Turrones, juguetes, gambas…¿Hay espacio para la Navidad de Jesús?

Muchos párrocos, durante el tiempo de Adviento, truenan desde los púlpitos con razón para que no perdamos de vista lo esencial. Algunos braman contra todo lo anterior. El objetivo es que los creyentes no pierdan de vista lo esencial.

Una visita a cualquier pueblo o ciudad de nuestras tierras, sin duda alguna nos muestra la cercanía de la Navidad. Luces, guirnaldas, abetos, flores de pascua, belenes y otras decoraciones nos recuerdan que el nacimiento de Jesús es inminente.  Por otro lado, un voltio  por cualquier gran almacén nos incita a llenar la nevera y el congelador de estupendas viandas para compartir con nuestras familias y amigos en estos días tan señalados. Y por supuesto las tiendas de juguetes hacen su agosto en estas fiestas…hasta el punto que gran parte de sus ventas anuales se materializan  durante las vacaciones de Navidad y Reyes.

Papa Noel reparte a diestro y siniestro alegrías para los niños que esperan con ansiedad la llegada de este misterioso personaje. Y en Reyes llega el doblete. Esos misteriosos Magos que llevaron regalos a Jesús, también visitan, de noche y a escondidas, los hogares para ofrecer regalos a los niños. Y de ese modo las familias cuando llega enero se encuentran con dificultades para terminar el mes…, pero se dicen valía la pena. La cuesta de enero no es sólo económica, sino también gastronómica. Hay que quitarse los kilos de más… Tampoco podemos olvidar las cenas de empresas, la  lotería…y tantas y tantas cosas que forman ya parte de  la Navidad y que  la lista sería innumerable.

Muchos párrocos, durante el tiempo de Adviento, truenan desde los púlpitos con razón para que no perdamos de vista lo esencial. Algunos braman contra todo lo anterior. El objetivo es que los creyentes no pierdan de vista lo esencial.

La pregunta que se hacen muchos sería la siguiente: ¿es compatible la Navidad cristiana con todo eso? A mí me parece que el problema no es de compatibilidad o no. Esto sería caer en un maniqueísmo frustrante.  El problema es cómo el creyente puede dominar y controlar esa ola sin dejarse engullir por ella. El cristiano en Navidad tiene que convertirse, por lo tanto en un “surfista” inteligente.

Esta Navidad que hemos narrado anteriormente está y se quedará junto al pesebre, y querer atacarla no sólo es perder el tiempo, sino situarse fuera de la realidad. Es lo que hay, y lo hemos creado entre todos. Creyentes y no creyentes también viven esta realidad. Pero cuál puede ser la diferencia. El creyente, en negativo, debería evitar el exceso y el despilfarro. En positivo, el sentimiento de familia y de solidaridad. ¡Y que Jesús nace, hoy aquí y ahora!.

Está claro que podemos tener la sensación, después de las fiestas navideñas, que nos hemos pasado en todo, que hemos ido más allá de nuestras posibilidades, que hemos exagerado…Esta sensación es absolutamente subjetiva, y no es extensible a otras personas. Pero es un indicativo de nuestra insatisfacción. De ahí la importancia de preparar bien estas fiestas con criterio para no acabar de mal humor en unos días de fiesta y alegría.

El creyente asume la vorágine con serenidad, dado que su mirada esta puesta esencialmente en esa noche mágica en que Dios se hace hombre. Bebe cava, come ibéricos, si puede, y turrón. Regala juguetes a los nietos, corbatas a los hijos y pañuelos de seda a las hijas. Y todo eso tiene sentido desde la premisa de la sobriedad.

La llegada de Jesús da sentido al encuentro familiar. Es el momento de sentirse y vivir el encuentro familiar en profundidad y pluralidad. La familia debe convertirse en el bálsamo que unifica los corazones agradecidos, y lima las asperezas de una cotidianeidad demasiado acelerada. Esto no es fácil en muchas ocasiones y circunstancias, pero es una oportunidad para visibilizar los sentimientos y los deseos compartidos, aunque la fe no sea el elemento unificador.

Y la Navidad nos emplaza a la solidaridad de la buena, la que mira al otro como ese Cristo necesitado y sufriente, que nos llama a sentirnos afectados por su situación, y por eso ponemos remedio a la misma. Aquí hay muchas posibilidades. A cada uno elegir la que más concuerde con su forma de vivir la Fe y la Caridad. Todo lo anterior puede tener sentido, si todo esto lo tenemos claro. En caso contrario el día 7 de enero estaremos de “resaca”, también psicológica y espiritual.  El bajón puede ser espectacular.

Que los párrocos sigan tronando en Adviento, pero sin caer en el maniqueísmo. Y por supuesto, el que pueda y quiera situarse al margen de todo lo que envuelve la Navidad, que no se prive, pero que deje tranquilos a los demás y no los juzgue.

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