"Vivir compartiendo lo que eres, vivir haciendo que otros vivan como debe ser" "Conservemos el aceite de la esperanza, que cura las heridas y mantiene nuestra frente alta"

Lámpara de aceite
Lámpara de aceite

Quizá lo más prudente sea prepararse para el viaje que llegará. ¿Y cómo? Pues disfrutando cada milisegundo de la gracia de estar vivo.

Observar los paisajes que vuelan en los lienzos de las ventanas del tren de la vida

Creíamos que teníamos el mundo en las manos y que iríamos en aparatos voladores  a hacer la compra y resulta que la única solución para nuestros problemas es quedarnos en casa encerrados con las persianas bajadas y el Netflix  y la nevera abiertos

Vivir como iluminando, como una lámpara de aceite que encima da toque a ambientador y es tan mediterránea como nosotros

“Yo solo sé que no sé nada”, decía aquel filósofo mesándose las barbas griegas. También Jesús nos dice eso de que “no sabemos el día ni la hora”.  Esto de no saber se ha convertido en la bandera habitual de los políticos dando bandazos en sus soluciones o de los investigadores pasmados antes los microscopios intentando encontrar una vacuna que no llega ante la impaciencia del mundo que se deshace como  un cubito de hielo en Sevilla a las tres de la tarde. No saber. Creíamos que teníamos el mundo en las manos y que iríamos en aparatos voladores  a hacer la compra y resulta que la única solución para nuestros problemas es quedarnos en casa encerrados con las persianas bajadas y el Netflix  y la nevera abiertos.

Cuando eres niño vives en la ilusión y la inocencia de las niñerías, flipado por la pompa de jabón  efímera o el barro maravilloso de los charcos. La curiosidad te hace convertirte en un ser pequeñito, pesado y a veces inoportuno con preguntas que arrojas a tus padres aterrados ante la inconveniente presencia de la vecina chismosa. No sé si los niños siguen siendo tan curiosos, o simplemente viven anestesiados por la pantalla luminosa de los móviles que los convierten en maniquíes  inmóviles en el sofá como las muñecas de porcelana que tenía mi abuela sobre los cojines.

También cuando llegabas a los granos y a la adolescencia eran muchas las preguntas y la curiosidad por el saber. Mucha angustia solitaria ante el desembarque en la edad adulta y mucho estudiar y estudiar, que a nosotros en el seminario bien que nos exprimían la cabeza… No sé si los adolescentes de ahora siguen preocupados por conocer o bien se muestran más ocupados en la última coreografía de tik tok o los filtros nuevos para sus fotos de Instagram…

Adolescentes

Pese a todo muchos han sido los avances de la ciencia y el conocimiento a lo largo de los siglos. Avances técnicos que nos hacen la vida más fácil y el mundo mucho más pequeño. Incluso se prodigan múltiples investigaciones sobre la mente  de los hombres y sus a veces insondables recovecos en el afán de comprendernos a nosotros mismos y a esta inmensa jaula donde habitamos llamada universo.

Jesús nos dice eso de no saber el día ni la hora. ¿De qué? De nuestro fin. Del acabose. De la caída del telón. Ya os decía el otro día que solo sabemos que somos seres finitos, que nuestro sol y nuestra tierra tienden a quedarse sin batería si es que no nos los cargamos antes por la vía rápida que en eso los humanos somos muy originales organizándonos nuestro propio autoapocalipsis…

Quizá lo más prudente sea prepararse para el viaje que llegará. ¿Y cómo? Pues disfrutando cada milisegundo de la gracia de estar vivo. Observar los paisajes que vuelan en los lienzos de las ventanas del tren de la vida. Saborear cada tarde, cada persona, cada risa, cada música, cada baile, cada polvorón, cada respiración. Y ayudar a que otra personas también vivan, porque vivir, vivir con dignidad, teniendo amor, teniendo hijos, en una casa bonita, sabiéndose seguro y querido, con una manta en el sofá, música en el alma y en el cuerpo, risas de vez en cuando, oraciones sentidas que hacen presente y cotidiano a este Dios nuestro que es todo un artista con ese catálogo infinito de atardeceres y peces imposibles, vivir así es maravilloso.

Compartir es vivir

Vivir compartiendo lo que eres, vivir haciendo que otros vivan como debe ser. Vivir como iluminando, como una lámpara de aceite que encima da toque a ambientador y es tan mediterránea como nosotros. No sabemos el día ni la hora en que nuestro Dios venga a preguntarnos  qué tal lo hemos pasado en esta montaña rusa de la vida. No sabemos cuándo llegara el novio a ver a las 10 doncellas tontas y listas que lo esperaban; (no hay que negar que el señor del cuento de Jesucristo está pero que muy bien atendido con tanta juventud y tanta belleza alrededor…)  Cinco además de muy guapas eran muy listas y conservaron el aceite de su amor brillando para cuando llegó el esposo. Las otras vencidas por la rutina y la ausencia  perdieron la ilusión y su aceite se terminó. Cuando intentaron llegar a su amor primero este ya había cerrado la puerta.

Quizá Jesús nos anime a estar despiertos y no desaprovechar las oportunidades, las personas, las cenas. Son muchas las cosas que nos dejan hacer ahora, todos convertido en cenicientas que ven sus carrozas, sus negocios y sus abuelos convertidos en calabazas a las 12 de la noche. Pero estamos vivos. Conservemos el aceite de la esperanza. Aceite que cura las heridas y mantiene nuestra frente alta porque sabemos que Dios nos saldrá  al encuentro un día, no sabemos cuál, que no, pero vendrá y en tu mano seguirá brillando la pequeña, casi extinguida, pero enormemente amada por ti, llamita de tu Amor.

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