Señor, date prisa en socorrerme



¡Feliz viernes! Para terminar la semana, qué mejor que pedirle ayuda a Dios para ello. Hoy he decidido recurrir a un apellido ilustre de familia de músicos. Su vida se vio algo oscurecida por la de su padre pero podemos reconocer en él a un compositor imponente, con una producción de lo más destacable. La pequeña obra de hoy es de una belleza bastante particular; puede parecer menor pero ya en ella se apuntan maneras... ¡y qué maneras! ¿Te apetece disfrutarla? ¡No te arrepentirás!

Si es así, que sepas que es de Johann Christian Bach (1735-1782), compositor alemán nacido en Leipzig. En realidad, este miembro de la ilustre familia Bach gozó de mayor popularidad que su propio padre. Su carrera se desarrolló en la época clásica pero la sombra de Beethoven, Haydn o Mozart no logró oscurecerlo. Estudió de forma sólida con su hermano Carl Philipp Emanuel en Berlín adonde fue enviado con quince años después de que su padre muriese. Sus óperas pronto obtuvieron un gran éxito y lo tuvieron especialmente en Londres. En 1765 estaba asociado con Carl Friedrich Abel en una serie de conciertos en la capital del Sena, algo pionero. En 1768, J. C. Bach hizo historia ya que fue la primera persona en dar un concierto para piano solo en Londres. A partir de la década de 1770 su fortuna decayó y su música poco a poco fue perdiendo popularidad hasta incluso minar su salud. Esta fue degradándose hasta que en 1782 murió rodeado también de deudas. La reina Sofía se apiadó de él y de su familia concediendo una pensión a la esposa del compositor, Cecilia.

Disfrutemos hoy de su Domine ad adjuvandum me, en Sol Mayor, W E 14. Es una composición datada en 1760 e irradia alegría y luminosidad por los cuatro costados, incluso desde su indicación de tempo: «Allegro con spirito». Comienza con la entonación gregoriana y solo consta del versículo que da título a la obra y luego de la doxología final. Tiene estructura simétrica y se abre con una introducción orquestal triunfante a la que le siguen las voces en un tratamiento fugado. El «gloria al Padre» final contrasta porque está en tono menor, dividida en dos secciones y con intervenciones de las voces solistas. Una delicia procedente del hijo menor del viejo peluca Bach.

La interpretación es de Joanne Lunn (soprano), Elena Biscuola (alto), el Süddeutscher Kammerchor y el Concerto Köln dirigido por Gerhard Jenemann.

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