Un Papa humano cada vez más cercano al hombre

Abrazar a Francisco es abrazar el mundo, recibir un abrazo suyo es recibir un abrazo de parte de Dios
Abrazar a Francisco es abrazar el mundo, recibir un abrazo suyo es recibir un abrazo de parte de Dios

Desde la desaparición de la “Silla Gestatoria”,  los Papas ya caminan por tierra, pisan el suelo de los humanos, aunque a veces están demasiado alfombrados. Sin embargo se nota que has preferido desde el primer momento el suelo seco o mojado por el que caminamos los humanos. No te ha importado arremangarte, arrodillarte o abrazar al ser necesitado. Del mismo modo que el Santo de Asís abrazó al leproso que se encontró en el camino.

Tu lenguaje expresa el evangelio de cada día. Hasta las personas sencillas saben lo que dices y entienden lo que quieres trasmitir. A esto, algunos lo han querido llamar pensamiento débil. Claro como el niño de Belén. Tus palabras calan profundamente en la gente sencilla.

El gesto de iluminar, desde la soledad, en aquel famoso Via Crucis de san Pedro la noche oscura de la Humanidad. La amenaza de un virus letal recorría sembrando de muerte y dolor los cinco continentes. Tu gesto y tu palabra, se percibían humanos y cercanos a la impotencia del sufrimiento.

Estimado hermano Francisco: Paz y Bien.

Hace unos años comenzaba en estas páginas mi ministerio de la pluma con una carta dirigida a ti, que supongo no leerías. ¡Ya tienes bastante tarea cada día al servicio de la Iglesia! Sin embargo, esta vez, a lo mejor, pasa rápidamente por delante de tus ojos, ya que seguramente formará parte de un “dossier” de cercanía a tu persona y a tu servicio eclesial.

Me preguntaba en estos días la razón por la que me gustaría expresarte mi afecto y cercanía. En mi mente vislumbraba muchas razones, pero aparecía una con mayor nitidez. Desearía expresarla lo mejor posible. Hace unas semanas celebrábamos la Encarnación del Hijo de Dios, que se hace cercano a la historia del hombre y a sus causas. En tu Papado estás culminando algo que podríamos expresar de este modo: el Papa se hizo cada vez más hombre. Desde la desaparición de la “Silla Gestatoria”,  los Papas ya caminan por tierra, pisan el suelo de los humanos, aunque a veces están demasiado alfombrados. Sin embargo se nota que has preferido desde el primer momento el suelo seco o mojado por el que caminamos los humanos. No te ha importado arremangarte, arrodillarte o abrazar al ser necesitado. Del mismo modo que el Santo de Asís abrazó al leproso que se encontró en el camino.

Tu lenguaje expresa el evangelio de cada día. Hasta las personas sencillas saben lo que dices y entienden lo que quieres trasmitir. A esto, algunos lo han querido llamar pensamiento débil. Claro como el niño de Belén. Tus palabras calan profundamente en la gente sencilla. No te has cortado en denunciar como los profetas, cerca o lejos de ti, las claudicaciones, las contradicciones y los escándalos. Y eso,  en algunos ambientes bienpensantes o sacrosantos no se dice, aunque se piense. Has dicho lo que muchos no querían oír. En tu lenguaje has tenido la osadía de anunciar la verdad. Algo así como “prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mt 10,16). Falta el inicio del texto: os mando como ovejas en medio de lobos…, lo sabías desde el primer momento cuando apareciste en el balcón de san Pedro y no aceptaste ponerte la “esclavina”. Vaya chorreo de críticas que te cayeron. Alguien me dijo una vez que parecías un enfermero. Mi respuesta fue: ¡estupendo!, ya que además de dignificar la profesión viene a curarnos ¿No hizo eso Jesús?

El gesto de vivir entre humanos, como humano, en santa Marta ha sorprendido a muchos. Manifestabas que necesitabas de lo básico de todo ser humano, el contacto y la comunicación, aunque aparentemente fuera menos “papal”. ¡Cuánto te costaría sin duda discutir este tema con algunos! hasta que dirías que la decisión era innegociable. “Es mi estilo de vida”.

Pero lo más importante han sido los gestos que nos han mostrado tu humanidad y cercanía al hombre: Quiero que nos acordemos -sin enumerarlos todos- los que realizaste el Año de la Misericordia. Apelo a la memoria de todos. Entre ellos, a cada uno el que más familiar le resulta. Sé que fuiste a casa de un sacerdote secularizado - al que conozco perfectamente- a manifestar tu solidaridad y cercanía a esa familia, dándole una palabra de misericordia. Somos muchos los que vivimos años de plomo, notando el hielo del rechazo y la marginación, pero el Señor nos salió al encuentro con el Amor y la Esperanza. Ojalá hubieras dado continuidad a este gesto mirando caso por caso…la Iglesia necesita de muchas manos y el amor, si es auténtico, sólo tiene una fuente. Todo es posible que llegue algún día.

El gesto de iluminar, desde la soledad, en aquel famoso Via Crucis de san Pedro la noche oscura de la Humanidad. La amenaza de un virus letal recorría sembrando de muerte y dolor los cinco continentes. Tu gesto y tu palabra, se percibían humanos y cercanos a la impotencia del sufrimiento. La Cruz con toda su crudeza dominaba la plaza, vacía, pero llena de esperanza. No estábamos solos, nos recordabas que el Señor del Gólgota estaba allí y nos acompañaba.

Y, un pequeño gesto que no me pasó desapercibido a pesar de la distancia. Hace unos meses estuve en Roma. El miércoles asistí a la Audiencia en la Plaza de san Pedro. Era el día que estabas con el Patriarca copto Tawandros. ¡Por cierto, qué fraterno estuviste con él! Después de dar la vuelta a una plaza, repleta de peregrinos y con una lluvia que nos mojaba hasta las orejas, cerraste el acto sin leer tus palabras. Sabías que para entrar al recinto habíamos soportado durante horas una lluvia que no paraba… Tú estabas a cubierto, pero tuviste el sentido común de pensar, basta de celebración, que la gente se marche a tomar un café y a calentarse.

Pequeños gestos y sin duda muchas anécdotas, que me han contado,  que muestran tu humanidad y tu cercanía al hombre que sufre. ¡Hueles a oveja! Tal como propones aludiendo al Buen Pastor. Ojalá en la Iglesia tengamos cada vez más personas que lo vivan así. Una abrazo fraterno. Y gracias. Doy todos los días gracias a Dios por tu pontificado, tan auténtico, tan cercano, tan de llevarnos a Jesús, y hacernos solidarios con el hombre que sufre. Gracias por tu gran Humanidad. Un abrazo.

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