La Iglesia viña del Señor
27 Domingo ordinario –A - Mt 21,33-43 8 de octubre 2023
| Luis Van de Velde
Mons. Romero titula su homilía [1] "La Iglesia, viña del Señor". Esta reflexión nuestra se basa en el segundo punto de su sermón: "En esta viña, que es la Iglesia, se reflejan las crisis del Reino de Dios". Aquí se refiere al Evangelio de Mateo: "este segmento del Evangelio - Mateo - describe el momento de crisis en el que Jesús entra en conflicto con los sacerdotes, los fariseos, los dirigentes de Jerusalén".
“El Reino de Dios está en crisis en este momento del Evangelio de Mateo. Las parábolas de Cristo reflejan esa crisis. La parábola de hoy es tremenda. Los mismos dirigentes de Israel mencionados hoy en el Evangelio: los sumos sacerdotes, los senadores; que traducido al lenguaje de hoy podíamos decir: los obispos, los diputados, los ministros, los gobernantes, los sacerdotes, los dirigentes del pueblo, la clase del capital, los que tienen la potencia del dinero, a estos se está enfrentando Cristo en su tiempo y con estos es el conflicto que se desata en la parábola de la viña.”
Monseñor Romero se refiere claramente a los dirigentes de la Iglesia y de la sociedad (en la política y en la economía) en conflicto con Jesús y con el proyecto del Reino de Dios para la humanidad. Se trata, en efecto, de un conflicto mencionado desde el inicio de los Evangelios, que culmina con la decisión de las autoridades religiosas ante el gobernante político para que Jesús sea torturado y muerto por crucifixión. En la medida en que la Iglesia y sus autoridades sigan el camino de Jesús, entrarán en conflicto con la gente del poder y la riqueza. Por supuesto, el conflicto no es principalmente sobre doctrina teológica o culto (liturgia), sino sobre la práctica del Reino de Dios. ¿Dónde se situarán los seguidores de Jesús, qué lado elegirán, desde qué punto de vista mirarán a la sociedad, desde qué horizonte recibirán la luz, qué harán en la sociedad, por quién darán la cara? Las opciones evangélicas siempre entrarán en conflicto con el (des)orden existente en nuestro mundo. Ya se trate de democracias liberales o de sistemas que se autodenominan (por ejemplo) "cristianos, revolucionarios y solidarios", las opciones de los cristianos (hacer y no hacer, hablar y callar) siempre chocarán con la práctica social, económica y política de quienes detentan el poder y su ideología cegadora y justificadora. Centroamérica es un terrible ejemplo de ese tipo de conflicto, aún hoy.
Pero incluso dentro de las iglesias, debemos tener ojo y oído para conflictos análogos. Fueron las autoridades religiosas judías las que se negaron a aceptar el mensaje liberador de Jesús y decidieron eliminarlo. A lo largo de la historia, conocemos suficientes ejemplos de obispos, sacerdotes, religiosos y cristianos en general muy fieles al Evangelio que fueron marginados, callados y, en situaciones extremas, incluso eliminados físicamente por las autoridades eclesiásticas. También Monseñor Romero sufrió mucho por este tipo de conflictos, por ejemplo, con otros obispos salvadoreños, con ciertos organismos del Vaticano.
“Esta es la crisis que el Evangelio ha de vivir a lo largo de toda la historia: un Dios que siembra una viña y que espera frutos y, por una parte, no recoge frutos, más que crímenes, asesinatos, “no he sembrado yo esto”; y, por otra parte, unos injustos que matan y atropellan a sus profetas, a sus enviados,”
Monseñor Romero ve muy claro que este conflicto está presente por causa del Evangelio a lo largo de la historia de la humanidad. Creer en ese Dios Creador que siembra abundantemente las semillas de su Reino en todas partes significa esperar frutos de justicia y de paz y esperar una humanidad que sea realmente "imagen de Dios". Pero, al mismo tiempo, constatar que la cosecha es muy escasa, fracasando en muchos lugares. Cuántas veces, se atreve a decir el arzobispo, Dios tendrá que decir todavía: "¡Pero eso no lo sembré yo! Esta pobre cosecha es también el resultado de las "injusticias" que expulsan a los profetas evangélicamente fieles, les privan de su nacionalidad, ya no les permiten entrar en sus propios países, les quitan sus instituciones pastorales, sociales y educativas, les prohíben las manifestaciones eclesiales públicas y les meten en la cárcel (monseñor Álvarez en Nicaragua) y como vivió monseñor Romero en El Salvador: animadores de comunidades, religiosos y sacerdotes asesinados, y él mismo fue víctima fatal de ello. Pero también hay conflicto cuando las familias campesinas luchan por su derecho a la tierra de cultivo y defienden su cooperativa, o cuando las comunidades se levantan contra la minería a cielo abierto o cuando peligra su agua potable. Siempre que la vida se vea amenazada, surgirá el conflicto con los gobernantes y las familias ricas.
