El artista recibirá el Premio Ratzinger en el Vaticano el 12 de diciembre Por amor a la música: Riccardo Muti
Los medios vaticanos proponen una entrevista con el artista italiano, en la que una frase resuena como clave de acceso a su presente: "la necesidad de buscar la verdad en el arte más allá del consenso"
| Marco Di Battista
(Vatican News).- «En un momento de la vida, cuando se recorre el mundo y se alcanza cierto éxito y se obtienen diversos reconocimientos y honores, llega un punto en el que eso ya no es suficiente. Uno también quiere que la música no sea simplemente un medio para recibir aplausos en una sala de conciertos». Con estas palabras, pronunciadas en la entrevista con Vatican News - Radio Vaticana, Riccardo Muti resume la trayectoria de su presente: una actividad musical que busca un significado más radical, menos expuesta al consenso y más ligada a la verdad del arte.
El viernes 12 de diciembre, esa intención se materializará en el Vaticano, donde recibirá un premio que, según él mismo confiesa, le llega al punto más íntimo de su memoria: «Estoy muy feliz, pero sobre todo muy honrado de recibir este reconocimiento precisamente porque lleva el nombre del papa Ratzinger, un pontífice al que he querido mucho».
La Fundación vaticana Joseph Ratzinger – Benedetto XVI ha anunciado la concesión del Premio Ratzinger 2025 a Riccardo Muti, aprobado por León XIV. El galardón se entregará al término del Concierto de Navidad en el Aula Pablo VI, durante el cual el director dirigirá la "Misa para la coronación de Carlos X" de Luigi Cherubini con la Orquesta Juvenil Luigi Cherubini y el Coro de la Catedral de Siena «Guido Chigi Saracini».
Es la primera vez que un director de orquesta recibe el premio dedicado a Benedicto XVI, pontífice que sentía un auténtico aprecio por el arte de Muti. El maestro acogió el anuncio con palabras que revelan la profundidad de su vínculo: «Siempre he seguido y admirado profundamente al papa Benedicto XVI. El último encuentro privado con Benedicto seguirá siendo para mí y para mi esposa un recuerdo lleno de fe y esperanza».
El concierto y su significado
La velada será un homenaje musical a León XIV al inicio de su ministerio petrino y un momento de encuentro para la comunidad que trabaja junto al Papa. El Pontífice ha expresado su deseo de que el evento se convierta también en una ocasión para sensibilizar sobre el tema de la emergencia educativa: en el mundo, 60 millones de niños y jóvenes siguen excluidos de la escolarización y 160 millones no tienen acceso a la enseñanza secundaria.
El concierto está promovido por la Fundación Pontificia Gravissimum Educationis - Cultura para la Educación, con el patrocinio del Dicasterio para la Cultura y la Educación y el apoyo de la Fundación Galileo.
Benedicto XVI: un diálogo excepcional
En las palabras del director de los medios de comunicación vaticanos, el recuerdo del papa emérito aflora con especial claridad. Durante su último encuentro, cuenta, la conversación se centró también en las puestas en escena de óperas contemporáneas: «Hablamos mucho de música, de teología, de la espiritualidad de la vida. También debatimos sobre la música y los problemas de las puestas en escena, a veces extraordinarias, pero otras que son solo una provocación, casi un insulto a la ópera. En cuanto a las obras de Mozart, el choque es aún más molesto».
Fue en ese momento cuando Benedicto XVI, con una mirada que Muti aún recuerda hoy, pronunció la frase que quedó como un sello: «Dejemos descansar en paz al pobre Mozart». Una síntesis, dice el director, «que lo dice todo»: una invitación a respetar la naturaleza más auténtica de la ópera, a no someterla a interpretaciones forzadas que borren su significado.
Cherubini y la responsabilidad de la transmisión
La Orquesta Juvenil Luigi Cherubini, fundada en 2004, es el laboratorio en el que Muti transmite lo que ha heredado de sus maestros, empezando por Antonino Votto, «el primer asistente de Arturo Toscanini», depositario de los conocimientos transmitidos por el propio Verdi. «Estas cosas no se encuentran en los libros», observa, aclarando la naturaleza casi genealógica de su enseñanza. Su idea de formación se resume en un principio innegociable: «Hay que hacer música por la música». El antiguo lema Ars gratia artis («el arte por el arte»), recuerda, debe tomarse al pie de la letra. En más de veinte años, más de 1200 jóvenes han pasado por la orquesta; muchos de ellos tocan hoy en conjuntos italianos y extranjeros.
El maestro ve en Cherubini la promesa de una ética musical: «He intentado transmitir no solo la estética de hacer música, sino también la ética de la profesión de músico». Y el contexto del Vaticano amplifica esta idea de don: «Estos chicos dedican su vida, sus estudios y su sacrificio a la música. Cantare amantis est («cantar es propio de quien ama»), como escribió San Agustín».
Jóvenes y grandes orquestas: una diferencia de perspectiva
Para Muti, dirigir la Cherubini o la Wiener Philharmoniker no supone una distinción de naturaleza, sino de madurez: «Los jóvenes son inocentes desde el punto de vista del enfoque musical, lo tienen todo por delante. En las orquestas «blasonadas» se utiliza el instrumento humano más complejo y crítico».
Los jóvenes, en cambio, «son inexpertos», aunque hayan sido seleccionados con rigor internacional. El maestro les confía lo que no se transmite por escrito: la voz de sus maestros, un conocimiento que solo se transmite a través de una experiencia compartida.
Cherubini: profundidad sin ostentación
La presencia de Cherubini en el programa no es un homenaje episódico, sino una constante en la vida artística de Muti: «Siento una gran admiración por este músico, al que Beethoven consideraba el más grande de su época. No hay nada «demostrativo» hacia el público, es pura esencia espiritual y religiosa». El director lleva años comprometido con que los restos del compositor, hoy en Père-Lachaise, regresen a Florencia, su ciudad natal, donde en Santa Croce «ya hay un sarcófago preparado para él».
La Misa de 1825: equilibrio entre liturgia e historia
Según Muti, la Misa para la coronación de Carlos X es una obra maestra de equilibrio: «Cherubini no se preocupa por crear sonoridades suntuosas. El texto de la misa se ve realzado por la música de una manera profunda». El contrapunto, aunque muy refinado, no pierde «esa cantabilidad que da a cada palabra su significado más profundo». La narración se extiende idealmente desde el Renacimiento hasta Verdi, con una continuidad construida sobre la melodía italiana como vehículo de lo sagrado: «El punto focal es la exaltación de la palabra litúrgica».
Más allá del tiempo histórico
Cherubini vivió entre la revolución y la restauración, atravesando acontecimientos que a menudo se utilizan para definirlo. Muti rechaza cualquier lectura reduccionista: «Creo que Cherubini aprovechó estas ocasiones porque vivía su tiempo. Sin embargo, su música sigue siendo una música de gran profundidad y va más allá de ese momento político». Y por eso, concluye, es «universal e imperecedera».