Pere Codina: “Lo que se derrumba no es el cristianismo, sino la cristiandad”
El claretiano reflexionó en Olot sobre el fin de un modelo histórico y el nacimiento de una nueva Iglesia
El claretiano Pere Codina, teólogo, escritor y una de las voces más lúcidas del pensamiento eclesial catalán, impartió el pasado martes 16 de diciembre, a las 19.30 h, la conferencia “¿Una Iglesia en extinción o con futuro?” en el Casal Marià de Olot (calle de Bolòs, 3). El acto, organizado por las parroquias de Olot, ofreció claves para comprender el momento de profunda transformación que vive el cristianismo en Occidente.
Codina reflexionó sobre la creciente percepción de que el cristianismo atraviesa una crisis profunda en Europa, partiendo de datos objetivos —el descenso del número de bautizos, de matrimonios religiosos, de participación litúrgica y de vocaciones— para aclarar que “lo que realmente se derrumba no es el cristianismo como fe, sino la cristiandad como modelo histórico de sociedad”. Además, distinguió entre cristianismo y cristiandad, y situó el momento actual como “un paso hacia una Iglesia minoritaria, menos ligada al poder, con una fe vivida por elección personal y llamada a una conversión pastoral y misionera en un contexto plural”.
Actualmente, Codina combina la reflexión teológica con el trabajo intelectual: está inmerso en la elaboración de una biografía del claretiano y biblista Jaume Sidera, un proyecto que reivindica su enorme capacidad investigadora y el legado cultural del traductor del Nuevo Testamento al catalán, reconocido por su profundo sentido de la lengua y de la realidad del pueblo.
Pregunta. Abrió la conferencia con una constatación bastante dura sobre la realidad actual de la Iglesia. ¿Qué es exactamente lo que está pasando?
Respuesta. Lo que vivimos no es una percepción subjetiva ni una impresión pesimista, sino una realidad constatable. Desde hace décadas observamos un descenso continuado en diversos ámbitos: el número de niños bautizados poco después de nacer ha caído en picado; cada vez hay menos familias que solicitan la catequesis para sus hijos; los matrimonios celebrados por la Iglesia no alcanzan ni el diez por ciento; disminuye la participación en las misas dominicales; se reduce el número de sacerdotes que pueden celebrarlas y, además, la edad media de quienes participan es cada vez más elevada. Todo esto es evidente y no se puede negar.
P. Ante este panorama, mucha gente se pregunta si la Iglesia está haciendo algo mal. ¿Es una pregunta legítima?
R. Es una pregunta habitual, pero a menudo mal planteada. Hace años, cuando tuve una reunión con catequistas, constaté que predominaba un cierto pesimismo y un sentimiento de culpabilidad. Se preguntaban qué estábamos haciendo mal para que la catequesis no funcionara. Pero pronto vi que la situación no afectaba solo a la catequesis, sino a muchas otras actividades parroquiales y diocesanas, a muchos obispados y a muchos países. Por tanto, si hay una culpa —si es que la hay— no puede recaer ni en los catequistas ni en los presbíteros, sino que responde a causas mucho más profundas, que no tienen que ver directamente con la acción catequética.
P. ¿Esta crisis es un fenómeno nuevo o ya se había anunciado anteriormente?
R. No es nueva. De hecho, estábamos avisados. Lo que está ocurriendo hoy no es una sorpresa. Muchos pensadores cristianos ya vieron con claridad que este cambio llegaría, algunos incluso antes del Concilio Vaticano II. El proceso que vivimos ahora es la culminación de una larga evolución que viene de lejos.
P. ¿Qué autores anticiparon este cambio?
R. Podemos citar algunos muy significativos. Teilhard de Chardin ya decía en 1933 que, después de veinte siglos, las perspectivas habían cambiado tanto que era necesario “cambiar de piel”, porque las formas religiosas se habían endurecido y ya no permitían seguir viviendo. Joseph Ratzinger explicaba que la Iglesia había pasado de un pequeño rebaño a una Iglesia universal, y advertía que después de un cambio estructural interno también se produciría un cambio externo. Karl Rahner afirmaba que la cristiandad de tipo rural e individualista, propia de la Edad Media y de los tiempos modernos, estaba en vías de extinción.
Hay una fusión entre Iglesia y poder político, y la religión no es una opción personal, sino un marco colectivo que define la identidad del pueblo
P. Entonces, ¿estamos ante el fin del cristianismo?
R. No. Esta es la cuestión clave. Lo que se está derrumbando no es el cristianismo, sino la cristiandad. Esta distinción es fundamental para entender correctamente el momento actual.