“Ahora en El Salvador, la Iglesia está en crisis. Hay divisiones. No las vamos a negar. Hay quienes desprecia la línea pastoral del arzobispado. Abundan quienes critican como perversa la doctrina que se está sembrando, Y en esta división, que peligroso es, hermanos, quedarse con la rebeldía de los judíos y con la desobediencia de los gentiles.”
Monseñor Romero no es ciego ni sordo a las divisiones dentro de la Conferencia Episcopal, entre sacerdotes también de su arquidiócesis, entre grupos de fieles practicantes. Pide que se les preste atención. “El texto evangélico de hoy no debe limitarnos al conflicto histórico con los judíos o con otros creyentes” (entonces llamados "paganos").La semilla del Reino, de la que la Iglesia ha de ser "signo e instrumento" para la abundante cosecha, a veces también cae dentro de las iglesias en caminos difíciles, sobre piedras o mezclada con muchas malas hierbas y arbustos silvestres. La Iglesia no es ajena a los conflictos por seguir a Jesús.
“Hay crisis en el corazón de cada cristiano. Y yo les digo, queridos hermanos, si en este momento un cristiano en El Salvador no siente esta crisis, no ha reflexionado lo que significa del mensaje de Dios y la siembre de Dios en el mundo. Muchos ya han superado la crisis y se han comprometido con el reino de Dios. Muchos la han superado en sentido contrario, se han instalado en sus comodidades y más fácil es decir: ”La Iglesia es comunista, ¿quién la va a seguir?”, Pero algunos sí están en crisis, no saben qué hacer. La culpa no es de Dios, ni de la Iglesia, La culpa es de la libertad de cada uno, que tiene que resolver, en su propia conciencia, con quién está.”
Finalmente, el obispo nos dice que esta crisis evangélica también se da en el corazón de cada cristiano. En el mundo en que vivimos hoy, suena muy actual esta frase de Mons. Romero: "si en este momento un cristiano (en El Salvador) no siente esta crisis, no ha pensado en el sentido del mensaje de Dios y de la siembra de Dios en el mundo". Quien se diga cristiano hoy (de cualquier denominación) y no pase por la crisis del Reino de Dios, pues no ha dejado madurar el mensaje de Dios en su corazón. Ese cristianismo superficial, a veces revestido de algunas prácticas eclesiales tradicionales en determinados momentos de la vida, muestra indiferencia, de no esforzarse por conocer el plan de Dios.
Así como Mons. Romero vio en su momento que "Muchos ya han superado la crisis y se han dedicado al Reino de Dios", así también hay hoy cristianos y comunidades cristianas que se dedican con alma y corazón a la dinámica del Reino de Dios, conviviendo con gente "pobre, pequeña, vulnerable,..." y contribuyendo a la "cosecha". Del mismo modo, hay "muchos que han superado la crisis en sentido contrario, se han instalado en su zona de confort y es más fácil decir: 'La Iglesia es comunista, quién la va a seguir'". Hoy, la acusación justificativa se dirá de otro modo. Se trata de bautizados que prefieren abandonar, que no quieren dejarse interpelar y alentar por el Espíritu del Evangelio o que se sienten amenazados por la nueva praxis evangélica de justicia y misericordia, de igualdad y solidaridad, de libertad y compromiso. Y otros, en casos más extremos, llegan a ver en el compromiso fiel evangélico una amenaza a su posición, a su poder, a su riqueza (todo ello normalmente construido a través de la corrupción).
Podemos seguir confiando en que -a pesar de todo- el Dueño de la viña no dejará de sembrar y plantar, de abonar y regar, de podar y proteger, ..... Aunque nos enfrentemos una y otra vez a la crisis inherente a creer en el Reino de Dios, se nos permite seguir adelante. Merece la pena. No debemos temer.
Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria.
- ¿Cómo experimentamos esta crisis del Evangelio en nuestra propia vida de fe? En qué nos sentimos más cuestionados y en qué nos sentimos más animados?
- ¿Dónde encontramos apoyo para superar esa crisis recurrente en nuestra fe y, sin embargo, no rendirnos? Cómo podemos animarnos unos a otros en esto.
- Cuál es nuestra contribución para que la Iglesia como comunidad, y en su conjunto, no sucumba a esta crisis inevitable?
- ¿Dónde nos situamos hoy en el conflicto entre la praxis evangélica y los poderes sociales, económicos, políticos y militares dominantes? ¿Cómo podemos fortalecernos mutuamente en este sentido?
[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero. Tomo III – Ciclo A, UCA editores, San Salvador, primera edición 2006, p. 313 - 315