El predicador tiene que encarnar en la realidad presente.

“Mi modesta contribución de difundir la palabra de Dios en este ambiente tan difícil de El Salvador.  … Miren cómo el predicador de este tiempo tiene que hundir, por una parte, su pensamiento en la escritura, porque no haya otra fuente del mensaje de la Iglesia que la sagrada Escritura, la palabra de Dios, por una parte; pero no es una palabra de Dios escrita hace siglos y que se queda etérea, desencarnada, teórica, sino que, por otra parte, el predicador tiene que encarnar en la realidad presente.”

Llama la atención las veces que Monseñor Romero reflexiona sobre la misión del predicador.  Pensemos aquí en las personas que predican en la liturgia, pero también en las personas que aportan en catequesis presacramental (bautismos, primera comunión, confirmación, matrimonio), en animadores/as de comunidades creyentes.  Y aún más en el testimonio diario tanto de animadores/as pastorales como de creyentes en sus trabajos y su entorno de vida.

Monseñor está consciente de su tremenda responsabilidad en su “modesta contribución de difundir la palabra de Dios en este ambiente tan difícil de El Salvador”.   ¿Y nosotros? ¿Estamos conscientes de nuestra responsabilidad para contribuir al anuncio de la buena nueva de Dios, en palabras y en hechos, en nuestro pueblo hoy “en este ambiente tandifícil”. 

Jugamos con fuego si nuestro testimonio no está en consonancia con la palabra que predicamos.  No es solución optar por mensajes “light”, extraterrestres, etéreos que se diluyen al instante, que no impactan a nadie, que no cuestionan a nadie, que no dan esperanza a nadie,  y que no pueden ser entendidos como crítica a la persona del predicador/a.   Es una tremenda responsabilidad porque se trata de dar voz a la Palabra del Dios que se hizo humano en Jesús de Nazareth.   Difundir esa palabra nos exige por lo menos grandes esfuerzos permanentes por una vida coherente con el mensaje.   

Además se trata de “Buenas Nuevas”, “Novedad”, “Fuerza transformadora y renovadora”, Evangelio.   Si la predicación, la catequesis o la reflexión en una comunidad no es experimentada y comprendida como “nuevo horizonte de esperanza”, sería mejor no hablar.  Si no nos da ánimo y fortaleza para resistir las fuerzas oscuras y para arriesgarnos a las fuerzas de la luz, es mejor quedarnos callados.  ¿Ya nos hemos preguntado si las personas que van a escuchar la homilía, a participar en la catequesis presacramental o en una reflexión comunitaria, están esperando de nosotros/as algo nuevo o mejor dicho, algo Nuevo de parte de Dios, o con qué expectativa han llegado?  ¿cuántas veces no sucede nada? ¿Cuántas veces salieron decepcionados? ¿Cuántas veces se sintieron fortalecidos, consolados, animados, liberados?  ¿Nuestra predicación ha sido bebida como “Agua Viva”?  Thomas Merton[1] escribe: “El evangelio se transmite de generación en generación, pero debe tocar a cada uno de nosotros como algo nuevo, de lo contrario no nos toca en absoluto, Si sólo es "tradición" y no novedad, entonces no ha sido predicado o no ha sido escuchado, ¡entonces no es el evangelio!”  Si es solo tradición, solo doctrina en un lenguaje antiguo, si es solo repetición de lo ya conocido,…. “entonces no es el Evangelio”.

El predicador, dice Monseñor Romero, “tiene que hundir, por una parte, su pensamiento en la escritura”.  “La fuente del mensaje de la Iglesia es la sagrada Escritura.”  ¡Cuánto nos hace falta el conocimiento bíblico! Una de las grandes tareas es descubrir los conflictos históricos y personales que hay en la Biblia, las contradicciones y oposiciones. ¡Cuánto nos hace falta sentir como los textos bíblicos pueden ser ventanas para lo más profundo de nuestra vida!  ¡cuánto nos hace falta que esa palabra bíblica nos queme por dentro y nos seduzca.    La distancia entre nosotros y la historia, la cultura, el lenguaje, la vida bíblica es muy grande.  Necesitamos cada vez nuevos lentes, nuevos acercamientos, nuevas lecturas desde nuevos enfoques, siempre desde nuestra experiencia creyente de habernos dejado seducir por el Dios de la Vida y en oposición a los dioses de la muerte.   Felices los predicadores, catequistas y animadores de comunidades que sean capaces de compartir creativamente su hundimiento en la Escritura, y nos revelen la conflictividad de la misma.

Carlos Mesters, biblista en Brasil, ha dicho que Dios ha escrito dos libros. El primer libro es la historia, la vida, la naturaleza.  Es segundo libro es la Biblia que sirve de luz para nuestro caminar en esta historia y en este planeta.  Quizás hay hasta un tercer o cuarto o quinto libro de Dios así como en otras religiones lo han descubierto.  Pero lo fundamental es Dios que nos habla en la vida hoy, en la historia de hoy, en la naturaleza hoy.  La Palabra Bíblica nos ilumina a encontrar el camino de la Vida en medio de las contradicciones y conflictos que vivimos, de manera personal, como pueblos y como conjunto de los pueblos a nivel mundial.

En América Latina la Biblia llegó junto con la espada del colonizador y como instrumento colonizador.   No pocos lectores creyentes se indignan al descubrir en textos bíblicos las constantes manipulaciones y deformaciones del Dios de la vida.  A la vez se alegran al encontrar las luces que facilitan el caminar hacia el Reino de Dios.   Ese discernimiento es más que necesario, porque también hoy los que tienen poder y riqueza no dudan en escoger los textos bíblicos que justifican su manera de vivir y actuar. 

El buen “predicador” será capaz de discernir el mensaje de Dios hoy para el caminar de hoy.  Esto es encarnarlo.  “el predicador tiene que encarnar en la realidad presente”, en la conflictividad de hoy.  Los mismos adoradores de poder y riqueza de hoy actúan de la misma manera como antes.  El predicador debe ayudar al pueblo en su discernimiento, ofrecer métodos, caminos para “arrancar de raíz el sistema injusto” (como dijo Monseñor Romero), caminos para romper cadenas, caminos para  construir puentes y destruir muros.  Una vez discernido en textos bíblicos entre la manipulación del lenguaje sobre Dios y la autenticidad de Dios que oye el grito de su pueblo y que baja para liberarlo, el predicador ayudará al pueblo a hacer el mismo discernimiento hoy.  La Palabra del Dios-de-la vida en la Biblia puede abrir una ventana en la realidad de tal manera que  se desnuden las fuerzas de la muerte y se visualizan las fuentes de la vida.

No tengamos miedo para descubrir y escuchar la Palabra de Dios en la realidad de hoy.

Reflexión para el domingo 4 de diciembre de 2022.    Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía  durante la eucaristía del segundo Domingo de Adviento - Ciclo A , del 4 de diciembre de 1977.  Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo II,  Ciclo C, UCA editores, San Salvador, p 49-50

[1] Traducción libre desde el libro “Bespiegelingen van een schuldige toeschouwer”, 2020, p. 128  (título original: Conjectures of a Guilty Bystander)

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