"¿Quién creerá en nuestro anuncio si lo decimos con voz plana y monótona" El Padre Claret: pasión y arrojo

Padre Claret
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"El Evangelio es 'Buena Noticia', entonces, ¿por qué en boca de muchos de nosotros suena insoportablemente aburrido? De las muchas herejías cristianas, nadie habla nunca de esta, que a mí me parece la peor"

"Sí: somos cristianos castrados, evangelizadores castrados, escuchamos palabras castradas, rezamos con palabras castradas..."

"El Padre Claret seguramente hasta nos diría 'Haced algo. Equivocaos, pero haced algo'. ¿Quién creerá en nuestro anuncio si lo decimos con voz plana y monótona, como si leyéramos las noticias del telediario?"

El Evangelio es «Buena Noticia», entonces, ¿por qué en boca de muchos de nosotros suena insoportablemente aburrido?De las muchas herejías cristianas, nadie habla nunca de esta, que a mí me parece la peor

¿Por qué no añadir la que transforma la emocionante aventura de la fe en el más aburrido de los estilos de vida? ¿Cómo llamaremos a esta nueva herejía? Sí: somos cristianos castrados, evangelizadores castrados, escuchamos palabras castradas, rezamos con palabras castradas...

Creemos. Crecemos. Contigo

Para no ofender, para no perturbar las conciencias, para no disgustar al poderoso de turno,..., por mil y mil razones hemos castrado la misma Palabra de Dios, la hemos privado de su sentido y, sobre todo, de toda emoción, hasta hacerla insoportablemente aburrida. 

El Poder Positivo de la Predicación Negativa – Revista Hacia la Meta

Aire en el aire, flatulencias verbales, en lugar de la Palabra de Dios en palabra de hombre, así me parecen ciertas palabras que se presumen evangelizadoras y misioneras. 

Cuando oigo a un predicador abrir la boca, en el 90 % de los casos ya sé lo que va a decir, y sin embargo la Palabra de Dios es un martillo que rompe la roca, como nos dice Jeremías, un rugido de león, como lo llama Amós, un estruendo de trueno, como nos dice Juan. 

Más que un misionero hereje, temo a un misionero insensible; más que un misionero que se equivoca, perjudica a la Iglesia un misionero que tiene miedo de equivocarse, porque el anuncio, antes de ser comunicación de la verdad, es transmisión de amor y, por lo tanto, comunicación de una emoción. 

El Padre Claret seguramente hasta nos diría «Haced algo. Equivocaos, pero haced algo»¿Quién creerá en nuestro anuncio si lo decimos con voz plana y monótona, como si leyéramos las noticias del telediario? Si los hombres no ven que los primeros en emocionarnos por lo que decimos somos nosotros mismos, ¿cómo vamos a ser creíbles?

¡Buenas noticias! Me dan ganas de reír: para la gente que nos escucha, el Evangelio no es en absoluto una noticia, ya lo han oído muchas veces, lo saben de memoria (o al menos eso creen, aunque, evidentemente, un examen siquiera superficial revelaría lo absurdo de esta idea, y precisamente por eso nos guardamos mucho de hacerlo). 

No solo ya no es una noticia, sino que para muchos el Evangelio ni siquiera es bueno. ¿Qué hay de bueno, de hecho, en que se nos recuerden constantemente nuestros deberes y obligaciones, como si la vida cristiana estuviera hecha solo de deberes y preceptos? 

El anuncio de obligaciones y deberes sin la Gracia es inútil, incluso perjudicial. Es como decirle a un alcohólico que no debe beber, él ya sabe perfectamente que no debe beber, decírselo solo sirve para que se sienta más culpable y, en el peor de los casos, para empujarlo aún más hacia el alcohol. 

Así, en este mundo drogado de sí mismo, es totalmente inútil repetir las obligaciones morales si al mismo tiempo no se le muestra lo bello, rico, gratificante y nuevo que es ponerlas en práctica. 

La Gracia precede a la moral, es un axioma teológico que estudié en mis años de teología, pero ¿lo recordamos? Y si no lo recordamos, ¿cómo lo recordarán nuestros oyentes? Así, a la proclamación de las verdades cristianas debe preceder el anuncio de la Gracia, el kerigma debe preceder a la catequesis y la Gracia no se transmite con palabras

Qué es una parábola en la Biblia?

Entendámonos, no es una cuestión de progresistas o conservadores. El error suele ser totalmente transversal, o si lo preferimos, se conjuga en dos formas: la de quienes confunden la lucha cuerpo a cuerpo que es la evangelización con una lección universitaria, o la de quienes la transforman en una exposición pasiva de lo que uno ha leído o copiado aquí o allá. 

Si las palabras que dices no te llevan de la mano hasta terrenos inesperados, hasta hacerte decir cosas que no pensabas, hasta sacar de tu tesoro cosas que ya no recordabas tener, sería mucho mejor callar

Así que volvamos al punto de partida. Nietzsche decía: «¿Cómo puedo ser cristiano cuando entro en la Iglesia y veo vuestras caras de funeral y escucho vuestros cantos llorosos?». Entonces, ¿cómo va a ser creíble un kerigma frío?

Un sabio monje decía una vez: «Eres bueno, eres inteligente, eres un gran comunicador, pero recuerda siempre que sin el Espíritu Santo nadie se convertirá. Podrás hablar con tanta inteligencia que todos te entiendan o con tanta unción que todos lloren, pero sin el Espíritu Santo entenderán, llorarán, pero no se convertirán». 

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Y lo mismo ocurre con nosotros, misioneros del Reino, cuya tarea es evangelizar el mundo: antes de preocuparnos por la exactitud dogmática de sus palabras, deberíamos «tomar la temperatura» de lo que decimos

Otros tendrán la tarea de la exactitud, de corregir o rectificar, si es necesario, pero si nuestras palabras no transmiten emoción, si no se ve la vida a través de lo que decimos, si, en definitiva, no están movidas por una pasión de amor sin límites, ¿por qué deberían escucharnos? Los cursos de formación teológica, los seminarios y las conferencias son bienvenidos, pero sin amor, sin el Espíritu, todo esto ya está muerto y nadie sigue a un muerto. 

Mi admirado G. K. Chesterton escribía en «Manalive»: no dudo de que deben existir los sacerdotes para recordar a los hombres que deben morir, pero en ciertos momentos de la historia necesitamos otros sacerdotes, que son los poetas, para recordar a los hombres que aún están vivos

En lugar de “sacerdotes” leamos “misioneros claretianos”... Y la tesis corre igualmente. 

¿Por qué buscamos entre los muertos al que está vivo? El Jesús vivo quizá hace tiempo ya no habita en nuestras homilías y está por ver si no ha abandonado nuestras reflexiones, nuestros cursos de actualización... cuando redundan en la plácida monotonía del más de lo mismo y recalentado

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