La bendición de Dios

Bendición de Dios en la soledad, Liszt

¡Feliz viernes! Con la bendición de Dios contamos siempre y yo creo que la cuestión recae en que no sabemos darnos cuenta de esa bendición, que puede cambiar nuestras vidas. Hoy vamos a escuchar una composición que es una pura filigrana de música; una obra maestra, vamos.

Franz Liszt

Vamos con la música de Franz Liszt (1811-1886), compositor húngaro nacido en Raiding (entonces en el Imperio austríaco). Su vida estuvo a caballo entre lo puramente genial y lo puramente excéntrico. Se cuenta que en 1839 regresó a Hungría tras dieciséis años fuera. Que pudiese tocar en diversos lugares era un sueño hecho realidad para los húngaros. A comienzos de 1840, en una de sus interpretaciones tocó su versión del himno nacional húngaro con tan grandísimo éxito que causó el delirio en quienes lo escucharon. Se organizó tal jaleo que la multitud formó una buena fila para saludarlo. Luego se llegó a reunir en un desfile, con bandas de música tocando y un guirigay tan inmenso que casi no se entendía nadie. Todo ello, para alegrarse de lo maravilloso que era Liszt cuando tocaba/improvisaba al piano.

Vamos a escuchar su Bénédiction de Dieu dans la solitude. Se trata de una composición para piano que pertenece a sus Harmonies poétiques et religieuses, compuestas en 1847 en su casa de Woronińce. Se inspiró para ello en poemas de Alphonse de Lamartine. De toda la colección la obra de hoy es la más larga y está dedicada a Jeanne Élisabeth Carolyne de Sayn-Wittgenstein. La noble melodía aparece en el bajo y cada vez se hace más compleja. Posteriormente es imitada en la parte aguda para enriquecer la sonoridad. Los distintos episodios van apareciendo y la música se va haciendo más libre, más intensa y con más pasión hasta que los arpegios del bajo se hacen presente. Una coda pone un intenso punto final a la composición.

La partitura de la pieza puede descargarse aquí.

La interpretación es de Cyprien Katsaris al piano.

Volver arriba