Bach, laberinto BWV 591

¡Feliz domingo! Curioso título ¿verdad? Seguro que nunca has escuchado esta obra. Nos solemos quedar maravillados con las grandes composiciones organísticas del maestro que muchas veces no reparamos en otras. Pues las hay, y muy buenas. La de hoy puede que no pase por algo testimonial e incluso anecdótica pero demuestra una vez más la capacidad de Bach para componer grandes arquitecturas y pequeñas obritas en las que también está concentrado su arte.

Una obra curiosa «suya» es Kleines harmonisches Labyrinth, en Do Mayor, BWV 591. He puesto comillas porque parece ser que cada vez hay más dudas de su autoría, pero ahí sigue en el catálogo. Suele afirmarse que fue compuesta por Johann David Heinichen (1683-1729), contemporáneo de Bach y poco a poco recuperado. Al final de la pieza aparece el nombre BACH en notación alemana, lo cual pudo causar su atribución. La pieza está dividida en tres secciones: Introitus, Centrum y Exitus, y se abre de una forma espectacular e íntima, llena de trinos. Poco a poco, ese ambiente casi mágico evoluciona hacia otro más alegre, casi en forma de himno solemne. El «centrum» es más vivo y lleno de un contrapunto más claro. La sección final tiene la extensión de la mitad de la obra y nos recuerda al inicio por su ambiente. En final, sin embargo, es triunfante y tiene una sonoridad plena y potente. Una delicia, sea o no de Bach.
La partitura de la composición puedes conseguirla aquí.
La interpretación es de Ton Koopman al órgano.