“Usted... usted es un niño. No sabe en qué ratonera de violencia se ha metido” Por el amor de Dios: ¡den paz al obispo enamorado!

“El Derecho Canónico es lo más inhumano de toda esta historia”

De lo leído sobre la dimisión del obispo de Solsona, me impactó más el artículo de José Arregui (RD 09.09.2021): “Un obispo se enamora y dimite: ¿dónde está el problema?”. Brillan amor a la verdad, respeto a la persona y protesta por el sistema que rige en la Iglesia. Dice: “No voy a juzgar la decisión, compleja y seguramente dolorosa”. Juzga “el sistema eclesiástico que hace que toda esta historia, siendo tan humana, haya de ser vivida de manera dolorosa e inhumana por tantos lados”.

Historia entrañablemente humana y misteriosa es el enamoramiento. De ella dice el concilio Vaticano II: “Este amor, por ser eminentemente humano, ya que se dirige de persona a persona con el afecto de la voluntad, abarca el bien de toda la persona, y, por tanto, es capaz de enriquecer con dignidad especial las expresiones del cuerpo y del espíritu y de ennoblecerlas como elementos y signos específicos de la amistad conyugal. El Señor se ha dignado sanar, perfeccionar y elevar este amor con don especial de gracia y caridad. Tal amor, asociando a la vez lo humano y lo divino, conduce a los esposos al don libre y mutuo de sí mismos, probado en obra de tierno afecto, e invade toda su vida; más aún, se perfecciona y crece por su misma actividad generosa” (GS 49).

La respuesta de la Iglesia a los enamoramientos clericales es la inhumanidad  del Derecho Canónico: “eso es lo más inhumano de toda esta historia”.

- “El problema no es que se haya enamorado y que haya decidido casarse”.

- “El problema es que haya tenido que dimitir para poder compartir su vida con la mujer que ama. Y ello a pesar de que todos los apóstoles, apóstolas, clérigos y obispos de los primeros siglos que lo quisieran se casaban”.

- “El problema es que la Iglesia católica aún no se ha reconciliado con el cuerpo, la sexualidad, el eros, y sigue absurdamente empeñada en imponer el celibato a su `cuerpo clerical´, para mejor manejarlo. El precio de dolor es enorme”...

- “El problema es el clericalismo que rige la institución eclesial, toda ella.

- “El problema es una Iglesia dominada todavía por un poder absoluto (difuso, oscuro y anónimo por definición), por un clero masculino nombrado a dedo, machista y homófobo en el fondo (y en la forma a menudo)”.

- “El problema son los seminarios en los que –cada vez más– se sigue inculcando ese modelo y esa doctrina en nombre de lo que llaman “Dios...”.

Este alegato me ha traído a la memoria la esclarecedora novela de Martín Descalzo: “Lobos, perros y corderos”, en la que analiza la responsabilidad de la Iglesia en la guerra civil de 1936-39. Recuerdo la conversación del alcalde republicano, detenido por los nacionales, con el cura, que va a confesar a los presos, en la misma celda que había ocupado el cura, detenido cinco días antes por los republicanos. Dice el alcalde: “diga a su teniente que si quiere matarme que lo haga cuanto antes. Pero que se ahorre la macabra idea de enviarme un cura por delante.

- ¿Por qué macabra? ¿Tanto nos odia?

- Mire, padre: si quiere empezar a entenderme, mejor será que comience por dividir en usted al hombre y al cura, al cristiano y al profesional de lo eclesiástico. Hacia el hombre que usted es no sólo todos mis respetos, sino hasta una enorme admiración: un hombre que ha sufrido es para mí un doble hombre. Pero para lo que usted representa, todo mi repudio. Usted... usted es un niño. No sabe en qué ratonera de violencia se ha metido... Yo odio a la Iglesia porque soy cristiano.

- ¿Cristiano?

- Bueno, usted pensará que no. Dejémoslo en que soy un hombre que admira seriamente a Cristo. Lo crea o no, leo todos los días los evangelios... Y creo que no tienen nada que ver con la Iglesia. Al menos con la oficial...

