Clausura del II Encuentro de Formación Permanente del Servicio de Acompañamiento y Mediación Canónica Benavent: “Hoy, la sacramentalidad del matrimonio no es algo que esté muy valorado en la sociedad…”

Arzobispo Enrique Benavent
Arzobispo Enrique Benavent

”¿Qué es lo que aporta la sacramentalidad del matrimonio a un matrimonio, en cuanto que éste es una institución humana?”

"Hoy ya no podemos dar por supuesto que unos jóvenes que quieren contraer matrimonio tienen una idea cristiana del matrimonio. Aceptan la indisolubilidad del matrimonio con una reserva, que si no sale bien buscaremos otro camino, y eso forma parte de la mentalidad actual, lo que es una dificultad para el matrimonio cristiano en el momento actual”

"Lo que constituye un matrimonio no es el acto religioso, no es el acto litúrgico, no es el hecho de que el matrimonio se celebre en la Iglesia, eso en todo caso a lo largo de los siglos, habrá llegado a ser un acto que constate la validez del matrimonio que se ha celebrado entre dos bautizados”

“La vida cristiana en el matrimonio no es más que la vida cristiana llevada al matrimonio, no es algo distinto de la vida en Cristo, es decir, la vida de las Bienaventuranzas, el mandato del amor, el servicio, la entrega, saber perdonar, saber pedir perdón”

En tiempos de sequía del sacramento del matrimonio,  el arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, clausuró el II Encuentro de Formación Permanente del Servicio de Acompañamiento y Mediación Canónica (SAMIC), en el que han participado más de 125 alumnos procedentes de 25 diócesis españolas.

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Desde el inicio se plantea responder a una pregunta clave :”¿Qué es lo que aporta la sacramentalidad del matrimonio a un matrimonio, en cuanto que éste es una institución humana?” y toma como punto partida el no 48 de la Constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II (CVII). como texto fundamental para entender el Sacramento del Matrimonio.

Salpica su texto en diez tesis, pero repleto de afirmaciones muy realistas y pisando la realidad: “hoy, la sacramentalidad del matrimonio no es algo que esté muy valorado en la sociedad…. Y mas adelante añade: “Estamos viviendo una crisis con la sacramentalidad del matrimonio, lo sabemos, basta mirar los libros parroquiales de hace 40 años y los actuales. El número de celebraciones del matrimonio ha disminuido drásticamente. Ciertamente, en la raíz puede haber motivos culturales, pero también, y eso debe preocuparnos a la Iglesia, que esto sea fruto de algunas maneras defectuosas de vivir la fe…”. Sin duda es todo un reto a la catequesis, a la formación cristiana y a los cursos prematrimoniales. la fe y la sacramentalidad están intrínsecamente unidas. en la misma línea recuerda: “Hoy tenemos muchos jóvenes cristianos que viven una fe débil, jóvenes que han nacido en familias cristianas, que se han educado en colegios cristianos, que han vivido la fe en movimientos parroquiales, incluso diría, muchos de ellos que se han conocido en movimientos parroquiales, y que, a la hora de unir sus vidas en matrimonio, en lugar de hacerlo como se esperaría de acuerdo a las exigencias cristianas del matrimonio, acaban haciendo lo que hace todo el mundo”. Una constatación sin duda dolorosa, pero real como la vida, que nos hace preguntarnos para qué ha servido todo eso…

Desde estas connotaciones responde en un texto denso, pero perfectamente comprensible a la pregunta inicial: ¿Qué es lo que aporta la sacramentalidad a un matrimonio, en cuanto que éste es una institución humana?

Benavent, afirma de manera clara: “la doctrina católica siempre ha indicado que el acto esencial del matrimonio es el consentimiento mutuo. Lo que constituye un matrimonio no es el acto religioso, no es el acto litúrgico, no es el hecho de que el matrimonio se celebre en la Iglesia, eso en todo caso a lo largo de los siglos, habrá llegado a ser un acto que constate la validez del matrimonio que se ha celebrado entre dos bautizados”. Y recuerda que el número 48 de la Gaudium et Spes no dice: “Así por el acto humano con que los cónyuges se entregan y aceptan mutuamente, nace una institución estable, por ordenación divina, también ante la sociedad humana; ese acto humano antes el Concilio lo ha definido como “un consentimiento personal irrevocable”. De ahí que: “ el momento en que los esposos se dan y se aceptan mutuamente, eso es lo que constituye el matrimonio”. De ese modo, afirma Benavent: “Es decir, cuando unos cristianos quieren unir sus vidas en el Sacramento del Matrimonio no pueden vivir esa unión en el amor al margen de Cristo, porque no hay nada auténticamente humano que pueda quedar al margen de Cristo.

Por ello, para un bautizado, que está injertado en Cristo no hay otra forma posible que el matrimonio sacramental. Por eso la Iglesia siempre ha dicho que el único matrimonio válido entre los bautizados es el sacramental.

Eso se debe a que un cristiano no puede separar lo humano y lo cristiano. Lo cristiano se enraíza en lo humano y lo humano llega a su plenitud en lo cristiano”.

Aunque parezca evidente para la celebración de cualquier sacramente se exige la fe, y como no para el sacramento del matrimonio.  Pero se pregunta el Arzobispo de Valencia en su ponencia: “¿Qué fe se exige?, y ¿qué fe se puede exigir para considerar un sacramento como un sacramento válidamente realizado? Y responde: ”Cuando unos jóvenes van a la Iglesia no hay que preguntarles si son santos, hay que preguntarles si quieren hacer lo que hace la Iglesia y evidentemente hay que preguntarles si conocen las propiedades esenciales del matrimonio y si aceptan los fines esenciales del matrimonio”.

Insiste en el parámetro fundamental: “Una fe que separa lo humano y lo cristiano, hay jóvenes que se sienten cristianos, pero no se deciden a vivir su vocación matrimonial cristianamente. Una fe en la que lo humano no se enraíza en lo cristiano, una fe que no saca las consecuencias para la vida, una fe a menudo emotiva y espiritualista, pero sin compromiso; una fe que no llega a transformar el interior de la persona y se queda en la superficie, una fe acomodada al ambiente cultural en el que vivimos y, por tanto, una fe débil”. Una vez más vivencia de fe y vivencia del sacramento.

Por eso para Benavent: “La vida cristiana en el matrimonio no es más que la vida cristiana llevada al matrimonio, no es algo distinto de la vida en Cristo, es decir, la vida de las Bienaventuranzas, el mandato del amor, el servicio, la entrega, saber perdonar, saber pedir perdón”.

Y concluye su charla: “Para un cristiano, la sacramentalidad no es una carga más, ni una obligación más fuerte, para un cristiano que tiene una fe viva no convierte al matrimonio en una carga más pesada, sino el camino gozoso para alcanzar la felicidad plena que consiste en llegar a Dios”.

En tiempos de turbulencias para el sacramento del matrimonio es necesario e importante recordar aquellos ejes fundamentales en los que se enraíza el matrimonio cristiano. Sin duda la visión canónica y legal no puede tampoco ignorar la óptica teológica, sino complementarla, y aquella iluminarse con ésta.

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