Acompañamiento permanente Homenaje a la Eucaristía

Corpus Christi

Corpus Christi

 Jesucristo:

 Naciste en Casa del Pan, hogaza candeal de artesa nazarena.

Fuiste, a instancias de tu Madre, mujer bendita, vino en esponsales.

Reivindicaste ser el pan del cielo, sustento de tu Padre en el desierto. Te sentaste a la mesa del fariseo, del publicano, de zaqueos y de los levís de tu tiempo.

Cruzaste los sembrados, contemplaste los trigales, la mies madura.

Supiste de la siega y de la cosecha centuplicada, fruto de la sementera generosa.

Quisiste multiplicarte en el pan partido y dejar para las naciones despensa suficiente, doce cestos de pan repletos.

Eres pan tierno, partido en cena y en almuerzo, en el monte y en la ribera.

 Fue la contraseña ante los tuyos desconcertados, partirles el pan en la posada.

Te dejaste invitar por tus amigos, por Simón y por Betania, por los tuyos y por conversos, para celebrar con todos tu entrega hecha banquete de fiesta y de perdonanza.

Llegaste a cosechar la fama de comilón y hasta de bebedor, por comer con todos la cena de la Pascua, la ofrenda de tu misma vida.

 Pasaste hambre y te hiciste pan. Tuviste sed, y fuiste manantial, y tu Palabra dada fue alimento, compañía, bordón y alforja, mesa puesta y pan tierno para quienes se fiaron de tu llamada.

 Nos dejaste la cena memorial, y brindaste el cáliz de vino de solera, banquete nupcial, y prenda de futuro, anticipo de bodas en tu reino.

 Escondes tu presencia y sacrificio en el regalo que nos dejas, memorial de tu Cruz y de tu vida, perpetuo testamento, que reúne toda la creación hecha de nuevo, fruto de la tierra y de las manos del artesano.

 Eres presencia real, compañero de camino, puerto franco, y no sonrojas al mirarte, velado en la materia, cuando frágiles acudimos a tu mesa. Tú te das y nos enseñas cómo darnos pródigos y samaritanos, aceite y vino en las heridas.

 Hemos sentido el desierto, la ausencia de tu pan real en nuestras manos, en un ayuno mayor por la pandemia, y te has hecho necesidad en nuestras almas, hasta el extremo de mendigar tu ofrenda permanente.

 Danos, Señor, de ese pan de vida; danos de esa agua viva; danos a beber tu cáliz bendecido, para que nos convirtamos en aquello que tomamos, tu mismo Cuerpo.

 ¡Qué distinta es el hambre de quien necesita como alimento el pan santo! Hoy mendigo tu pan, y celebro tu alianza; adoro tu misterio y agradezco tu fidelidad, Santísimo Sacramento, Eucaristía, Pan del cielo, Amor de los amores, contraseña amiga, entrañas paternales, fiesta, banquete, nupcias permanentes, prolongadas en el amor a los hermanos, profecía de lo eterno.

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