¿Conoce usted algún obispo que tenga fe? La Iglesia está pero que muy bien montada: en su base, en sus curas, en sus fieles, hay fe, sí, hay gente que cree en serio. Pero, luego, encima, está el armazón de hierro, un armazón que, incluso, fomenta que haya fe abajo, siempre que no pueda llegar arriba porque podría reventar el armazón.

¿Usted cree que eligen a los obispos por su fidelidad al evangelio? No, los escogen por su fidelidad al Vaticano, a la armazón, a la estructura. Así hay un doble juego muy inteligente: lo que ustedes predican es el evangelio, pero lo que rige la Iglesia es el derecho canónico, el derecho más despótico que haya elaborado sociedad alguna...

Créame: Cristo es la paz, la Iglesia la violencia. Cristo es la libertad, la Iglesia la dictadura. No ha sido otra cosa en sus veinte siglos de historia. O, si lo prefiere, la Iglesia fue aceptablemente cristiana hasta que llegó Constantino, el político más inteligente de la historia. Se puede inmovilizar a una persona o a una institución poniéndole unas esposas, pero se la inmoviliza mucho mejor abrazándola, cargándola de oro. Constantino lo comprendió: los obispos eran peligrosos cuando ejercían de profetas. Otros emperadores los encarcelaban, pero de mártires eran aún más peligrosos. Entonces Constantino, en lugar de perseguirlos, les nombró gobernadores..

-Pero los santos...

-Sí, alguien se escapa alguna vez de la armadura. Y entonces va la Iglesia y lo canoniza. Después de su muerte, claro, cuando ha dejado de ser peligroso. ¿Conoce usted un solo santo que se haya entendido con su obispo cuando vivió?

-Hay obispos santos.

-Sí, lo mismo que nacen terneros con dos cabezas... Ya ve, la Iglesia predice la paz, pero, en el fondo, ama la violencia.. siempre que no se ejerza contra ella. Piénselo: la mitad de los métodos de tortura que existen en el mundo se inventaron en cárceles clericales... Así ustedes repudian el comunismo porque dicen que impone la dictadura atea. Pero a ustedes les encantan otras dictaduras... Ustedes bendicen unos disparos y excomulgan otros...” (Pág. 216-217. Ediciones Destino. Barcelona 1978). 

Los sacerdotes casados tiene mucho que decir de la inhumanidad de la Iglesia. Desde negarles casarse, esperar años, escrutinios vergonzantes... hasta tener que mentir para obtenerlo. La Iglesia aún no acepta el derecho de toda persona a formar una familia (GS 26; Decl. DH, art. 16. 1). Y más grave sabiendo la voluntad de Dios: “Es enseñanza de demonios el prohibir casarse” (1Tim 4,3). “¿Acaso no tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer hermana en la fe, como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas?” (1Cor 9,5). “Pero si no se contienen, cásense; es mejor casarse que abrasarse” (1Cor 7,9). Destierro, marginación, hijos sin padre, mujeres invisibles.... Modos de “fusilamientos” sociales indignos del amor cristiano: “No será así entre vosotros” (Mc 10,43). Su vida, asociaciones y actividades vienen proclamando la crueldad de esta ley. Esto le espera al obispo dimisionario de Solsona. Para que no tenga duda se lo ha recuerda el arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal: “Él sólo puede optar por un matrimonio civil, porque sigue siendo obispo. Y si hace esto, ya sabe lo que le vendrá después. Pero yo no entro a juzgar y condenar.” (Cadena Ser. Barcelona 19/10/2021-10:22 h.). Ya le tiene bien juzgado y condenado la Institución con normas inhumanas. Lo más triste es que los dirigentes de la Institución, que se autoproclaman portavoces del Evangelio, prefieran el Código al Evangelio. “Si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente” (Mt 5, 13). ¿Habrá algún obispo que le dé paz evangélica, humana, a este obispo sorprendido por el amor humano, regalo también del Padre de todos? 

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