¿Tienes paz o división? 17 de agosto, XX Domingo del Tiempo Ordinario
“He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».” (Lc 12, 49-53)
Parece que la Liturgia de la Palabra de este mes de agosto se empeña en llamarnos la atención. El primer domingo del mes recibíamos la advertencia: “¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol? Esto es vanidad”. El día diez de agosto, la lectura, a pesar de ser tiempo de descanso, reiteraba: “Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas”. Este domingo, el anuncio es más sorprendente: “¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división”.
Jesús dice de sí mismo que ha venido a prender fuego a la tierra. Sabemos que el fuego está unido a la teofanía, a la manifestación del Espíritu: misión mesiánica esencial, anticipada en el Sinaí en la zarza ardiente ante Moisés, en el carro de fuego que arrebató a Elías, en la Transfiguración y consumada en Pentecostés.
La paz o la división en la casa no debemos interpretarlas de manera literal. Cada uno, en su interior, vive el combate más esencial. La división a la que alude Jesús significa que, dentro de nosotros, tenemos la posibilidad de optar —por más que nos cueste— por la fidelidad al Señor. Habrá momentos en los que deberemos entablar un combate semejante al que sugiere la imagen de la desavenencia familiar.
¿Tienes paz o división?
