No se dejen engañar por los pequeños márgenes de fe y de libertad que les quieren dejar.

“En el Vaticano II, se dijo también: el ateísmo no es un fenómeno que nazca espontáneamente, y gran parte de culpa la tienen aquellos que, creyendo en Dios, en vez de representar a Dios, lo ocultan con su conducta y su manera de vivir como si Dios no existiera.  Si el comunismo es ateísmo – no se asusten hermanos – el capitalismo también es ateo práctico. Y si le dan un margen a la fe, es un margen nada más.  …. Si nuestra Iglesia es comunión de fe, no se dejen engañar por los pequeños márgenes de fe y de libertad que les quieren dejar ciertos sistemas como protectores de la Iglesia.  Si de veras somos una comunión de fa, no debemos estar contentos mientras no sintamos que esta fe es vivida y que la llevamos en nuestra vida, sin miedo a las situaciones, cualquiera que sea.  El cardenal Wojtyla[1] recuerda los tiempos de las catacumbas y de los circos, de los mártires, y recuerda también – él que lo ha vivido en carne propia – las cárceles del marxismo; y a nosotros también nos toca vivir aquí las cárceles y las torturas de un sistema capitalista. Lo que importa es que, en uno o en cualquier sistema, la fe en Cristo sea la antorcha que le dé serenidad, valor, esperanza a esta vida.”

En este párrafo Mons. Romero presenta una autocrítica fuerte a la Iglesia en cuanto a su responsabilidad (o bien irresponsabilidad) ante el compromiso de “representar a Dios”.  Constata que aquellos cristianos/as que con su “conducta ocultan a Dios”, es decir que “viven como si Dios no existiera”, en realidad han abierto el camino para el ateísmo.  Quizás no es el ateísmo teórico (negar doctrinalmente la existencia de Dios) que ha avanzado mucho en el mundo occidental con presencia de Iglesias, sino el ateísmo práctico.  Monseñor Romero denuncia con claridad que el sistema económico capitalista vive un ateísmo práctico frente al Dios de Jesús.  El mismo sistema ha creado y sigue creando sus propios ídolos seculares, mientras florece el agnosticismo o más bien la total apatía y desinterés frente a la dimensión creyente de la vida.

Las diferentes expresiones del capitalismo neoliberal han diversificado también los espacios y márgenes de actuar que dejan para las Iglesias.  Ya en los años sesenta en los EEUU se sabía que el gran enemigo en América Latina no era el comunismo (aunque lo repetían constantemente), sino la Iglesia católica.  Así empezaron a alimentar las corrientes agresivas de exportación de todo tipo de expresiones (semi-) cristianas con sus lecturas fundamentalistas de la Biblia  mientras apoyaban  las políticas conservadoras neoliberales a favor de los EEUU.  En varios países latinoamericanos y en los EEUU la corriente “evangelical” se ha constituido en la base más importante para los votos para figuras como Bolsonaro en Brasil y Trump en los EEUU.

Otra estrategia ha sido la persecución directa a la Iglesia en los años 60 – 80 de parte de los regímenes militares al servicio de la oligarquía local y como vasallos de los EEUU.  En esos años no han dudado en capturar, torturar, desaparecer, expulsar y asesinar a catequistas, celebradores de la Palabras, religiosas/os, sacerdotes y obispos.   Solo aceptaron una Iglesia callada, encerrada en los templos. 

En la Nicaragua de hoy el margen de vida y de testimonio de la Iglesia ha sido restringido tremendamente.  A pesar de llevar en su bandera de gobierno la palabra “cristiana” (junto con socialista y solidaria) se está en un proceso acelerado de destruir las herramientas organizativas, infraestructuras, experiencias educativas, bloqueo de cuentas bancarias, y expulsión (o encarcelamiento) de personal de la Iglesia.  El margen de actuación para la Iglesia es un lenguaje religioso en el aire, bendiciendo tradiciones culturales,  cerrar los ojos, los oídos y sobre todo la boca.   Los oídos del poder controlan también lo que se dice en la liturgia.  Hasta se ha prohibido mencionar el nombre del obispo encarcelado en alguna oración.  Quienes no comparten la ideología dominante del partido en el poder y quienes no idolatran a sus gobernantes serán desconocidos, capturados, expulsados, impedidos de ingresar, y será castigados con la expropiación de sus medios organizativos, materiales y financieros. 

Para la Iglesia en situaciones semejantes en Nicaragua y otros países vale lo dicho por Monseñor Romero: “no se dejen engañar por los pequeños márgenes de fe y de libertad que les quieren dejar ciertos sistemas como protectores de la Iglesia.”  Es una llamada importante porque no pocas veces el miedo y la cobardía son más fuertes que el deseo de fidelidad profética al Evangelio.  El temor de perder aún más o todo, el temor de ser expulsado o encarcelado alimenta la cobardía y promueve el encierro.   Monseñor Romero nos anima: “Si de veras somos una comunión de fa, no debemos estar contentos mientras no sintamos que esta fe es vivida y que la llevamos en nuestra vida, sin miedo a las situaciones, cualquiera que sea.”  Como Iglesia tenemos la corresponsabilidad de animarnos a vivir todas las dimensiones de nuestra fe: koinonía (vida comunitaria), diaconía (el servicio especialmente a familias y sectores más vulnerables y heridos), martirio (testimonio de vida transformada), kerigma profético (el anuncio del Evangelio), liturgia y oración (viva y encarnada en la realidad histórica).   Ningún gobernante debe decir lo que la Iglesia y los responsables en la Iglesia deben decir, callar o hacer, ni como deben orar o celebrar su fe.  Y nadie de la Iglesia debe dejarse manipular o presionar por ningún poder.

Las palabras del arzobispo del año 1978 siguen siendo muy evangélicas y muy actuales en todos los países: “Lo que importa es que, en uno o en cualquier sistema, la fe en Cristo sea la antorcha que le dé serenidad, valor, esperanza a esta vida”  y esta historia.   Toda la realidad humana está bajo la crítica profética del Evangelio.  Desde el horizonte del Reino de Dios, y a partir de la vida y las cruces reales de las y los pobres (débiles, heridos, vulnerables, excluidos, encarcelados, migrantes y refugiados, enfermos, ..) la Iglesia tiene la misión de ser antorcha en la oscuridad y luz de esperanza, semilla de vida digna donde cada persona es tomada en cuenta y escuchada, ….  Son responsabilidades a vivir y a expresar a nivel muy local en los barrios y las colonias, a nivel nacional e internacional.

No se dejen engañar por los pequeños márgenes de fe y de libertad que les quieren dejar ciertos sistemas.”  En cada país habrá dinámicas propias. En cada país y en cada época la Iglesia tiene que encarnarse en la realidad histórica, desenmascarar todo lo oculta o destruye los caminos del Reino de Dios, y al mismo tiempo testimoniar que otra manera de vivir en sociedad es posible. No tengamos miedo.

Reflexión para domingo 29 de octubre de 2023.    Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía  durante la eucaristía del 30 domingo ordinario, ciclo A , del 29 de octubre de 1978.  Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo III,  Ciclo A, UCA editores, San Salvador, p 352-353

[1] Monseñor Romero hace referencia  a y cita de un escrito del cardenal Karol Wojtyla, L’Osservatore Romano, 22 de octubre de 1978

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