De cloacas, pero sobre todo de Sinodalidad...

La ciudad de Roma, desde el siglo VI antes de Cristo, de acuerdo con los historiadores, gozó de una gran alcantarilla, llamada la “Cloaca Máxima”. Sin duda, esta gran ciudad necesitaría ya en esos tiempos de esa construcción para que el olor de las inmundicias no hiciera la vida de sus ciudadanos inviable, sobre todo con los calores del “ferragosto”. Todavía se pueden visitar algunos tramos de esta magnífica construcción. Lamentablemente el termino “cloaca”, también va unido a esos mundos de oscuros intereses, que circulan por el subsuelo de las Instituciones, y que afloran de vez en cuando, produciendo un hedor absolutamente insoportable. La corrupción en todas sus versiones es una de las hijas mayores de las “cloacas”. Esto lo podemos constatar por medio de la hemeroteca o las noticias diarias.

La Iglesia no se libra de esta lacra. En todas las épocas el Papado se ha visto acosado por estas fuerzas oscuras, siempre muy vinculadas intereses políticos y económicos. Mucha literatura nos describe en distintas épocas las andanzas de esos cavernícolas. Los Papas del siglo XXI no han estado exentos de los zarpazos de algunos personajes venidos de estos mundos, y con el único fin de desestabilizar a la Iglesia. Probablemente la renuncia de Benedicto XVI obedecía al acoso de esta gentuza. La respuesta generosa de Benedicto conllevó la elección de un Papa, cuanto menos sorprendente, para los habitantes de este submundo. Sin embargo, a medida que el Papado de Francisco ha ido avanzando, han redoblado sus esfuerzos por socavar su credibilidad. Ni han podido, ni podrán con él. Le sostiene la oración y el apoyo explícito de muchos creyentes y no creyentes.

¿Qué problema tiene estos señores, tipo Viganó? No les importa, bajo el pretexto de fidelidad a su concepción doctrinal, hacer el daño que sea. Pero lo de menos es la doctrina. Lo más importante es sembrar con sus mentiras la calumnia. Y esta es un fruta, que sólo nace y crece en las cloacas. La calaña ética de quien maneja este tipo de ataques le está denunciando. Por eso el Papa Francisco hace bien no entrando al “trapo”. Estos individuos se descalifican a sí mismos, y sólo merecen nuestro olvido.

Desde el consenso global muchos nos sentimos muy cerca del Papa Francisco en estos momentos; y le pedimos que no merme ni un gramo su empuje eclesial. Que siga adelante con sus reformas de la Iglesia. Replantear y repensar la “Sinodalidad” eclesial es un paso de gigante, que las Iglesias locales agradecerán. Los frutos no se verán de inmediato, pero ciertas reformas que muchos esperan, seguramente por esta vía serán mucho más viables. Esta interacción fecunda entre las Iglesias locales y la Iglesia Universal desde el respeto y el diálogo apunta hacia una primavera más concreta. La impresión es que, ahora lo de la “Sinodalidad” va más en serio y se la creen de verdad en Roma. Evidentemente no es algo nuevo en la Iglesia, pero si la forma de implantarla, y con el aliento y el compromiso del Papa Francisco .
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