"Queremos la libertad interior, la verdadera libertad" “Hijo mío,… procede con humildad”

Carlos Aguiar
Carlos Aguiar Arzobispado de México

"¿Ustedes han venido para acercarse a Dios, o a qué han venido hoy a este lugar? ¿A quién están buscado, a Dios a través de nuestra Madre? Seguramente a María de Guadalupe, o no? ¿Me equivoco? No escucho. Bien, ahora sí los escuché"

"Ser mediadores de esta comunión entre unos y otros, de la fraternidad solidaria, como nos indica Jesús en el evangelio: mirar por los que más necesitan y abrirnos a un diálogo sincero. Así superaremos la soberbia, logrando ser humildes"

Así, el libro del Eclesiástico en la primera lectura nos indica, que necesitamos ser humildes, prudentes, capaces de interiorizar y de hacer nuestras, de corazón, nuestras vivencias, nuestras experiencias de vida. Porque, como dice más adelante, el hombre humilde y prudente es aquel que medita en su corazón, y que sabe escuchar.

Esta capacidad es fundamental: la capacidad de escucha para el intercambio entre lo que llevamos dentro, nuestros pensamientos e intenciones, con nuestros amigos, con nuestros vecinos y, sobre todo, al interior de nuestra propia familia.

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La carta a los Hebreos nos indica, que esta humildad y prudencia las necesitamos para acercarnos a Dios y para que podamos, mediante el conocimiento de Jesús y sus enseñanzas, orientar esas vivencias, que llevamos en nuestro corazón. ¿Ustedes han venido para acercarse a Dios, o a qué han venido hoy a este lugar? ¿A quién están buscado, a Dios a través de nuestra Madre? Seguramente a María de Guadalupe, o no? ¿Me equivoco? No escucho. Bien, ahora sí los escuché. 

Han venido, se han acercado a Dios buscando a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza. Él se nos ofrece en cada Eucaristía. Y qué mejor, que sea en esta Eucaristía dominical. Aquí, en la casita sagrada. En este acercamiento y conocimiento es Jesús, que está ayudándonos, a lo que dice la aclamación, que escuchábamos como respuesta al aleluya: “Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”.

El cardenal Aguiar, en la consagración
El cardenal Aguiar, en la consagración AdM

¿Cuál es el yugo del Señor?Tomen mi yugo sobre ustedes”. Piensen un momento: ¿cuál es el yugo del Señor? El yugo es conocerlo e imitarlo, porque no es fácil. Son muchas otras cosas las que nos atraen en nuestro alrededor y, por tanto, es una exigencia que debemos asumir interiormente para conocer a Jesús, profundizar en sus enseñanzas e imitarlo, aprendiendo a ser prudentes, con capacidad de escucha a los demás, sobre todo a aquellos que están también buscando al Señor. 

Así promoveremos una fuerza dentro de nuestra familia, dentro de nuestra vecindad, dentro de nuestra sociedad. Una fortaleza enorme, porque contaremos con el Espíritu Santo: para ser prudentes con capacidad de escucha. Ser mediadores de esta comunión entre unos y otros, de la fraternidad solidaria, como nos indica Jesús en el evangelio: mirar por los que más necesitan y abrirnos a un diálogo sincero. Así superaremos la soberbia, logrando ser humildes. 

¿Quién nos puede liberar de eso? Dios a través de Jesucristo. Por eso estamos aquí: queremos la libertad interior, la verdadera libertad

Como dice Jesús en el evangelio de hoy: “El que se engrandece a sí mismo será humillado”. Tarde que temprano será humillado porque se descubre su soberbia. En cambio: “El que se humilla será engrandecido”. El que se reconoce humilde y prudente será engrandecido. Y por eso lo que cantábamos en respuesta a la Palabra de Dios: Dios da la riqueza, da la libertad a los cautivos, a los que se sienten oprimidos o esclavizados de sus pasiones internas, y a los que viven en contextos de vida, difíciles de superar. ¿Quién nos puede liberar de eso? Dios a través de Jesucristo. Por eso estamos aquí: queremos la libertad interior, la verdadera libertad.

No es simplemente querer hacer lo que nos venga en gana o nos plazca. La libertad interior es que coincida lo que quiero con lo que Dios quiere. Y entonces siempre estaremos alegres aunque suframos. Dichosos nosotros seremos, como dice Jesús: “el que se engrandece a sí mismo será humillado y el que se humilla será engrandecido”.

¿Desean ustedes ser alegres? Claro que sí, todos lo deseamos. Pues pidámosle a aquella, que es nuestra Madre y que encontró el camino de la alegría, aceptando lo que el árcangel le pedía en nombre de Dios. A María, que ha querido venir aquí a nuestras tierras, como María de Guadalupe para descubrirnos al “verdadero Dios por quien se vive”. 

Virgen de Guadalupe
Virgen de Guadalupe

En un breve momento de silencio, nos ponemos de pie delante de Ella, para rogarle: Bendita seas, madre nuestra, María de Guadalupe. Con gran confianza ponemos en tus manos al Papa León. Fortalécelo y acompáñalo para que continúe indicándonos los procesos y actitudes, que debemos desarrollar para caminar sinodalmente.

En este día te pedimos especialmente por los abuelos, para que compartan su experiencia de fe, como discípulos de Jesús en su familia, y a la vez te pedimos por las nuevas generaciones, para que abran su corazón y correspondan conversando sus inquietudes con sus padres y con sus abuelos.

Intercede para que Dios Padre envíe al Espíritu Santo y mueva el corazón de aquellos, que están provocando los enfrentamientos bélicos

Auxílianos, Madre, a encender el fuego de nuestro corazón para afrontar las adversidades y ser capaces de ofrecer con nuestra vida un testimonio convincente de que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida

También intercede para que Dios Padre envíe al Espíritu Santo y mueva el corazón de aquellos, que están provocando los enfrentamientos bélicos y así cesen los conflictos y vuelva la paz, especialmente en Tierra Santa y el Medio Oriente.

Todos los fieles aquí presentes este domingo nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María de Guadalupe!. Amén.

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