroso para el Centro Penitenciario de Teixeiro y que tanto nos habló de D. José. “Sabía bien de quien hablaba, de lo que hablaba, por qué lo habla y donde lo hablaba").

Bienquerido hermano José. “Entra en el gozo de tu Señor porque estuve en la cárcel y viniste verme para preguntar e interesarte por mí y por los míos”. (Mt 25, 34-35). Para hablar conmigo y escucharme y no condenarme más de lo que ya estoy condenado cuando oigo decir que muchos desean que nos pudramos en la cárcel.
Ya sé que mi vida no fue cómo la sociedad tiene ordenado. Pero solo tú fuiste el único que me has dejado explicarme de mis errores y volví para la celda sintiéndome querido por alguien y algo más animado.
De ti escuché sobre todo en el silencio de mi corazón que podía fiarme porque supiste escucharme atento y sin prisas, como si no tuvieses más cosas que hacer. “El tiempo del preso es tiempo de Dios”, Dijo el Papa Juan Pablo.
Me entregaste tu tiempo sin límites para darme siempre la palabra, cuando todos me la quitan, mucho antes ya de tenerla yo mismo en el pensamiento.
Y confiaste en mí. Y yo, por fin, aprendí por ti a confiar en alguien, sobre todo en Dios y en nuestra “Naiciña da Mercé”.
Cuánto te me pareces a S. Xosé. Sí. Digo bien: a S. Xosé. El hombre justo y de buen corazón. Que supo acompañar los procesos más difíciles de su familia y de la humanidad, sobre todo escuchando y luego actuando, desde el silencio, con fe en las personas y con confianza segura de que Dios no le fallaría, porque Él se fiaba de él.
Él es el santo del amor y del compromiso silencioso, con la sonrisa en los labios y la bondad en los ojos. Cómo haces tú con nosotros.
Siempre me impresionó la paz con que nos miras en el presidio. ¡Tantos años! Todos hablan de ti como hombre bondadoso, con la integridad de un hombre de Dios.

Cómo preso, sé bien, porque lo viví muchas veces, que sabes escuchar también a los funcionarios en sus sufrimientos, soledades y frustraciones. Porque tampoco ellos lo tienen fácil en su labor, por más que, seguramente, en sus ideales deseen y quieran cambiar nuestras condiciones de dolor y sufrimiento en la espera. También para ellos, soy testigo, de que tuviste siempre el corazón, la escucha y la palabra idónea desde esa bondad esencial que tú transparentas.
Los apóstoles pasaron todos por la cárcel y el mismo Jesús también. Y tú nos miraste siempre cómo miras a Jesús.
En la misa, en la consagración, yo te he visto cómo mirabas a Nuestro Señor. Y Él a ti. Cuando hoy te encuentres definitivamente con Él y con ellos, háblales de nosotros, de todos nosotros, como tú sabes: con esa paz y sonrisa de bondad esencial. Ya sé que me quieres. No. No me olvido “da nosa benqueridiña Nai da Mercé”. Tú sabes bien cuanto entre nosotros es tan querida la figura de nuestra madre personal y la de nuestra Señora, la Madre María. Cuanto nos enseñaste a quererla y a rezarle.
Pues ahora, ya cara a cara, háblale de todos nosotros y dile que “non nos deixe da súa man neste noso camiñar”.
Graciñas. D. José. Hoy en el cielo todos los presos y todos los santos y santas, todo el misterio de Dios, Padre. Hijo y Espíritu Santo “e a Nosa Señoriña da Mercé non van dar feito para darche apertas e bicos”.
Y resuena y retumba en los cielos un fuerte aplauso que lo llenará todo porque has llegado tú con paz y bien.
D. José. recibe este inmenso cariño de un preso que solo tiene una palabra: GRACIÑAS

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