El Señor viene, preparémosle el camino

2 Domingo de Adviento  – B  -    Mc 1,1-8     10 de diciembre de  2023

Monseñor Romero titula su homilía [1] “El Señor viene, preparémosle el camino”. Las citas que nos iluminan proceden del apartado titulado "Los caminos por donde Dios llega al hombre".

“El camino por donde Dios se encuentra con el hombre es su propia vida y, por eso, se llama el camino de la vida; más que todo, la conducta por donde llevo mi vida. Si es una vida mal conducida, no va por el encuentro de Dios. Si es una conducta conforme a la ley y la voluntad de Dios, me voy encontrando con Dios.  El encuentro con Dios, con un pueblo, también será lo mismo. Como sea la historia de El Salvador, así será el encuentro de Dios con nuestra patria.  Si está mal conducida, si se ha hecho materialista, si en ella abunda la injusticia, no son esos los caminos del Señor. “Enderezad los caminos!!  Esta es la voz del Adviento, la voz de los profetas, que resuena plena en Juan Bautista, la última flor de los profetas: “Llega el Señor. Preparadle los caminos!...... Cristo se hará encontradizo de cada pueblo y de cada hombre en la medida en que lo sepamos acoger.

A veces recuerdo alguna pregunta de aquel viejo catecismo, como por ejemplo: ¿dónde está Dios? Y luego pienso: ¿cómo llegamos a Él y cómo llega Él a nosotros? Estos días he leído otra referencia a aquel ya viejo comentario filosófico: si Dios existe, ¿por qué hay tanto mal? Hablar de Dios después de Auschwitz, ¿era todavía posible? Hemos hablado, pero ¿nuestros contemporáneos podían oírnos, escucharnos y comprendernos? Hace unos meses, la violencia acumulada volvió a estallar brutalmente en lo que a veces seguimos llamando "Tierra Santa", cuna de la experiencia bíblica de Dios con su pueblo y de ese pueblo con su Dios, lugar de Jesús, también cuna de la Iglesia y de las Iglesias. En Europa del Este, no sólo Ucrania (con sus aliados occidentales) y Rusia se enfrentan en guerra, sino también las iglesias (en su mayoría ortodoxas). Ambas afirman hablar en nombre de Dios, que está en camino con su pueblo. ¿Cómo puede ser?

 Por otra parte, lo religioso (es decir, incluida la cuestión de Dios) fue relegado a la vida privada. Cada uno hace con ella lo que quiere, y nuestra sociedad ya no quiere signos (sociales, políticos, económicos) de la presencia de Dios.  Monseñor Romero nos recuerda que el Dios (de la antigua alianza, con los grandes profetas y de Jesús) nos busca, viene a nosotros, está presente con nosotros. Lo veamos o no, lo deseemos o lo maldigamos, no importa. Ese Dios de la Vida tiene una paciencia divina. " El camino por donde Dios se encuentra con el hombre es su propia vida.” En medio de los acontecimientos de nuestra propia vida (privada, familiar, social) en altibajos, y de nuestro país (nuestro continente, nuestro mundo), Él está ahí. Monseñor Romero da una primera condición para que podamos descubrirle en esos acontecimientos concretos: si nuestros hechos, nuestro hablar y nuestro callar están de acuerdo con la voluntad de Dios. Entonces estamos en los caminos de Dios. Pero cuando vamos por otros caminos (de injusticia, de corrupción, de egoísmo, de culto al poder y a la riqueza, de guerra en lugar de paz, de inversión en armas en lugar de alimentos, de vida de sálvese quien pueda y de disfrute fastuoso, de exclusión de las personas, ...) entonces es sumamente difícil encontrarle.

 No es casualidad que en los evangelios encontremos varias curaciones de ciegos y sordos.  Hoy lo necesitamos más que nunca, para poder oír y ver (con claridad), para abrirnos al Misterio de la Vida y encontrarnos con Él.    Cada uno de nosotros podrá decidir por qué caminos camina.  En cualquier caso, cada año la Iglesia nos hace una clara llamada: "¡Enderezad los caminos!".   En la antigua alianza, el pueblo descubrió que "los diez mandamientos" eran señales fundamentales para no perder el camino.   - ¡Qué avanzados estaríamos en el mundo si cumpliéramos los mandamientos! Los profetas hablaban del cuidado de los huérfanos y las viudas, de cómo tratar a los pobres, de cómo convertirnos con ellos en liberadores y redentores.  En Jesús, recibimos orientaciones aún más claras para nuestro camino de vida: como aquel samaritano, como aquel buen padre, como el compartir y partir el pan (todos los alimentos), ... Él quiere mirarnos a los ojos desde los "pobres" (los que tienen hambre y sed, los que están desnudos -sin casa-, los que están enfermos, los que están en la cárcel), es decir, desde todos los excluidos, todos los vulnerables y heridos.  Sólo los que quieren mirarlos con respeto, sólo los que "parten el pan y comparten" pueden encontrarse con Él.  También en las iglesias ya no es posible fingir que no sabemos qué caminos tomar.  Todo hablar de Jesús, de Dios - Padre, del Espíritu se  parece a humo cuando nuestros caminos no son los caminos de la verdad, de la justicia, de la misericordia, de la libertad,