P. ¿Qué quiere decir exactamente cuando habla de cristiandad?
R. La cristiandad es un modelo histórico de sociedad en el que el cristianismo es la religión mayoritaria —o absoluta— y es asumida culturalmente por todos. En este modelo, la fe cristiana estructura la vida pública: las instituciones, las leyes, la cultura, el calendario, la educación y la moral social. Hay una fusión entre Iglesia y poder político, y la religión no es una opción personal, sino un marco colectivo que define la identidad del pueblo.
P. ¿Este modelo ha sido siempre el modelo de la Iglesia?
R. No. La Iglesia primitiva no era una Iglesia de cristiandad. Los cristianos constituían una minoría dentro de la sociedad, a menudo tratada con desconfianza o persecución. No tenían fuerza ni influencia para intervenir en la vida social o política, ni tampoco sus obispos representaban un poder relevante en el ámbito ciudadano.
P. ¿Cuándo se consolida, entonces, la cristiandad?
R. Comienza a configurarse con el Edicto de Milán, en el año 313, y se consolida plenamente en la Edad Media. Durante siglos, gran parte de Europa —y después las colonias— funcionaron bajo este paradigma, hasta bien entrado el siglo XX.
P. ¿Qué rasgos caracterizan a la Iglesia de cristiandad?
R. Un rasgo fundamental es que toda la sociedad es considerada cristiana. El bautismo de niños se convierte en una práctica generalizada, y esto conlleva un cambio profundo en la manera de entender la vida cristiana: primero bautismo, después conversión —si llega— y, a menudo, sin un verdadero proceso de catecumenado. La religión orienta la política, la moral religiosa se convierte en ley civil, y la Iglesia tiende más a administrar sacramentos y a mantener el orden moral que a evangelizar.
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P. ¿Por qué este modelo entra en crisis?
R. Porque desaparecen las condiciones que lo hacían posible. La cristiandad nació gracias a unas circunstancias sociales, culturales y políticas muy concretas. Cuando estas condiciones desaparecen, el modelo ya no puede sostenerse. No es que alguien lo haya destruido deliberadamente, sino que la sociedad ha cambiado profundamente.
P. ¿Qué cambios destacan especialmente?
R. Desde el punto de vista cultural, aparecen dos principios clave: el principio antropocéntrico, que sitúa a la persona como centro de decisión y criterio último; y el principio de racionalidad, que explica la realidad a partir de causas y efectos, y no desde la presencia de espíritus o fuerzas sobrenaturales. Esto hace que la fe deje de ser impuesta o heredada y pase a ser una opción personal.
P. ¿Qué consecuencia tiene esto para el cristianismo?
R. Que ya no tiene sentido hablar de pueblos o ciudades cristianas. El cristianismo deja de ser social y pasa a ser personal. No son los pueblos los que se convierten, sino las personas. La fe se convierte en una elección consciente y no en una inercia cultural.
P. Ante esta situación, ¿qué propone hoy la Iglesia?
R. El papa Francisco insistía en la necesidad de una conversión pastoral. Hay que abandonar una pastoral de mantenimiento, basada en conservar lo que hay, y pasar a una pastoral misionera. No podemos seguir haciendo las cosas “como siempre se han hecho”.
P. ¿Esta conversión implica cambios estructurales?
R. Sí. Implica repensar las estructuras eclesiales, superar el clericalismo, avanzar hacia formas más comunitarias y sinodales, y asumir que la responsabilidad de la Iglesia recae en todo el Pueblo de Dios.
P. ¿Cómo será, según esta perspectiva, la Iglesia del futuro?
R. Las distintas visiones coinciden en que será una Iglesia más pobre y humilde, sin poder político; más pequeña numéricamente; más exigente espiritualmente, porque la fe será vivida por convicción y no por tradición; y más plural en sus formas organizativas.
P. ¿Con qué mensaje final le gustaría cerrar esta reflexión?
R. Con la convicción de que no nos encontramos ante el fin del cristianismo, sino ante el fin de un modelo histórico concreto. Y de que está en nuestras manos evitar que el derrumbe de la cristiandad nos deje sin nada, y saber descubrir, en este proceso, la nueva Iglesia que ya está naciendo.
El papa Francisco insistía en la necesidad de una conversión pastoral. Hay que abandonar una pastoral de mantenimiento, basada en conservar lo que hay, y pasar a una pastoral misionera. No podemos seguir haciendo las cosas “como siempre se han hecho”.