"La pregunta incómoda: ¿por qué lo toleramos?" Desfiles hípicos y fiestas patronales en Guatemala: altares públicos del crimen, la impunidad y la descomposición del Estado

Amatitlan. Guatemala
Amatitlan. Guatemala

"El crimen como espectáculo y pedagogía social: una escuela de antivalores. Un pan y circo que anestesia al pueblo mientras el país se hunde"

Lo que ocurre hoy en las ferias patronales de Guatemala y en otros países de América Latina no es folclor, no es tradición, no es cultura popular: es la ocupación descarada del espacio público por estructuras criminales, legitimadas por autoridades locales que han convertido los desfiles hípicos en altares ambulantes de poder ilícito. Lo que antes celebraba la vida, la fe y la identidad de los pueblos se transformó en una pasarela obscena de dinero sucio, armas, caballos purasangres de procedencia dudosa y políticos que se arrodillan ante quienes dominan los territorios desde la ilegalidad.

Esto ya no es un síntoma: es una enfermedad estructural del Estado y de la cultura política guatemalteca y de varios países latinoamericanos.

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Tradición secuestrada: del santo patrono al patrón del crimen

Las fiestas patronales, antaño celebraciones comunitarias, han sido colonizadas por el crimen organizado y por las élites políticas que se benefician de su expansión. Henry Bin, periodista, en el programa radial Con Criterio del 4 de diciembre, documenta con precisión cómo en departamentos y  muchos otros municipios de Guatemala, caballos que pueden costar entre USD 35 mil y 100 mil desfilan entre multitudes, montados por hombres y mujeres armados, ante la complacencia y el aplauso de autoridades locales. Los testimonios son contundentes: Jinetes fuertemente armados exhibiéndose sin pudor, caballos vinculados a estructuras ilícitas, alcaldes, diputados y candidatos presidenciales desfilando protegidos por escoltas armadas, como si el municipio fuese su hacienda privada. Esto “no es tradición, es normalización del crimen… no es folclore, es pedagogía social peligrosa”.

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"Caballos que pueden costar entre USD 35 mil y 100 mil desfilan entre multitudes, montados por hombres y mujeres armados, ante la complacencia y el aplauso de autoridades locales"

El crimen como espectáculo y pedagogía social: una escuela de antivalores

Estos eventos se han convertido en rituales públicos de legitimación del narco y de la corrupción. Los niños aprenden que el poder está en el arma, el dinero ilícito y la arrogancia del mafioso. Los jóvenes ven que el camino al prestigio social pasa por la violencia y el enriquecimiento rápido, no por el trabajo honesto. Las comunidades entienden que quien manda es quien desfila armado, no quien es electo constitucionalmente.

Esto es una pedagogía de la impunidad, un proceso de ingeniería cultural que degrada todo sentido de ciudadanía y destruye cualquier posibilidad de convivencia democrática.

Autoridades complacientes: cómplices activos, no espectadores

Los políticos no solo toleran estos espectáculos, los patrocinan, participan en ellos y los utilizan para consolidar control territorial.

Mientras tanto: se promueve el consumo de alcohol, se exhiben armas en flagrante delito, se muestran simbolismos de poder mafioso, y se degrada la dignidad del cargo público. No se trata de omisión: es complicidad. Quienes juraron proteger a la ciudadanía se ponen al servicio de quienes la someten.

Fiestas patronales como "estado de excepción" para el crimen

Estos eventos producen un “estado festivo de excepción donde la ley se suspende”, lo cual no es metáfora, sino es literal: armas en espacios públicos, dinero ilícito sin control, actividades que constituyen delito flagrante sin intervención del Ministerio Público, propiedad sospechosa exhibida como trofeo de conquista.

Muchas veces cuando incautan caballos a connotados políticos corruptos se dan cuentan que no tienen documentación legal, reforzando así el vínculo entre caballos de lujo y corrupción de alto nivel.

Estamos ante una colonización criminal del espacio público, protegida por la indiferencia —o la colaboración— de las autoridades.

Fiestas patronales convertidas en “vitrinas del crimen” - Con Criterio

Un pan y circo que anestesia al pueblo mientras el país se hunde

Los desfiles hípicos son el “pan y circo” de los nuevos emperadores. Los políticos utilizan estos eventos para construir imagen vacía, reforzar redes clientelares y distraer a la población mientras continúan el saqueo del Estado.

Se anestesia a la ciudadanía con música, alcohol y espectáculo para que no vea: la violencia imparable, la migración forzada, el deterioro de las instituciones, la captura del Estado por redes criminales.

Es una estrategia de manipulación emocional y control político.

La pregunta incómoda: ¿por qué lo toleramos?

El problema no son los caballos ni las fiestas patronales. El problema somos nosotros. ¿Por qué aplaudimos a quienes nos humillan? ¿Por qué celebramos lo que degrada a nuestras comunidades? ¿Por qué normalizamos que los santos patronos sean reemplazados por los patrones del crimen?

Cuando un pueblo celebra a quienes lo saquearon, pierde su dignidad y su horizonte moral.

Recuperar la fiesta, recuperar el país

La transformación de las fiestas patronales no es un asunto estético: es un asunto político, ético y espiritual.
Implica recuperar: la dignidad,la fe comunitaria, la memoria del pueblo, el valor de la vida, la cultura como lugar de esperanza, no de violencia.

Pero esto exige: romper la alianza entre política y crimen, denunciar sin miedo estos eventos degradantes, reconstruir el tejido social desde la verdad, recuperar la poesía y la espiritualidad de nuestros pueblos. Mientras la fiesta siga secuestrada por el narco y los corruptos, Guatemala y tantos países de Latinoamérica seguirán siendo rehenes de sus verdugos.

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