“Y la figura de Juan es un camino, un hombre hecho camino.  Eso debía ser cada cristiano: un hombre que se hace camino, que se hace luz, que se hace testimonio; que, con su integridad, con sus virtudes, como Juan Bautista, predica no solo cuando levanta y señala al Cordero de Dios, sino con su mismo porte de austeridad, de pobreza, de sinceridad, de sencillez, de valentía, de enfrentamiento, aunque sea el rey que le va a quitar la cabeza: “No es lícito”; y gritar la denuncia aunque cueste la vida. Juan Bautista es el modelo del camino.  Solo esos hombres son faros que señalan caminos.  Solo esos hombres pueden decir, con la grandeza que tienen y que el pueblo los sigue, y, sin embargo, dicen: “Detrás de mi viene otro más poderosos que yo. Y no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo no hago más que señalar al que salva el mundo.”

Incluso el mundo marcado por la tradición cristiana no es un ejemplo de los caminos de Dios o una sociedad acorde con el sueño divino de la historia. Por supuesto, se dieron algunos pasos iniciales importantes hacia un "mundo mejor". Pero después de tantos siglos de cristianismo, somos claramente aprendices débiles y a menudo aliados desobedientes. Nosotros también (desde nuestra tradición y cultura cristianas) consideramos más importante la industria armamentística que la construcción de estructuras económicas justas que puedan conducir a la paz. Nosotros también hemos generado el capitalismo (neoliberal). Nosotros también vivimos en sociedades donde la corrupción, el abuso, la injusticia y la exclusión afectan a tantas personas. ¡Cuánto necesitamos gente de Camino, "gente hecha camino"! Monseñor Romero dice que Juan es una de esas personas. Él mismo lo fue, y en todas las iglesias (y fuera de las iglesias también) existen esas personas que "se hacen camino, que se hacen luz, que se hacen testigos; que se hacen testimonio; que, con su integridad, con sus virtudes, como Juan Bautista, (…) con su mismo porte de austeridad, de pobreza, de sinceridad, de sencillez, de valentía, de enfrentamiento, aunque sea el rey que le va a quitar la cabeza: “No es lícito”; y gritan la denuncia aunque cueste la vida".

¿No sería importante en nuestras comunidades cristianas, en la catequesis, a través de nuestros medios de comunicación, en la predicación,.... prestar mucha más atención al testimonio de aquellas personas cuyas vidas se han convertido en caminos "para la vida", que son luces en nuestra historia a veces tan oscura? Personas que en su vida, en sus opciones, en la "obra de su vida" han hecho visible y audible a Dios mismo. Entonces han enderezado las sendas y preparado los caminos para encontrar plenamente a nuestro Dios. Pero en los caminos de Dios hay que estar dispuesto a darlo todo "incluso a costa de la propia vida". Que eso suceda depende de las circunstancias históricas concretas en las que vivimos, pero sin esa voluntad real, siempre seguiremos siendo "pobres aprendices". Todos los que hoy defienden plenamente "otro mundo posible", y también todos los que hoy defienden plenamente la transformación evangélica de la(s) Iglesia(s) chocarán con los muros del poder y de la riqueza, del odio y de la violencia. También en este Adviento es bueno prestar atención a esta palabra de Mons. Romero: Dios viene a nosotros en medio de la vida. En ella podemos ir al encuentro con Él. Nos da la mano para que nos levantemos. Nos invita a ver con claridad y a escuchar con agudeza. Cerca de los "pobres" (en el sentido amplio de la palabra) Él nos hablará y nos empujará.

Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria

  1. Si hacemos tiempo para mirar hacia atrás en nuestras vidas, ¿dónde y de qué manera Él se ha dirigido a nosotros? ¿Cuándo Lo hemos perdido?
  2. ¿Qué podemos hacer como comunidad cristiana para sanarnos de la ceguera y la sordera, de modo que el Misterio divino pueda revelarse en las circunstancias de nuestras vidas, en el amor y en la vida, en la vida y en la muerte?
  3. ¿Quiénes son las personas cuyas vidas son o han sido caminos de vida para nosotros? ¿Cómo son para nosotros puertas de acceso al Dios que se nos acercó en Jesús? ¿Qué significan para nuestro camino hoy?

[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo IV – Ciclo B,  UCA editores, San Salvador, primera edición 2006, p. 51-52  

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