"El mensaje de Jesús es claro. No al conservadurismo, sí a la creatividad" No enterrar la vida

No enterrar la vida
No enterrar la vida

"En la parábola de los talentos, una de las más conocidas, la actuación del tercer empleado es extraña. Lo único que se le ocurre es 'esconder bajo tierra' el talento recibido y conservarlo seguro hasta el final. El señor lo condena"

"El mensaje de Jesús es claro. No al conservadurismo, sí a la creatividad. No a una vida estéril, sí a la respuesta activa a Dios"

"En la vida cristiana, nuestro mayor riesgo no es salirnos de los esquemas de siempre y caer en innovaciones exageradas, sino congelar nuestra fe y apagar la frescura del evangelio"

"Hemos de preguntarnos qué estamos sembrando en la sociedad, a quiénes contagiamos esperanza, dónde aliviamos sufrimiento"

La parábola de los talentos es seguramente una de las más conocidas. Antes de salir de viaje, un señor confía sus bienes a tres empleados. Los dos primeros se ponen de inmediato a trabajar. Cuando el señor regresa, le presentan los resultados: ambos han duplicado los talentos recibidos. Su esfuerzo es premiado con generosidad, pues han sabido responder a las expectativas de su señor.

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La actuación del tercer empleado es extraña. Lo único que se le ocurre es «esconder bajo tierra» el talento recibido y conservarlo seguro hasta el final. Cuando llega el señor, se lo entrega pensando que ha respondido fielmente a sus deseos: «Aquí tienes lo tuyo». El señor lo condena. Este empleado «negligente y holgazán» no ha entendido nada. Solo ha pensado en su seguridad.

El mensaje de Jesús es claro. No al conservadurismo, sí a la creatividad. No a una vida estéril, sí a la respuesta activa a Dios. No a la obsesión por la seguridad, sí al esfuerzo arriesgado por transformar el mundo. No a la fe enterrada bajo el conformismo, sí al seguimiento comprometido a Jesús.

Es muy tentador vivir siempre evitando problemas y buscando tranquilidad: no comprometernos en nada que nos pueda complicar la vida, defender nuestro pequeño bienestar. No hay mejor forma de vivir una vida estéril, pequeña y sin horizonte.

Lo mismo sucede en la vida cristiana. Nuestro mayor riesgo no es salirnos de los esquemas de siempre y caer en innovaciones exageradas, sino congelar nuestra fe y apagar la frescura del evangelio. Hemos de preguntarnos qué estamos sembrando en la sociedad, a quiénes contagiamos esperanza, dónde aliviamos sufrimiento.

Sería un error presentarnos ante Dios con la actitud del tercer siervo: «Aquí tienes lo tuyo. Aquí está tu evangelio, el proyecto de tu reino, tu mensaje de amor a los que sufren. Lo hemos conservado fielmente. No ha servido para transformar nuestra vida ni para introducir tu reino en el mundo. No hemos querido correr riesgos. Pero aquí lo tienes intacto».

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