Abascal concurría al Congreso como candidato, palabra que utilizó Sánchez en numerosas ocasiones para mortificarle... Sí, fue un espectáculo en el que lo burdo y lo grosero, la provocación y el sectarismo, alternaron con algunos momentos brillantes e inspiradores, no exentos de talento. Pedro García Cuartango: El camarote de los líos

El Congreso fue ayer la metáfora de un país que se desangra y se encamina hacia la ruina, pero que a la vez conserva una cierta lucidez sobre lo que le está pasando.

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Pedro García Cuartango

Actualizado:22/10/2020 08:20h

Los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía. La frase es de Ortega y Gasset, diputado durante la República, y resume lo que sucedió este miércoles en el Congreso. Y no tanto por el seguro fracaso de la moción de censura sino por la sensación de camarote de los hermanos Marx en el debate que consumió la jornada.

Larga y tediosa la primera intervención de Santiago Abascal, que parecía el inquisidor dominico que amenaza con las llamas del infierno a los pecadores en «El nombre de la rosa». Arremetió contra la izquierda por incitar al odio y no defender la unidad de España, llamó a Sánchez mentiroso y traidor, presentó a Iglesias como un golpista, descalificó a los sindicatos, se mofó de las feministas, tiró dardos a «la derechita cobarde» e incluso criticó el proyecto europeo. Nadie se salva para el líder de Vox, que hizo suyo aquel adagio tridentino de que es «mejor un cuerpo lisiado que una mente corrompida».

Cualquier causa pierde la razón cuando es llevada al exceso. Y ese es el gran error que cometió Abascal, que, sin embargo, dijo algunas cosas sensatas cuando se refirió al declive de la industria en este país, a la instrumentalización partidista del poder o las incoherencias de la política económica. Lástima que pasaran desapercibidas esas reflexiones en el irrespirable clima político de la Cámara.

El golpe de efecto de la jornada se produjo cuando, tras la intervención de la diputada de Bildu, Abascal leyó desde la tribuna la lista de las víctimas de ETA con todos los representantes de Vox puestos en pie. Y terminó sus palabras recriminando al PSOE sus pactos con la izquierda abertzale. Nunca sobra el recuerdo de las personas asesinadas ni nada es suficiente para honrar su memoria.

Pero la moción de censura es constructiva y, por ello, Abascal concurría al Congreso como candidato, palabra que utilizó Sánchez en numerosas ocasiones para mortificarle. Su intercambio dialéctico fue un diálogo de sordos porque hablan distintos lenguajes. Puede que no se odien, pero lo parece. Al menos, se desprecian.

Sánchez citó a Groucho Marx para reprochar al dirigente de Vox su voluntad de crear problemas donde no existen. Y luego sugirió que es un caradura sin escrúpulos que no se ganaba el sueldo que le pagaba Esperanza Aguirre en una fundación. Una forma de ver la paja en el ojo ajeno y eludir la viga en el propio porque el presidente ha colocado a todos sus amigos en el sector público.

Su intercambio dialéctico me recordó aquel disparatado diálogo de Groucho Marx en «Una noche en la ópera» cuando le dice al mozo: «En lugar de intentar meter mi baúl en el camarote, meta usted el camarote en mi baúl». Parece más fácil meter el camarote en el baúl que el éxito de una moción condenada al fracaso y que García Egea calificó de «tomadura de pelo» y «espectáculo circense».

Sí, fue un espectáculo en el que lo burdo y lo grosero, la provocación y el sectarismo, alternaron con algunos momentos brillantes e inspiradores, no exentos de talento. El Congreso fue ayer la metáfora de un país que se desangra y se encamina hacia la ruina, pero que a la vez conserva una cierta lucidez sobre lo que le está pasando.

Las democracias parlamentarias tienen una ventaja sobre las dictaduras: que se puede discutir, que ninguna voz es silenciada. Y eso lo vimos en la sede de la soberanía nacional. Por eso, aunque Abascal quiso azotar al mar como Jerjes cuando se hundió el puente que sus hombres habían construido en el Helesponto, la moción sí sirvió para demostrar que, pese a que los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía, todavía estamos vivos.

Fuente: Pedro García Cuartango: El camarote de los líos

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