Más de cien mil ciudadanos dispuestos a dejar oír su voz de ciudadanos estafados y avergonzados por la actitud de su Gobierno, no es poca cosa. María-José Peña: MIEDOS

Lo que salió mal ayer fue una presencia tremenda, poderosa, paralizante con la que pocos contábamos y que deja sin alegría la casa del pobre: ¡el miedo!.

Maria-José Peña 13 junio 2013

María-José Peña
MIEDOS
14.06.2021
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“¡Qué poco duran las alegrías en casa del pobre!”, solía decir mi padre.
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Yo nunca comprendía por qué, precisamente allí, dónde más falta hacían, duraban tan poco. Hoy sí lo comprendo; comprendo que otros miedos casi seculares amenazan siempre las pequeñas alegrías porque éstas son tan escasas, que casi se estiman inmerecidas, y por ello casi se acepta que sean para otros.
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En cierta manera, eso nos está ocurriendo a los muchos constitucionalistas que salimos ayer a gritar: “¡Sánchez: indultos, no!”, que nuestra alegría nos dura muy poco porque los miedos propios son los que les ponen toda clase de reparos a esas alegrías. Para mí ayer fue un día de alegría y esperanza pero veo que ni eso nos damos a nosotros mismos.
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¿Qué fué lo de ayer?.
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Lo de ayer fue una concentración de más de cien mil personas corrientes, de las que llevan su vida cada día adelante como pueden: trabajadores, parados, estudiantes, mayores, jóvenes, hombres, mujeres…; corrientes todos, sin más conexión entre sí que la que deriva de ser ciudadanos escandalizados e inermes, sin cauces de protesta, ante unas actitudes de sus políticos que les llevan al escándalo y la vergüenza; ante unas actitudes de sus políticos que les arrebatan la Justicia impartida; que no figuraban en los Programas políticos que se votaron en su día, y que van contra la Ley que cada uno de ellos respeta como ciudadano.
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Lo de ayer fue una concentración de más de cien mil personas dispuestas a “perdonar” la falta de previsión de unos organizadores, que quizá temieron tanto la posibilidad de que otros pudieran sacar provecho de la concentración, que se encontraron solos, sin medios materiales ni recursos humanos, para organizar tamaño desafío al poder institucionalizado.
Lo de ayer fue una multitud de más de cien mil personas que coreaba, tratando de dar ánimo al que esperaba y apoyo moral al que organizaba, los espontáneos lemas lanzados al silencio por alguno: “¡Dimisión, dimisión! ” y que de pie, bajo el calor, sin más ánimo que el que partía de sus corazones de ciudadanos hartos, entretenía la espera sabiendo y lamentando que, al otro lado, políticos y organizadores estaban paralizados temiendo todos la intervención de los demás.
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Lo de ayer fue una concentración de más de cien mil personas que perdonó todo a todos, tanto a convocantes, como a Partidos políticos de la oposición, especialmente les perdonó sus miedos y sus temores a decir sin miedo, unidos, juntos ¡y con foto! lo que esos más de cien mil estaban dispuestos a decir: “¡Sánchez, indultos, no!”.
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Eso fue lo que hubo ayer. Una concentración de miles de ciudadanos pacientes y respetuosos que deseaban manifestar su oposición a los indultos.
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Y no es poca cosa. Más de cien mil ciudadanos dispuestos a dejar oír su voz de ciudadanos estafados y avergonzados por la actitud de su Gobierno, no es poca cosa.
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Pues aun así, no dejo de oír aquí, allá, y por el camino, que Sánchez ha salido fortalecido. ¡Qué ven ellos, los que eso dicen, que no veo yo!.
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Lo que salió mal ayer fue una presencia tremenda, poderosa, paralizante con la que pocos contábamos y que deja sin alegría la casa del pobre: ¡el miedo!. El miedo propio, arrastrado durante años, el miedo a la foto, a que vengan todos, a que unos digan, a que otros crean, a que algunos piensen… ¡el miedo!, el miedo de todos los que organizaron y temieron que se les escapara de las manos cuando apenas les llegó a ellas; el miedo de los Partidos a cómo se traduciría en votos su presencia allí; el miedo a significarse o a no hacerlo; el miedo a aparecer con éste o aquél; el miedo a los que nunca van a hacer nada pero siempre van a censurar a los que hagan algo; el miedo a parecer esto o lo otro o lo de más allá; el miedo al miedo... Eso es lo que nos lastra.
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Sánchez es el único que no tiene miedo. Le basta con decir o hacer algo, por disparatado que sea, para provocar el miedo de los demás a decir o hacer algo en su contra, temerosos de que ese decir o hacer le fortalezca a él. Y así estamos, paralizados, reprochándonos constantemente las pocas acciones que se llevan a cabo, convenciéndonos de que es mucho mejor no hacer nada, no decir nada, no movernos, no respirar siquiera… a ver si esa ausencia propia es la que deja de fortalecer a Sánchez.
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En fin, es lo que hay. Y lo digo con tristeza.
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Pero yo a veces sueño con que perdamos ese miedo, con que los organizadores pidan ayuda y medios a quienes los tienen, los Partidos políticos, sin temerles; sueño con que los Partidos la presten en toda la extensión que puedan sin pedir ni esperar nada; sueño con que los políticos no tengan miedo a una foto común que es lo que hubieran deseado los más de cien mil que estaban allí; y sueño, en fin, con que esos más de cien mil no se harten definitivamente de todos esos que con su paralizante miedo impiden que la sociedad responda.
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Porque lo que yo creo firmemente es que es el silencio de esos cien mil lo que sí hubiera fortalecido a Sánchez.
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