¿Teme la Iglesia Católica a la mujer?
No hace falta leer el reciente informe de la segunda comisión de estudio sobre el diaconado femenino para concluir que la Iglesia Católica en el fondo tiene pánico de las mujeres.
¿Me pregunto muchas veces si los exégetas y teólogos de otras confesiones cristianas que interpretan de otra manera los textos bíblicos admitiendo el diaconado, el sacerdocio y el episcopado de la mujer están tan equivocados? ¿Acaso tenemos la exclusiva?
Una buena interpretación de la Biblia, de la Tradición, y una sana Antropología, nos debería llevar a la conclusión que la Iglesia en el tema del Diaconado femenino está perdiendo un tren peligroso
Una buena interpretación de la Biblia, de la Tradición, y una sana Antropología, nos debería llevar a la conclusión que la Iglesia en el tema del Diaconado femenino está perdiendo un tren peligroso
No hace falta leer el reciente informe de la segunda comisión de estudio sobre el diaconado femenino para concluir que la Iglesia Católica en el fondo tiene pánico de las mujeres. Las razones son muchas y diversas. En el fondo tienen miedo que les den lecciones de muchas cosas. Me voy a centrar en una razón muy pedestre. Hace años una buena amiga que ocupó un cargo importante en la Iglesia que le permitía tener mucha relación con obispos y curas me decía lo siguiente: se nota los que tienen hermanas. Estos sabían tratar a la mujer. No cabe duda, que existe mucha misoginia, a pesar de los esfuerzos que algunos obispos y sacerdotes hacen por integrar a la mujer en toda la acción eclesial. Y esa misoginia ontológica tiene que combatirse desde el seminario. Aunque en las facultades de Teología las mujeres son cada vez más abundantes y les dan muchas veces lecciones de responsabilidad y seriedad en el estudio a muchos seminaristas saben que al final del recorrido el ministerio ordenado del diaconado y sacerdocio, hoy por hoy, está vetado.
¿Me pregunto muchas veces si los exégetas y teólogos de otras confesiones cristianas que interpretan de otra manera los textos bíblicos admitiendo el diaconado, el sacerdocio y el episcopado de la mujer están tan equivocados? ¿Acaso tenemos la exclusiva? Evidentemente para la Iglesia católica si, pero no de la interpretación de los textos o de la Tradición o del Espíritu Santo, aunque algunos prelados parece que se lo han tragado con plumas incluidas.
En cualquier caso, parece que de los diez miembros de la segunda Comisión, hay cinco que niegan la posibilidad del diaconado femenino y cinco que la admiten. Un empate esperanzador, pero insuficiente. Los datos bíblicos desde la primera página de la Biblia son bien claros: entre el hombre y la mujer existe una igualdad total y absoluta, cualquier discriminación obedece a coordenadas culturales de la época en cuestión, que una sana hermenéutica debería poner en evidencia. La Tradición y las tradiciones deben contextualizarse, y no absolutizarse. ¿Cuántos siglos escondimos la Eucaristia, sacramento necesario para la vida cristiana, envuelta en una lengua incomprensible y una liturgia tenebrosa? El Espíritu Santo en todos los siglos ha soplado de manera maravillosa, abriendo caminos nuevos y esperanzadores. La Historia de la Iglesia y de muchos fundadores de órdenes religiosas está plagada de esto, pero cuanto sufrimiento eclesial tuvieron que padecer. ¿Y esos teólogos que, en cierto modo, provocaron el Concilio Vaticano II perseguidos y amenazados por la misma Iglesia? Simplemente porque estaban a la escucha de los signos de los tiempos.
Una buena interpretación de la Biblia, de la Tradición, y una sana Antropología, nos debería llevar a la conclusión que la Iglesia en el tema del Diaconado femenino está perdiendo un tren peligroso. La mujer es mayoritaria en la Iglesia, y pisa firme. La Iglesia Católica se merecería una fuerte rebelión de las mujeres para reivindicar muchas cosas. La sociedad que percibe a la Iglesia cada vez más a la defensiva en estos temas, no admite lecciones, ya que los hechos desmienten sus palabras y buenas intenciones. En este campo, y en general en el de la sexualidad, no es creíble. Y no digamos de la pederastia.
La historia de los ministerios nos demuestra que están directamente vinculados a la masculinidad, porque está ha sido la dominante en su origen y desarrollo. No olvidemos que los famosos varones Apóstoles estuvieron desaparecidos en el momento de la Cruxifición de Jesús y sólo unas mujeres tuvieron el valor de estar en esos momentos. Y que la primera testigo de la Resurrección fue una mujer. De ahí no hemos querido sacar consecuencias…